THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Derechas, urnas y fracaso

«El partido de Abascal quedará como algo testimonial. Pero que no aplauda el PP. Su fórmula de ‘extremo centro’ solo triunfa en las urnas cuando la izquierda falla»

Opinión
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Derechas, urnas y fracaso

Ilustración de Alejandra Svriz.

Ser de derechas en España es asumir el papel de oposición. Es una tarea muy cansada. Supone estar contra el Gobierno de siempre, aguantando la arrogancia de los medios progres, de los culturetas y demás mediocres de escenario. Resulta duro porque la izquierda no pierde la ocasión de burlarse de la derecha, de insultar sus principios y a sus dirigentes. Es necesario tener unas convicciones sordas al ruido del entorno, con una personalidad impermeable, incluso a las propias estupideces de la derecha política, a sus complejos y errores.

La desventaja es notoria. El fracaso para la izquierda es no gobernar. Para la derecha es otra cosa. Los derechistas españoles tienen un concepto de fracaso más flexible. Unos piensan, como los izquierdistas, que no llegar al poder es fracasar. Son los que caen finalmente seducidos por el «sinistrismo», tal y como lo definió el francés Albert Thibaudet hace cien años, y aceptan los postulados «progresistas» girando hacia el «centro» para tener éxito en las urnas.

Es la derecha que asume la derrota en el mundo de las ideas, que cree que la izquierda tiene razón en el fondo pero no en las formas, y que busca atraer a los votantes «progresistas» que se vuelven conservadores de su propia situación y que recelan de los nuevos izquierdistas. Es el caso del PP de Feijóo, que tras la estampida reciente de Vox, asegura que su objetivo es crecer a su derecha y conseguir el voto de los desencantados del PSOE.

Existe otra derecha que entiende el fracaso de otra forma. Es el caso de Vox, que considera que fracasar es que no se oigan sus ideas, y que gobernar es secundario. Han adoptado el papel de organización doctrinaria y propagandística, testimonial, que piensa que tiene una misión: salvar la civilización del abismo al que nos conducen la izquierda y la derecha floja, el PP. Esto no se saldará jamás con un triunfo en las urnas que permita gobernar. Ya sé que sus militantes piensan que ese día llegará, pero miren lo que ha pasado en Francia. Esta derecha lo tenía todo para haber sido Meloni, cada día más cerca del PP de Feijóo, y han preferido ser Le Pen, la eterna oposición. No quieren dirigir la orquesta, sino que se oiga la flauta.

Pedro Carlos González Cuevas, gran académico y amigo que solo me escribe para discutir sobre lo que escribo, ha explicado esta circunstancia en su imprescindible Historia de la derecha española. De la Ilustración a la actualidad (1789-2022) (Planeta, 2023). González Cuevas se retrotrae al congreso del PP en 2008 en el que Rajoy liquidó el liberalismo y el conservadurismo para defender el «liberalismo simpático» de José María Lassalle, que no significa nada salvo que el único principio inamovible es la movilidad de los principios. Este «giro centrista» hizo que la explosión mediática de esos años no cuajara en nada, y que, al estallar la crisis de 2011, solo hubiera propaganda de izquierdas, no de autores de derechas o liberales.

«La derecha gobernante se declaró de ‘extremo centro’ sin alipori alguno»

Ese PP, dice González Cuevas, dio la puntilla con un gobierno tecnocrático justo ese año, después de haber levantado buenas expectativas. La derecha gobernante se declaró de «extremo centro» sin alipori alguno. Es un tópico decir que hubo una derecha, la tradicional y conservadora, que entonces se quedó huérfana hasta que apareció Vox.

El partido de Abascal aparece en su estudio como la «derecha identitaria». Es preciso decir que González Cuevas escribió esta definición antes de las purgas en Vox y de su giro falangista. El partido, escribió en 2022, estaba en una ola internacional contra el modelo «neoliberal» que ha destruido el mundo que conocíamos a través de la inmigración, el capitalismo globalista y la dictadura de las instituciones mundiales. Interpreta que estamos en una lucha entre «cosmopolitas» y «arraigados», situando a Vox entre los últimos, como manifestación de un proceso reactivo.

Esta derecha es nacionalista, dice González Cuevas, o soberanista, y enemiga de la ideología de género en tanto instrumento para la transformación social, y defensora, además, del liberalismo conservador. Pero el autor habla de algo que ya no existe en Vox, esa escuela liberal-conservadora que representaba, por ejemplo, el profesor Contreras. De sus ideas solo queda en el partido un alegato del estatismo moralizante, como se ve en su obra Una defensa del liberalismo conservador (Unión Editorial, 2018).

«Una vez purgado Vox de liberales ha vencido el ‘soberanismo de Jorge Buxadé’»

Una vez purgado Vox de liberales ha vencido la otra tendencia de la que habla Gónzalez Cuevas, que es el «soberanismo de Jorge Buxadé», a la que no dedicó mucho espacio en su libro de 2022. Sin embargo, es lo que ha triunfado porque era la lógica de Vox: si había que salvar España de la izquierda, del nacionalismo y de la derecha cómplice a través de una reacción patriótica, solo el estatismo soberanista, sin liberalismo alguno, era el instrumento. A ese triunfo ayudó, como vimos, un proceso oligárquico en Vox que ha facilitado la victoria interna de esos «soberanistas» indistinguibles del falangismo.

Ese «soberanismo» dice basarse en un repudio absoluto de la situación actual, casi antisistema, consistente en derribar lo existente para construir un Estado fuerte y unitario, libre de la Unión Europea, de la izquierda y de los nacionalistas disolventes. A partir de ahí están contra el «consenso progre»: antiglobalismo, aborto no, devolución de inmigrantes, anti-ecosocialistas, y enemigos de los feminismos «exagerados». Al tiempo, están a favor de la «Europa de las patrias»; es decir, de cargarse la UE y volver a las comunidades nacionales europeas de 1945. Identidad patriótica y unidad nacional son los dos sintagmas y pare de contar.

Este proyecto asegura el fracaso en las urnas. No voy a entrar ahora en si el pueblo vota mal o no, por ignorancia o desinformación, o simplemente hace lo que quiere, pero lo cierto es que no vota mayoritariamente a Vox ni lo va a hacer. El partido de Abascal, por la dinámica estudiada de este tipo de organizaciones, quedará como algo testimonial. Pero que no aplauda el PP. Su «extremo centro», tecnocrático y tendente al «sinistrismo», es una fórmula que solo triunfa en las urnas cuando la izquierda falla. De ahí que parezca que esté esperando que el PSOE se dé un leñazo, por ejemplo, por la corrupción familiar de Sánchez, para tomar su puesto y poco más.

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