THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Emocracia, infoxicación y mentiras oficiales

«Dentro de los bulos, los más peligrosos son las ‘mentiras oficiales’. El propio origen oficial concede un plus de credibilidad a lo que bien puede ser un bulo»

Opinión
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Emocracia, infoxicación y mentiras oficiales

Alejandra Svriz

Pareciera con este titular que estuviéramos hablando de alguna película o novela sobre distopías de un estado futuro y lejano en un país en el que algún gobierno se viera obligado a crear medidas de regulación y control de la libertad de prensa, para según ellos, defender la libertad de prensa.

Desgraciadamente este titular no nos habla de una distopía, ni del futuro, ni de un sitio lejano. Este titular apunta directamente a lo que para muchos estamos empezando a vivir en España en los últimos años. Las informaciones sobre las vinculaciones de la esposa del presidente, Begoña Gómez, con determinadas empresas que han recibido ayudas del gobierno que preside el marido de la propia Begoña Gómez han generado la excusa para un fuego artillero intenso y preparativo del ataque planificado que se prepara contra la libertad de información en las próximas semanas. Pareciera que estas informaciones sobre Globalia y otros esté creando un escudo defensivo contra posibles nuevas informaciones. 

Nadie sabe lo que dará de sí todavía el caso Koldo, las derivadas autonómicas con las mascarillas con los expresidentes Torres y Armengol o la del propio José Luis Ábalos que se mantiene en el aire retando a la ley de gravedad política. Otros asuntos parece que resucitan como Pegasus y todavía desconocemos las informaciones que Francia ha facilitado a la justicia española sobre el hackeo de móviles al presidente y a un grupo de ministros del gobierno español.

Lo que sí es cierto es que mientras tanto a nuestro presidente le dio una «supuesta pájara» de cinco días que él mismo, consigo mismo, y sin compañía de otros resolvió. Y lo ha hecho culpando a los «pseudomedios» de publicar bulos. Ni una autocrítica, ni una duda. Es más, avisa Pedro Sánchez que tras las elecciones catalanas y europeas vendrá lo que él llama «regeneración democrática». Y nada mejor que saber cómo lo llama para temerse que se avecina una degeneración democrática con la que pretende atar y controlar a los que le inquietan: es decir a la justicia independiente y a la prensa libre.

El pasado 6 de mayo, la Asociación de la Prensa de Madrid, con motivo del día de la Libertad de Prensa, organizó un coloquio con la Cátedra Vargas Llosa titulado «El poder contra la prensa» donde destacados periodistas tuvieron la oportunidad de contar cómo el poder siempre intenta controlar la prensa. Siempre. Decía Xavier Colás, el corresponsal de El Mundo en Moscú, recientemente expulsado por el gobierno ruso, que Putin lo consiguió por lo civil y por lo criminal. Con una sociedad rusa que no reaccionó y que se autoengañó durante todo el proceso pensando que, aunque no se podía escribir lo que se quisiera, sí se podía seguir leyendo todo lo que quisiera. Lógicamente la premisa era falsa. Si no se podía escribir todo, no se podía leer todo. Ahora es tarde, el control mediático es total.

«El miedo a Marruecos del gobierno de Pedro Sánchez es superior a la vergüenza democrática»

En otros casos, regímenes autocráticos usan toda su fuerza directa contra los particulares que informan de ellos. Este es el caso de Ignacio Cembrero, posiblemente el periodista español que mejor conoce el Magreb. Desde hace años sufre el acoso judicial del régimen de Mohamed VI por denunciar que le habían hackeado el móvil como a muchos otros periodistas y políticos franceses y españoles. Algo reconocido por el propio Parlamento Europeo en una votación que dolió mucho a Marruecos y en la que solo votaron en contra de la resolución la extrema derecha francesa de Marie Le Pen y… el grupo socialista español. El miedo a Marruecos del gobierno de Pedro Sánchez es superior a la vergüenza democrática.

No estamos libres de esos ataques a la libertad de prensa. Recordaba Nacho Cardero, director de El Confidencial, los ataques que viven los medios estos días en España, en especial esos digitales a los que Sánchez llama «pseudomedios», que para el presidente son en especial aquellos que se han atrevido a publicar las informaciones sobre su esposa Begoña Gómez. Tanto El Confidencial como THE OBJECTIVE han liderado estas investigaciones e informaciones que tanto ofenden al presidente. Por cierto, informaciones que no han sido desmentidas, de las que el presidente sigue sin dar explicaciones y que ahora investiga la UCO por orden del juez de instrucción que ha aceptado abrir diligencias sobre la denuncia sobre estas actividades.  

La respuesta ha sido una auténtica máquina de fango al calificar todo como bulos. Un ambiente de máxima presión contra periodistas y medios en redes sociales en un tono insoportable de descalificación que lo único que buscan es forzar la autocensura. Decía Cardero que toda esta situación lo que demuestra es que el periodismo es más necesario que nunca.

En esa mesa de la APM sobre libertad de prensa, la abogada y profesora Alessia Putin Ghidini, autora del libro Cancelación. Manual contra la dictadura de la ideología, el pensamiento binario y el odio político, contaba que en realidad lo que estamos viviendo es una «degeneración» determinada por cuatro factores: la «emocracia», la «infoxicación», las mentiras oficiales y las supuestas verificaciones. Cuatro factores que emanan del poder con el fin de conseguir sus fines. 

«En este cultivo emocional son más proclives la cancelación, la censura y la tendencia a la autocensura»

Por «emocracia» se entiende una democracia en la que por encima de la verdad y de la justicia se valoran las emociones. Se busca que en el ciudadano primen emociones como la ira, el miedo, la ilusión o el fanatismo. No gobiernan las ideas o la verdad, gobiernan las emociones y para eso se fuerzan los sentimientos más primarios de los ciudadanos para que primen sobre cualquier otra consideración de duda o autocrítica. Así son capaces de asimilar y defender fenómenos intransigentes como los cordones sanitarios o el racismo ideológico. En este cultivo emocional son más proclives la cancelación, la censura y la tendencia a la autocensura.

Otro elemento contaminante de nuestras democracias es la «infoxicación». Es decir, la intoxicación por exceso de información. Algo que vivimos desde la llegada de internet y sobre todo de las redes sociales. Hay tanta información que no somos capaces de digerir y filtrar los mensajes. En este contexto es fácil la tentación del poder de aprovecharse para generar procesos de caricaturización o banalización de informaciones relevantes. Son casos en los que no se desmiente el concepto principal de la información que les preocupa, sino que se busca desvirtuar perchas laterales para intentar devaluar desde la parte el todo.

Dentro de los bulos, los más peligrosos son las «mentiras oficiales». El propio origen oficial concede un plus de credibilidad a lo que bien puede ser un bulo. Toda España, dice Alessia Putin, recuerda cómo durante la pandemia se tomaron numerosas medidas en función de las recomendaciones de un «comité de expertos». Un comité cuya composición nunca se desveló porque nunca existió. Las mentiras oficiales son difíciles de verificar si no existe un compromiso de transparencia por parte del poder. Desgraciadamente en España la ley de Transparencia hace agujeros por todas partes. La supuesta obligación de que toda la administración publique y responda con veracidad y rapidez a las demandas de transparencia es solo una ilusión.

En este contexto, con la revolución que supone la inteligencia artificial en la generación de contenidos, no es fácil saber si es cierto todo lo que leemos. Han llegado los verificadores que en el fondo generan un nuevo interrogante: ¿quién verifica a los verificadores? ¿qué independencia real tienen de los poderes económicos y políticos? La situación es compleja. La tecnología ha multiplicado los canales de información y por tanto los canales de contaminación. Por eso son más importantes que nunca los medios de comunicación y el periodismo libre e independiente. Y no olviden, como se recordó en la mesa de la APM, que nunca un gobierno cayó por un bulo y que siempre cayeron por la verdad. 

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