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Jaime Cervera

'Madrileñofobia': contra el relato, dato… y corazón

«Sentirse madrileño no tiene que ver con las decisiones de tal o cual alcalde, sino con los amores que encontramos, los amigos que hacemos o los recuerdos que forjamos»

Opinión
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‘Madrileñofobia’: contra el relato, dato… y corazón

La madrileña Puerta de Alcalá. | Freepik

Igual que puede decirse que Madrid está de moda —por ejemplo, desde el punto de vista de la inversión—, también lo está la madrileñofobia. En efecto, en los últimos tiempos ha ganado enteros una corriente de opinión que mira con cada vez mayores recelos a la capital. El fenómeno no sólo se observa en Twitter —cámara de eco de la que conviene no fiarse demasiado—, sino también en las recientes declaraciones de algún pseudofamoso y hasta en manifestaciones contra el turismo masificado. Incluso, un bar en La Coruña anunció que había decidido cerrar durante el puente de agosto «cansados de la prepotencia» de los madrileños.

Cabe decir que el hartazgo de la gente de provincias provocado por el desembarco estival del rebaño de madrileños es hasta cierto punto comprensible. Cosa distinta es el desdén con el que muchos miran a los matritenses por su mera condición de capitalinos. Esa actitud es tan absurda e injustificada como el desprecio de algunos cosmopolitas —o así se consideran ellos—  por la gente de provincias o de pueblo. Tan paletos son hunos como hotros.

Hartazgo comprensible, decíamos. Sí, pero no perdamos de vista que, según el INE, la provincia de España que recibe más turistas es… la Comunidad de Madrid, que en 2022 acogió a casi 13 millones de visitantes.

Pero el odio de temporada contra la capital no tiene tanto que ver con el turismo como podría parecer. La cosa guarda relación, más bien, con una narrativa que algunos partidos políticos y medios de comunicación llevan tiempo esforzándose en crear. Es por eso que muchos, al leer estas líneas —o, con mucha mayor probabilidad, al leer sólo el título—, interpretarán esta columna en clave política. Sin embargo, pecaríamos de miopes si tratásemos de encajar en un marco ideológico el sentimiento tan humano de encontrar el propio sitio en una ciudad concreta. Porque sentirse madrileño no tiene que ver con las decisiones de tal o cual alcalde, con la política fiscal de la región o con el estado de su sanidad.

Todos esos factores, por supuesto, forman parte de nuestra vivencia cotidiana en una urbe, pero muy por encima de ellos están los amores que encontramos, los amigos que hacemos o los recuerdos que forjamos. Porque, para mí, Madrid nunca será la ciudad que gobernaron Carmena o Almeida, o los que vendrán después. Más bien será el lugar en el que me consolidé profesionalmente, en el que conocí a tantas personas que hoy llenan mi corazón y, ante todo, la patria chica de mi mujer. Y, como la mía, hay millones de vidas que no se entienden sin esta ciudad.

«En Madrid, no hay distinción entre los madrileños de nacimiento y los de adopción. Y, cuando los que un día llegamos a la capital llevamos ya algún tiempo en ella, adoptamos también ese espíritu acogedor que un día tuvieron con nosotros»

Y sí, Madrid tiene evidentes problemas (los precios de la vivienda, algunas deficiencias en su transporte público o las raíces poco profundas de sus árboles). Ojo, también ventajas obvias (salarios altos, oportunidades laborales y gran oferta cultural y de ocio). Pero, dejando todo eso aparte, Madrid tiene su mayor fuerte en los propios madrileños.

En efecto, los vecinos de la capital son los mejores embajadores de la ciudad. Y aquí es obligado mencionar un rasgo que no por trillado deja de ser real: su carácter abierto. Cuando llegas, los madrileños no te preguntan si eres de fuera. Entre otras cosas, porque seguramente ellos también lo sean, al menos en origen (el gato es ya un animal en peligro de extinción). Si a alguien le quedan dudas sobre esto, sólo el 49% de los vecinos de Madrid han nacido en la capital, según el Padrón Municipal de 2022.

«Esta clase política, que sólo vive de confrontar, está creando un falso enfrentamiento entre Madrid y el resto de España. De nosotros depende no dejarnos arrastrar por esa dialéctica cainita»

En Madrid, no hay distinción entre los madrileños de nacimiento y los de adopción. Y, cuando los que un día llegamos a la capital llevamos ya algún tiempo en ella, adoptamos también ese espíritu acogedor que un día tuvieron con nosotros. Por eso me atrevo a decir que es de justicia acoger a un madrileño en vacaciones, porque él haría lo mismo con usted o, pongamos, con su hijo que se va allí a estudiar o a abrirse camino.

Esta clase política, que sólo vive de confrontar, está creando un falso enfrentamiento entre Madrid y el resto de España, como el de los rojos contra los azules o el de los hombres contra las mujeres. De nosotros depende no dejarnos arrastrar por esa dialéctica cainita. Sólo así podremos darle la vuelta a aquel bélico lema tan de Madrid y decir «sí pasarán».

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