THE OBJECTIVE
Javier Benegas

Los Jemeres Rojos ya mandan en La Moncloa

«Si el PSOE de Sánchez resiste en las encuestas no es sólo porque sus votantes sean memos, sino porque combina a la perfección polarización con ideología»

Opinión
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Los Jemeres Rojos ya mandan en La Moncloa

Ilustración de Alejandra Svriz.

Seguramente, querido lector, se preguntará qué tienen que ver los siniestros pero afortunadamente desaparecidos Jemeres Rojos con lo que sucede en las entrañas de La Moncloa. Lo más probable es que me tome por loco o, peor, por un histérico fascista. Así que lo primero que voy a adelantar es que, si bien los Jemeres Rojos desaparecieron, su testigo ha sido recogido y puesto al día por una nueva generación de politólogos millennials. Y lo segundo, que hasta hora estos aspirantes a todopoderosos ingenieros sociales poco tenían que ver con las maniobras monclovitas, pero eso va a cambiar a partir de ahora con el nombramiento de Diego Rubio como nuevo jefe de Gabinete de Pedro Sánchez. 

Mi recomendación es que llegue hasta el final de este texto para familiarizarse con los planes de Sánchez en materia ideológica y que no le pille por sorpresa. Aunque la creencia dominante es que nuestro malhadado presidente sobrevive a salto de mata y carece de una visión de largo plazo, lo cierto es que también opera en un segundo plano ideológico que está pasando casi desapercibido.

Pero mejor empecemos por el principio, que es preguntarse quién es Diego Rubio y cuáles son sus gracias. Y la mejor forma que se me ocurre de hacerlo, más que la típica semblanza, es remontarme a 2021, año en que fue presentado a bombo y platillo un documento cuyo promotor fue precisamente Diego Rubio.  

Un manual de instrucciones para el nuevo socialismo

La presentación se había programado para el 18 de mayo de 2021, pero el asalto de la frontera de Ceuta por parte de 10.000 magrebíes, que arrancó el día 17 del mismo mes y culminó el 18, obligó a retrasar la fecha. Una vez el Gobierno de España se plegó por enésima vez a las presiones de la guerra híbrida de Marruecos, abonando 30 millones de euros en concepto de ayudas, y se concertaron las devoluciones en caliente, de las que siempre abominó el Partido Socialista por considerarlas fascistas, el panorama mediático quedó expedito para presentar a bombo y platillo el plan estratégico España 2050.

El plan España 2050, según la propaganda de Moncloa, significaba un salto cualitativo en tanto que abandonaba la secular visión de corto plazo de la política española y encendía las luces largas. ¿No queríais verdaderos proyectos a futuro y no sólo promesas de cara a las siguientes elecciones?, pues aquí tenéis dos tazas, repetían los voceros del Gobierno a través de sus medios afines y también, claro está, en las redes sociales.

«La idea del plan España 2050 surgió para dejar bien claro que la oposición mentía cuando calificaba al Gobierno de incompetente»

En mayo de 2021 aún no se había cumplido un año del fin de los confinamientos de la pandemia, los nefastos encierros que, en julio de 2021, el Tribunal Constitucional declararía inconstitucionales ya a toro pasado. Con la economía aún hecha girones, precisamente por culpa de los irracionales encierros que se prolongaron durante más de seis meses, la presentación del plan España 20250 se proyectaba desde el gabinete de Presidencia, entonces capitaneado por Iván redondo, como un golpe de efecto, un brusco requiebro con el que romper la cintura a una oposición muy crecida que había encontrado en la horrible —y ahora sabemos que corrupta— gestión de la pandemia, y su consiguiente crisis, una estupenda oportunidad para llevar a mínimos históricos la popularidad del gobierno socialista.  

Más que amortizados los efectos de la propaganda de «salimos más fuertes», cuyos únicos y verdaderos ánimos recayeron en forma de generosa inversión publicitaria sobre una prensa asombrosamente sumisa, urgía recuperar la iniciativa y convencer al público de que el Gobierno no improvisaba, sino que todo cuanto hacía estaba perfectamente planificado. De ahí surgió la idea del plan España 2050, para dejar bien claro que la oposición mentía cuando calificaba al Gobierno de incompetente y chapucero. Bien podría haberse limitado la aventurada fecha que componía el título del documento al año 2030, pero ya estaba cogida por la archiconocida Agenda 2030. Así pues, se decidió que lo mejor era ser más ambiciosos. Así se escogió el número redondo 2050 porque se ubicaba justo en el meridiano del siglo XXI. 

Según sus autores, con España 2050 no pretendían planificar el futuro sino animar a pensar a los españoles sobre en qué país querían vivir en el futuro. Sin embargo, cabía preguntarse cómo se compatibilizaba ese «querer» pretendidamente pluralista con las imposiciones de un puñado de académicos millennials elegidos a dedo. ¿Nada tenían que decir los comunes y en general quienes no formaban parte de tan reducida francachela de politólogos? En definitiva, ¿era realmente España 2050 una iniciativa para que los españoles decidieran qué querían ser?, ¿o más bien se trataba del borrador de una futurista ideología con la que imponerles lo que debían ser y, sobre todo, lo que podrían tener y hacer en el futuro? 

Más que incitar al debate y la reflexión, España 2050 era un vademécum progresista perfectamente cerrado. Un verdadero manual de instrucciones para el ensamblaje y puesta en marcha de la máquina del socialismo del siglo XXI. Ese socialismo adaptado a los nuevos tiempos cuyo primer gran cambio tuvo lugar hace ya más de 100 años: reemplazar la vieja lucha de la igualdad de clases por la lucha de la igualdad de géneros.

«Otra pieza clave es el control de la prensa y las redes sociales, con el pretexto acostumbrado de evitar la desinformación»

A este socialismo de nuevo cuño se le fueron incorporando otras piezas maestras, omnipresentes en el plan España 2050. El ambientalismo es la más importante porque de ella a su vez derivan una serie de transformaciones radicales, como el fin de la ganadería intensiva (reducción drástica del consumo de carne), la restricción de los viajes populares (turismo de masas y vuelos low cost) y la progresiva prohibición del automóvil privado, no sólo de motor de combustión interna sino también eléctrico. 

Otra pieza clave es el control de la prensa y las redes sociales, con el pretexto acostumbrado de evitar la desinformación y la manipulación de la opinión pública (las casualidades no existen). Y por último, como guinda del pastel, el progresivo acaparamiento por parte del Estado, indiscutiblemente socialista, del Producto Interior Bruto.

El mandarinato de los nuevos Jemeres 

Los analistas políticos suelen centrarse en los movimientos de los ministros más cercanos a Sánchez para distinguir cuáles de ellos son los verdaderos mandarines del aparato sanchista. Sin embargo, ese mandarinato no lo constituyen los ministros. Estos son, si acaso, los capitanes de la Cosa Nostra socialista, es decir los ejecutores. A través de ellos a lo sumo observaremos la culminación de iniciativas definidas previamente por el mandarinato auténtico. Un mandarinato que no se encuentra en los ministerios, sino en el fortín de la Moncloa, orbitando alrededor no ya de pedro Sánchez, sino también de su señora. De hecho, fue Begoña Gómez, y no su enamorado esposo, quien fichó a Diego Rubio, al que conoció en el Instituto de Empresa y poco después, en 2020, introdujo en la Moncloa.

Diego Rubio (Cáceres, 1986) se licenció en Historia en la Autónoma de Barcelona con el mejor expediente académico del país. Ha sido asesor de la Comisión Europea y Naciones Unidas y tiene un doctorado en Oxford, donde ha ejercido como docente y como investigador. Tras abandonar el ámbito universitario, trabajó en el Instituto de Empresa, que es donde contactó con Begoña, y a partir de ahí dará el salto a las instituciones.

«Lejos de ser líderes surgidos de las entrañas del pueblo de Camboya, los Jemeres tenían una sólida formación académica»

Es la supuesta excelencia académica de Rubio (digo supuesta porque la Academia hace tiempo que promociona más la ideología que el conocimiento auténtico), combinada con una vehemente devoción hacia el nuevo socialismo, cuyo manual de instrucciones, España 2050, él mismo capitaneó, es lo que le confiere la condición de jemer rojo redivivo. Y ahora me explico.

Seguramente, hoy muchos no sepan quiénes fueron los Jemeres Rojos. Menos aún sabrán que lejos de ser líderes surgidos de las entrañas del pueblo llano de Camboya, un país que en 1975 era muy pobre y abrumadoramente campesino, tenían una característica común e inusual en esas latitudes: una sólida formación académica. 

Pol Pot, el principal líder, estudió en Francia en la década de 1940, donde asistió a la École Française d’Electronique et d’Informatique. Khieu Samphan, uno de los principales ideólogos, se doctoró en Economía por la Universidad de La Sorbona. Ieng Sary, uno de los fundadores clave, al igual que los otros, estudió en Francia, donde asistió a la Universidad de París. Son Sen, que fue el ministro de Defensa de los Jemeres Rojos, también estudió en Francia, donde se formó en educación en la École Normale Supérieure en París. Y, por último, Hou Yuon, que fue ministro de Interior y Economía, estudió en París junto a Pol Pot, Khieu Samphan e Ieng Sary, y obtuvo un doctorado en economía y sociología rural.

El fenómeno de los Jemeres Rojos, una élite académica que lideró uno de los regímenes más brutales de la historia, conmocionó a los analistas del momento. Y aún hoy lo sigue haciendo. ¿Cómo fue posible que personas muy bien educadas y aparentemente civilizadas pudieran cometer crímenes tan atroces? 

Hay varios factores que explican esta falsa contradicción, pero de todos ellos destacaría la ambición personal y el extremismo ideológico. Estos dos rasgos combinados pueden convertir a individuos perfectamente civilizados y educados en peligrosos ideólogos capaces de justificar el enfrentamiento y la violencia política como medios necesarios para alcanzar sus bienintencionados objetivos.

Ambición y deshumanización. Una combinación peligrosa

No pretendo insinuar que Diego Rubio sea potencialmente un genocida, pero sí poner de relieve que esos dos factores confluyen en él de forma prodigiosa. Que es muy ambicioso ha quedado demostrado por su enrolamiento y su ascenso fulgurante en la máquina sanchista, que ahora va a dirigir desde la sombra. 

Aunque no soy quién para juzgar a nadie, por principios me resultaría muy difícil, por no decir imposible, servir a un personaje como Pedro Sánchez (ya fuera de izquierda, de centro o de derecha), que ha dado sobradas muestras de autoritarismo, deshonestidad, arbitrariedad, discrecionalidad, desprecio a las instituciones y propensión a la violencia política. Sólo si mi ambición personal superara a mis escrúpulos podría decidir ponerme a su servicio. Pues bien, esto es, precisamente, lo que ha hecho Diego Rubio. 

«Basta leer ‘España 2050’ para comprender hasta qué punto los politólogos del nuevo socialismo están deshumanizados»

En cuanto a la vehemencia ideológica, basta leer España 2050 desproveyéndola de su calculado lenguaje moderado y enfocándose en sus propuestas ideológicas para comprender hasta qué punto los politólogos del nuevo socialismo, como Diego Rubio, están deshumanizados. Su determinación para practicar una ingeniería social intensiva y masiva nada tiene que ver con el socialismo de Felipe González, al menos no con el de la primera legislatura, cuyas políticas fueron en comparación un prodigio del liberalismo económico y de respeto a las libertades individuales.

Diego Rubio tiene un texto publicado en Do Better, de ESADE, en el que analiza las ventajas e inconvenientes de lo que llama la polarización afectiva. De ese exto me llamó especialmente la atención el siguiente párrafo: 

«Un nuevo escenario político marcado por la polarización de bloques clarifica las alianzas partidistas tras las elecciones, ayudando a una mayor estabilidad de los gobiernos y a una mayor facilidad de alcanzar acuerdos políticos dentro de cada bloque».

Quizá me equivoque, pero diría que en estas pocas líneas se resume a la perfección la estrategia sanchista. Y yo no creo en las casualidades.

Para terminar, vuelvo a insistir en que limitarse a considerar a Pedro Sánchez como un político desalmado que sólo piensa en sobrevivir a cada día, aunque en buena medida se cierto, es quedarse muy corto. Si el PSOE de Sánchez resiste en las encuestas no es sólo porque sus votantes sean memos contumaces, sino porque combina a la perfección polarización con ideología. Aunque la ideología que vende nos parezca delirante, ese es el nuevo socialismo, el que los muy civilizados y bien educados Diego Rubio diseñan y proponen. Sin embargo, por el lado contrario, más allá de advertir de los peligros del sanchismo, ideas, lo que se dice ideas, pocas o ninguna.   

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