THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Percepciones sobre la inmigración

«Los ultras podrían alcanzar el 20% de los escaños en el Europarlamento. Su lucha contra la inmigración va contra el interés del viejo y envejecido continente»

Opinión
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Percepciones sobre la inmigración

Ilustración de Alejandra Svriz.

Reciben muchas ayudas, están en su gran mayoría desempleados y hay demasiados. Es una percepción equivocada, como demuestran los datos, pero bastante extendida entre una mayoría de españoles. Se trata de la inmigración, un fenómeno económicamente necesario para frenar el envejecimiento del viejo continente, pero cuya demonización sirve a los partidos de extrema derecha para movilizar el voto de cara a las elecciones europeas del próximo 9 de junio. Todo apunta a que se convertirán en la tercera familia política del Parlamento resultante de los comicios, dando así un vuelco al equilibrio político entre populares socialdemócratas y liberales dominante hasta ahora. Un cambio que puede frenar el ritmo de la transición ecológica, obstaculizar la ayuda militar y económica que recibe Ucrania de la UE, por la afinidad de algunos de estas fuerzas con Putin, y seguramente endurecer la política migratoria. 

Separados por sus filias, pero unidos en sus fobias. Hace diez días se encontraron en Madrid algunos de los representantes de eso que se ha venido a llamar la internacional nacional populista: partidos ultras de derecha que quieren sacudir los cimientos de una Europa de cuyas instituciones, excesiva regulación y agenda verde recelan. Pero si hay algo poderoso que les une a todos ellos es su rechazo a la inmigración, un tema altamente divisivo en la política europea. Y, desgraciadamente, los mitos y estereotipos que estas fuerzas han ido propagando contra este fenómeno parecen haber calado en la sociedad. En España, un reciente informe de la Universidad del País Vasco y la Fundación Iseak sobre las percepciones y actitudes de los españoles ante la inmigración así lo refleja.

«España necesita con urgencia inmigrantes que coticen y paguen impuestos para contribuir al pago de los gastos sociales»

Los resultados del estudio muestran hasta qué punto se ha tergiversado la realidad: los 3.2000 encuestados creen de media que en España el 28% de la población total es inmigrante cuando en realidad es el 16%. Que el 40% está desempleado cuando es el 16% y que más del 50% reciben ayudas del Estado mientras que solo lo hace el 10%. Son percepciones que alimentan la fobia hacia la inmigración y dificultan la adopción de políticas que promuevan su aceptación e integración. Políticas necesarias para absorber a una población cuya mano de obra es necesaria para la prosperidad de las economías occidentales, especialmente la de aquellas con la población más envejecida, como es el caso de España. Con una tasa de natalidad de 1,16 hijos por mujer, la más baja de la UE, y una esperanza de vida de 83,18 años, entre las más altas, el país necesita con urgencia inmigrantes que coticen y paguen impuestos para contribuir al pago de los gastos sociales (sanidad, jubilaciones) asociados a ese envejecimiento. 

Recientemente, el Banco de España señalaba que la única solución para mantener el pago de pensiones, la gran apuesta del Gobierno de Pedro Sánchez, y evitar los desajustes en el mercado laboral que supone fiar las subidas de estas prestaciones a un aumento imparable de las cotizaciones sociales, es triplicar la llegada prevista de inmigrantes en los próximos 30 años. Lo que equivaldría a incorporar 24,6 millones de extranjeros en ese plazo. Y este es solo un ejemplo. En ausencia de la adopción de políticas que hagan frente al reto de las pensiones o que promuevan una mayor natalidad, solo la entrada de inmigrantes puede evitar que la proporción entre ocupados y jubilados siga estrechándose.

«El miedo a la inmigración está envenenando el debate político de las economías occidentales»

El flujo migratorio hacia las economías avanzadas ha aumentado de forma intensa en los últimos años. Fruto de las sucesivas crisis, la de la pandemia y la crisis inflacionista que provocó el colapso de la oferta energética a raíz de la invasión rusa de Ucrania y que azotaron con mayor dureza a las economías más vulnerables. Según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), en Estados Unidos la fuerza laboral de origen inmigrante ha aumentado un 9% con respecto a 2019. En la eurozona ha crecido un 5,5% en ese mismo periodo. Esa mayor entrada ha disparado el miedo de las poblaciones nativas a un fenómeno que hoy agitan con eficacia los partidos de la extrema derecha. A saber; el temor a que los gobiernos hayan perdido el control sobre sus fronteras; a que los inmigrantes estén abusando de su frágil Estado de Bienestar; a que les estén quitando los empleos, y a ser colonizados por una cultura ajena a las raíces europeas.

Son inquietudes que deben ser atendidas para combatir el crecimiento de los nacionalismos populistas. Hace falta pedagogía, con datos, para desmontar los prejuicios en torno a la inmigración. Y menos devoluciones en caliente por la puerta de atrás de unos gobiernos que al mismo tiempo osan estigmatizar a quienes se sienten amenazados y votan a los extremos. Lamentablemente la política migratoria europea ha dedicado enormes recursos económicos para contener ese flujo desde los países limítrofes con la Unión, como Turquía, Libia o Marruecos, desentendiéndose del respeto a los derechos humanos de las personas allí retenidas, y muy pocos en invertir en el desarrollo de las economías de origen de la inmigración. Sólo cuatro países europeos cumplen con el objetivo de destinar el 0,7% de su PIB a la ayuda al desarrollo. España invierte el 0,3% y ocupa el puesto 22 de los 33 países donantes de la OCDE.

El miedo a la inmigración está envenenando el debate político de las economías occidentales. Se tiende a sobreestimar los efectos negativos de estos flujos y a ignorar los positivos, como bien señala el Banco Mundial. Europa necesita de la inmigración. Ordenada, sí. Legal, también. Se requiere la adopción de medidas valientes que tumben los argumentos de la extrema derecha. El consenso en torno a esta cuestión entre conservadores y socialdemócratas en Europa ha sido bastante amplio hasta ahora. Hace escasas semanas, se votó en el Congreso de Diputados con los votos del PSOE y el PP una iniciativa legislativa popular para regularizar alrededor de 500.000 inmigrantes que ya viven y trabajan en España. Todo un hito en la España de la división y el fango político. 

Las fuerzas ultraconservadoras y de extrema derecha podrían hacerse con el 20% de los escaños en el Parlamento Europeo según indican casi todos los sondeos. Su batalla contra la inmigración va contra los intereses del viejo y envejecido continente. Si la ganan solo seremos más pobres e intolerantes. 

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