Holocausto caníbal de Illa
«La solución más sencilla es sacrificar a Illa en la hoguera de las vanidades de Sánchez, en aras de mantener la legitimidad parlamentaria que le sostiene»
Quien piense que ha ganado el PSC es que todavía no ha entendido el sanchismo. Ha ganado Puigdemont. Ni siquiera existe la incógnita de cuándo el presidente del Gobierno sacrificará a Salvador Illa. Esperará a que se celebren las elecciones europeas del 9-J, y que se constituya el Parlamento de Cataluña un día después. Ahí empezará la cuenta atrás para Illa.
Y no se dejen engañar por las apariencias. Puigdemont tiene tomada la medida a Sánchez. Sabe que el sanchismo se fundamenta en jugar con las palabras para encajar las mentiras. Por eso, si Esther Peña, portavoz del PSOE, dice que el PSC «no apoyará» una investidura de Puigdemont, solo significa que no votarán a favor, pero no que no se abstendrán. Eso es justo lo que quiere Junts. El fugado no quiere ni un voto «unionista». No solo porque le repugna, sino porque su triunfo se asienta en aparentar el rechazo visceral y que no hay colaboración con «españoles». Ese ha sido su hecho diferencial frente a ERC.
Además, Puigdemont puede jugar con la legitimidad sobre la que se asienta el Gobierno de Sánchez. Si el PSC pacta con el PP en el Parlamento de Cataluña ha anunciado que Junts romperá con el PSOE en Madrid. El problema para el sanchismo no será que vote en contra de las iniciativas gubernamentales, sino que arruinará el relato de la concordia, que es la gran coartada de esta legislatura que le proporciona la mayoría parlamentaria, y, por tanto, su legitimidad.
Sánchez no puede gobernar sin esa justificación de la paz entre «territorios», sin su Frankenstein, porque perdió las elecciones del 23-J. Si no consigue retener a los que le dieron la mayoría en el Congreso no tiene legitimidad para gobernar. No serán solo los de Junts porque ERC no puede quedarse atrás y parecer una muleta de Sánchez. Sin el apoyo de la urnas, que dieron la victoria al PP, y sin mayoría de diputados, se acabó la legitimidad de este Gobierno.
Sin estos dos pilares -los votos y la aritmética parlamentaria-, el Ejecutivo sanchista sería un artificio inerme y patético. No podría siquiera aprobar la renovación del CGPJ por mayoría simple como quiere hacer cambiando la Ley Orgánica del Poder Judicial. Haría el ridículo.
«ERC no tiene más remedio que rectificar y recuperar su perfil de independentismo irredento de izquierdas»
Además, Sánchez ya se puede despedir de ERC. Los republicanos no tienen más remedio que rectificar, imitar el modelo duro de Puigdemont, y recuperar su perfil de independentismo irredento de izquierdas. De hecho, ya han descartado investir a Illa. Lo contrario sería suicidarse. Esto deja al PSC sin su aliado natural y favorito, con el que gobierna en multitud de ayuntamientos y quien le permite decir que es «progresista».
Puigdemont sabe, por otro lado, que la opción constitucionalista es imposible. Es consciente, como todos, que Sánchez jamás se sentará a negociar la investidura de Salvador Illa con la «derecha y la ultraderecha». Cualquier tipo de acuerdo de gobierno con el PP dañaría el discurso que legitima la mayoría parlamentaria en el Congreso, y obligaría a un requiebro argumental inaudito. Esta situación se ha agravado con la carta a la ciudadanía y la performance de los cinco días. La reflexión de Su Sanchidad era, supuestamente, porque no aguantaba más a la «derecha y a la ultraderecha». Así que, pactar ahora con «los malos» se antoja un contorsionismo muy difícil.
La solución más sencilla y al alcance de la mano es sacrificar a Salvador Illa en la hoguera de las vanidades de Sánchez. Lo lógico será propiciar el ostracismo del exministro de Sanidad en aras a la continuación de la legitimidad parlamentaria que sostiene a Sánchez. Sin ordenar la inmolación de Illa se rompe el discurso de la concordia y el reencuentro, y deja la ley de amnistía en el más absoluto de los ridículos. Ese alipori no sería solo aquí, en España, que le importa un higo, sino fuera, en Europa. Si las cesiones y la amnistía, como cuenta Sánchez en Bruselas, devuelven la paz a Cataluña, ¿por qué negarse ahora?
Puigdemont ha encajonado tanto a Sánchez, le ha metido de tal manera en el laberinto del ratón blanco, que al socialista solo le queda una solución para sobrevivir, el mal menor, que es obligar a Salvador Illa y a su coro parlamentario a que se abstengan en la segunda vuelta. Puigdemont sería así investido «por la concordia, la gobernabilidad y porque la derecha española es mala». Los plazos le salen, porque para entonces Sánchez habrá aprobado la ley de amnistía que ahora le tiene maniatado.
Ningún socialista protestará por el holocausto caníbal de Salvador Illa porque el PSOE es ya el partido del «puto amo», que dijo Óscar Puente. Al contrario. Aplaudirán el sacrificio, harán poemas en su honor, bailarán alrededor de la hoguera, compondrán canciones, desfilarán al paso alegre de la paz por Ferraz, y luego, el vivo al bollo.