THE OBJECTIVE
Javier Benegas

Gobernados por la mafia

«En España, la colonización de instituciones y empresas es mucho mayor que la alcanzada por las mafias italianas»

Opinión
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Gobernados por la mafia

Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Puede parecer exagerado pero existen importantes paralelismos entre el fenómeno de la mafia siciliana y la forma en que operan los partidos españoles; muy en especial el Partido Socialista, que es con diferencia el que más años ha gobernado. Como digo, puede parecer excesivo, pero si me concede, querido lector, unos pocos minutos, quizá esta apreciación no le resulte tan exagerada cuando llegue al final de estas líneas… salvo, claro está, que esté usted en la pomada.   

En la década de 1980, cuando la mafia siciliana estaba en su apogeo, de entre la corrupción y el marasmo en que se hallaba sumida la administración de justicia italiana, emergió una figura singular, Giovanni Falcone, un juez íntegro determinado a poner coto a los mafiosos. A pesar de las amenazas, las campañas de desprestigio y las innumerables zancadillas, los heroicos esfuerzos de Falcone desembocaron en el Maxi Proceso de 1986-1987, donde 474 mafiosos fueron juzgados y condenados. 

Desgraciadamente, el 23 de mayo de 1992 Falcone fue asesinado por la mafia corleonesa en la autopista A29 cerca de la ciudad de Capaci, mediante la detonación de 4.000 kg de explosivos colocados en el interior de un conducto que atravesaba la calzada. Junto a él murieron su esposa, la magistrada Francesca Morvillo, y tres guardaespaldas. Su íntimo amigo, el también juez Paolo Borsellino, prometió sobre la tumba de Falcone continuar con su tarea. Seis meses después de esa promesa Borsellino también fue asesinado.

La Justicia

Es bastante habitual que todo héroe que se enfrenta a la corrupción generalizada tenga, más allá de innumerables enemigos, un antagonista en especial. Una figura equivalente cuya misión es hacerle fracasar. En el caso de Falcone, este dudoso honor recayó en Corrado Carnevale, presidente de la primera sección penal de la Casación. Carnevale alcanzó notoriedad por sus dictámenes contrarios a las condenas de mafiosos, a los que invariablemente dejaba en libertad tras la correspondiente apelación. Esto le hizo merecedor del apodo l’ammazzasentenze (el mata sentencias). 

Parecía evidente que Carnevale cooperaba con la mafia. De hecho, fue suspendido de sus funciones como magistrado en marzo de 1993 y el 29 de junio de 2001, condenado a seis años de prisión por competencia externa en asociación mafiosa. Sin embargo, fue absuelto por la Corte Suprema de Casación el 30 de octubre de 2002. 

Aquí surge el primer paralelismo entre la mafia siciliana y la forma en que funciona la política en España. Los problemas de la justicia italiana, donde el empeño de un par de jueces era constantemente saboteado en las instancias judiciales infiltradas por la mafia, como el Tribunal Supremo de Casación, se asemeja demasiado a lo que sucede en España con el Tribunal Constitucional (TC), que ha sido convertido de facto en un tribunal de casación que sirve a los intereses de nuestros mafiosos particulares. 

Esto se ha hecho dolorosamente evidente con las condenas del macro caso de los ERE de Andalucía, hasta el momento la mayor trama de corrupción de la historia de la democracia española, que han sido revocadas y sus máximos responsables políticos exonerados por el Tribunal Constitucional. Por decirlo figurativamente: Cándido Conde-Pumpido es el Corrado Carnevale español. Y el dictamen del Tribunal Constitucional es la apoteosis de la impunidad que caracteriza a un entorno dominado por la mafia. Pero lo sucedido con el caso ERE es aún más grave que las trapacerías del juez Carnevale. El TC, de la mano de Conde-Pumpido, nuestro particular antagonista, ha arruinado el trabajo de 13 años de una quincena de jueces, no de uno solo. 

La colonización 

La mafia, que en esencia se mueve por dinero («no es nada persona, sólo negocio»), se infiltra en las instituciones del Estado no sólo para llevar a cabo sus tradicionales negocios ilegales impunemente, también lo hace para participar del sistema de adjudicaciones de obra pública y servicios. En la obra pública la mafia siciliana no sólo se enriqueció con los contratos de los proyectos previstos por las administraciones, sino que promovió la ejecución de otros innecesarios. El resultado, en Sicilia hay carreteras sin coches, presas sin agua y puertos sin barcos. ¿No le resulta familiar?

Este es el segundo paralelismo. En España, la colonización de las instituciones, y particularmente de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), ha servido para que nuestra principal organización mafiosa, el Partido Socialista, tenga acceso a ingentes cantidades dinero, puestos, colocaciones e influencia, no sólo en aquellas empresas en las que, mediante la SEPI, el Estado tenga una participación mayoritaria, también donde esta participación es significativa. Los nombramientos de las cúpulas directivas en el colosal entramado empresarial que brota de la SEPI no se ajustan a criterios de solvencia profesional sino de afinidad mafiosa. 

«Ningún sistema mafioso sobrevive a largo plazo si no genera dependencias y proporciona incentivos y desincentivos más allá de sus capos, capitanes y soldados»

En España, la colonización de instituciones y empresas es mucho mayor que la alcanzada por las mafias italianas. La explicación es sencilla. Mientras en Italia las mafias deben esforzarse en penetrar el Estado, la mafia política opera directamente desde dentro del Estado. Así, Tribunal Constitucional, Fiscal General del Estado, Tribunal de Cuentas, Consejo de Estado, CNI, SEPI, Radio Televisión Española, CIS, Patrimonio Nacional, Red Eléctrica Española, Renfe, EFE, Correos, AENA, Paradores de Turismo y más recientemente el Banco de España, son sólo algunas de las innumerables instituciones y empresas que ya están bajo el control de los capitanes y soldados del Partido Socialista. 

Del mismo modo que sucedió en Sicilia, según esta infiltración progresa, las infraestructuras y servicios esenciales se deterioran. Los efectos más evidentes, pero ni mucho menos los únicos, son el colapso de la red ferroviaria y el deterioro de la red de carreteras. 

La dependencia

Pero ningún sistema mafioso sobrevive a largo plazo si no genera dependencias y proporciona incentivos y desincentivos más allá de sus capos, capitanes y soldados. Para llegar a ser inexpugnable necesita la complicidad de buena parte de la sociedad. 

La principal dificultad a la que se enfrentaron las autoridades italianas a la hora de combatir las mafias no fue su influencia en los más altos estamentos del Estado. Fue la dependencia que la mafia había generado en la economía de la gente corriente. Pueblos, incluso regiones dependían de las actividades mafiosas para salir adelante. 

La omertá, código de honor siciliano que prohíbe informar sobre las actividades delictivas, se extendió en poblaciones enteras, pero más que por una cuestión de honor o por miedo a represalias, que también, fue por pura conveniencia: ¿qué sentido tenía denunciar u oponerse a la mafia cuando te ganabas la vida gracias a ella? 

Este es el tercer paralelismo. En España, uno de cada dos mayores de 18 años depende ya de una ayuda o subsidio, de una pensión o de un sueldo pagado por administraciones o empresas públicas. Esto significa que, de un total de 39,4 millones de ciudadanos con más de 18 años, 19,1 millones reciben algún tipo de prestación o salario público. Un sistema de dependencia masivo y capilar promocionado por los políticos desde las Administraciones Públicas. 

Cuando algunos analistas, perplejos, observan que los monumentales escándalos de corrupción y tráfico de influencias relacionados con el gobierno, o sus otros escándalos, los políticos, como la Ley de amnistía o la prometida financiación singular, apenas merman la intención de voto socialista o que incluso experimenta alguna mejoría, se pierden en complejas explicaciones sobre la psicología del votante. 

Sin embargo, este fenómeno quizá tenga una explicación mucho más sencilla: la dependencia de millones de votantes de la mafia socialista. Aunque siendo justos esta mafia no sea exclusivamente socialista, qué duda cabe que de cara a millones de ciudadanos dependientes el PSOE sabe proyectarse, por sus palabras y sus hechos, como su principal valedor.

Tal vez así se explique por qué a los analistas les ha resultado tan complicado hasta la fecha anticiparse a las decisiones e iniciativas de nuestro particular Corleone. Es muy difícil, por no decir imposible, acertar si se utiliza una lógica política ortodoxa. En cambio, todo cobra sentido si se piensa como un mafioso.

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