THE OBJECTIVE
Carlos Padilla

¿Por qué lloró Pedro Almodóvar?

«El llanto de Almodóvar se debe a que ya la política es una cuestión de fe. De culto al líder. ¿Cómo ha de sobrevivir España si Pedro se nos va?»

Opinión
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¿Por qué lloró Pedro Almodóvar?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hay cosas inamovibles de la geografía patria como la Sierra de Gredos, el río Tajo y Marisa Paredes leyendo algún manifiesto de cuando en cuando para defender al PSOE. Una vez que Sánchez ha decidido seguir contra viento y marea, con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento, el ala cultureta de los socialistas volverá a su encierro de teatros de barrio. Andará sobre sus pasos para deshacerlos de nuevo si es preciso, si aparece la Pedro señal en el cielo de Madrid.

Debió dolerse Sánchez del poco fervor popular que se desplegó en las calles de la villa y corte durante este pasado fin de semana. Una villa, la de Madrid, que detestan periodistas y políticos que residen en ella, la pintan como el centro neurálgico de la crispación nacional. Invivible, insufrible, pero ni Dios se va de Madrid. Rufián mucho menos, y bien está que disfrute. Fue justamente dentro de la M-30 en esta ciudad de tensión donde tuvieron lugar las muestras de apoyo más evidentes para el presidente. Muestras esmirriadas, que no pasan de Ferraz, algún pasacalle y un par de manifiestos que todo el mundo ha olvidado ya.

Buena parte del carrusel de afectos más que mostrar apoyo, provocaron alipori. Ese impúdico aplauso al líder, «el puto amo» que diría Puente, provocó que el presidente, bunkerizado en Moncloa, dijese este lunes que sí. Que le valía la pena, como a Marc Anthony, y decidía continuar. No podía ser otro que el autor—es un modo de hablar—del Manual de Resistencia el que aguantara firme la vergüencita que provocaron tantos cariños desmedidos. La izquierda española continuó tras González, Zapatero o Rubalcaba y lo hará, cuando sea, tras Sánchez, pero hay a quien se le abrió el suelo bajo sus pies ante el adiós de Pedro.

Otro Pedro, el hombre más internacional del cine español, se desnudó—emocionalmente—en una carta que ha competido duro por alcanzar el podio de la devoción por el presidente. Pedro Almodóvar, enfrascado en el rodaje de su nueva peli, llegó al hogar tras una sesión de fotos y lloró al enterarse de lo ocurrido. El quizá me vaya de Sánchez, que al final ha sido la nada. Lo achaca el director manchego a una hipersensibilidad que le provoca el cansancio. Un Pedro que hizo llorar a otro Pedro. Almodóvar, mal que les pese a sus críticos que van desde Boyero hasta García-Gallardo, es un genio. Un talento que cualquiera reconoce, que se observa en la mayoría de sus obras.

«Cuesta creer, a sabiendas de la ideología del cineasta manchego, que se emocionara con eso»

Pero ese genio me sorprendió. Y es que con esa capacidad que nadie niega, con la sensibilidad necesaria que ha de tener para encuadrar la vida en la cámara, el drama que ha dignificado tantas historias del extrarradio que tuvieron una línea de guion, el que supo sacar una imagen de un Madrid libérrimo. Sí, hablo de Madrid, esa terrible ciudad de crispación perenne. Ha sido él, con todo su talento, el que ha llorado por una carta ridículamente presuntuosa, donde ahora sabemos lo que sospechábamos. Que todo era cálculo, o sea, lo de siempre. Cuesta creer, a sabiendas de la ideología del cineasta manchego, que se emocionara con eso.

¿Almodóvar sollozó ante estos cuatro folios? Sí, y hay que comprender, uno lo va haciendo poco a poco, que de esto va ya la política. Va de sentimientos, los hubo de duelo esos cuatro días de silencio presidencial entre los socialistas y ahora son de júbilo. Es entendible, hay que hacer vibrante una trama, la de este Gobierno sin presupuestos y con un horizonte complejo, que ahora se ha lanzado a la regeneración democrática. Loable tarea teniendo en cuenta que Tezanos sigue dirigiendo el CIS, y no amenaza con marcharse a reflexionar a su hogar.

El llanto de Almodóvar —y que me perdone el director, pero creo entender el trasfondo— se debe a que ahora la política es cuestión de fe. De culto a ese líder mesiánico. ¿Cómo ha de sobrevivir España y su democracia si Pedro se nos va? Es el momento de cambiar las epístolas por tuits donde el jefe del Ejecutivo se hace la víctima. Y de paso sigue sin responder a unas preguntas en una rueda de prensa abierta a los grandes medios. Da lo mismo, es materia de fe, o sea, de ideología sacrosanta y ahí no entra la razón. Esto, y pongan las siglas del partido que deseen, se ha vuelto una marea que genera repulsa entre el ciudadano de a pie que no vive la política con la fe del carbonero. Y aquí, cansados o descansados, sí que dan ganas de llorar.

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