Sánchez ante su jugada maestra
«El líder socialista busca que nunca más vuelva a ser posible que una fuerza política distinta a la que él cree encarnar alcance la presidencia del Gobierno»
No cabe dudar de que Pedro Sánchez tenga un plan maestro; ocurre, sin embargo, que en ocasiones se confunde su plan con el objetivo que pretende y se simplifica demasiado éste último afirmando que se reduce a mantenerse en el poder a toda costa. Es obvio que Sánchez no va a tirar la toalla nunca, que serán fuerzas mayores las que hayan de sacarle de Moncloa, pero lo realmente peligroso para el conjunto de los españoles, lo que incluye, y señaladamente, a los catalanes, no es que su mandato dure demasiado sino que, dure lo que dure, consiga su objetivo principal.
Pedro Sánchez se ha propuesto que España sea distinta a lo que ha venido siendo y eso es algo más grave que un simple atentado a la Constitución porque lo que Sánchez busca es que nunca más vuelva a ser posible que una fuerza política distinta a la que él cree encarnar vuelva a alcanzar la presidencia del Gobierno tras unas elecciones generales.
Me explicaré. Una crítica frecuente, y no sin fundamento, a los dos grandes partidos ha venido siendo que, de necesitar un pacto en el Congreso para alcanzar una mayoría de investidura, antes de acordar lo que fuere con el otro gran partido nacional se hayan ocupado de alcanzar mayorías mediante el auxilio de los nacionalistas, en general con cierto prejuicio al común de los españoles. Pues bien, Sánchez se ha propuesto que eso ya no sea posible al ejercer una OPA política sobre la totalidad de esas fuerzas de modo que no les sea concebible otro pacto que con el partido de Sánchez.
Para conseguir este objetivo, ha tenido que empezar por darles la razón, por admitir que todas las demandas de todos los nacionalistas son justas y hacederas, de la primera a la última y desde ya mismo. La investidura de Sánchez tras las últimas legislativas ha sido la prueba evidente de esa estrategia, ha ido cediendo en cuanto le pedían con todos y cada uno de los grupos parlamentarios que, si pudiesen, acabarían de un plumazo con la unidad de España y de los españoles, con la igualdad de todos los ciudadanos y con cualquier institución que pudiera poner coto a sus demandas. Sánchez se reía, con desvergüenza, pero con razón, de Feijóo cuando el líder del PP decía que él también podría haberlo hecho.
Cuando se contempla la jugada en su conjunto, lo que incluye el Gobierno catalán en manos de Illa, se ve que Sánchez contempla sucesivas sesiones de investidura en que esa nueva mayoría de socialistas (¿?) y nacionalistas hará muy difícil, si no imposible, una investidura distinta. Y si las cuentas no acabasen de salir ya se apañaría la solución necesaria para lograrlo con el visto bueno descontado del Tribunal Constitucional.
«Sánchez, y antes que él Zapatero, han decidido acabar con el mito de la Transición y volver a las narrativas de la Guerra Civil»
Dicho de otro modo, sin apenas despeinarse, Sánchez ha conseguido que el artículo primero de la Constitución pueda leerse de este modo: «España será de la forma que en cada caso convenga para hacer imposible un gobierno distinto al progresista». A nadie se le escapa que esta maniobra asume un cierto riesgo al privar de capacidad en verdad decisiva, al menos en teoría, al voto de millones de ciudadanos no nacionalistas, pero sí socialistas.
Para arreglar este asuntillo Sánchez, y antes que él Zapatero, han decidido acabar con el mito de la Transición y volver a las narrativas de la Guerra Civil para lo cual no hay nada tan simple como identificar a los partidos que no son de su obediencia con el puro fascismo. Se trata del mismo expediente, por cierto, que aplica Maduro para defender la revolución de las derrotas electorales que no ha sabido evitar.
En este sentido hay que considerar como una noticia terrible la que publicaban estos días los periódicos según la cual sólo el 46% de los votantes del PSOE creen que la soberanía fiscal catalana perjudicaría al resto de comunidades. Es decir, que un 54% de votantes socialistas de toda España (habrá sin duda mayoría en Cataluña) cree que el acuerdo de Sánchez con los separatistas catalanes es algo excelente y eso sin que hayan puesto a trabajar la rueda de los relatos y los finales felices. No haré comentarios sobre el nivel de pericia política que cabe imaginar en semejante grey progresista, pero sí me parece obvio que no andan muy allá ni en lógica ni en números.
«Hay mucha gente que cree que es verdad que la economía va como un tiro a pesar de que el sueldo no llegue a lo que llegaba»
Cabe pensar que esos porcentajes de votantes socialistas contentos con que rabien los fascistas debido a la reparación de la injusticia histórica con Cataluña son de los que creen que todo se arregla con darle a la maquinita del dinero, que lo justo es que los ricos europeos nos paguen a los pobres españoles nuestras deudas y sus intereses, etc. Sánchez ha hecho todo lo posible por fomentar esas creencias gastando sin el menor empacho, subiendo impuestos sin misericordia y administrando el maná europeo con la vista y la objetividad que le caracterizan.
Hay mucha y muy buena gente que cree lo que Sánchez dice y no se fija mucho en los defectillos de lo que hace, esos que creen que es verdad que la economía va como un tiro a pesar de que el sueldo no llegue a lo que llegaba o de que las vacaciones vuelvan a ser de botijo y gaseosa. Nadie les ha explicado nunca, al parecer, que las cosas no son así, que no es verdad que cualquiera llame a un rector y éste le ofrezca solícito una cátedra y mil otras cosas por el estilo.
En teoría hay esperanza porque todavía cabe argumentar, pero no se engañen, no queda mucha mientras los que tienen que conseguir que se caigan unas cuantas vendas de los ojos ciudadanos sigan esperando a que les llegue el momento.