Trump, bueno para Europa
«Una victoria del expresidente podría impulsar las soluciones que Europa necesita para sobrevivir en un mundo menos más geopolítico y lleno de incertidumbre»
La mayor parte de los gobiernos europeos no ven a Trump con buenos ojos. Sin embargo, las últimas encuestas sugieren que el expresidente podría salir vencedor en las elecciones americanas, lo que ha encendido todas las alarmas en Bruselas, donde los funcionarios de la UE ya preparan planes de contingencia por si vuelve a ganar el magnate. Analizada con distancia, la primera estancia de Trump a la Casa Blanca no fue mala para la integración europea.
Al principio del mandato de Trump, la UE abominó y temió al magnate porque quizás puso frente al espejo las debilidades europeas. Sus modales de portero de discoteca, “rompiendo” manos cuando las estrechaba o apartando a empujones a primeros ministros para salir mejor en la foto, también tuvieron su reflejo en la política americana hacia la UE con una guerra comercial, el temor a que el expresidente no se comprometiera con el artículo 5 de la OTAN o sus advertencias a la dependencia alemana del gas ruso y de las exportaciones a China.
«Gracias a Trump, los europeos vimos las orejas al lobo de tener que competir a nivel geopolítico y de nuestra incapacidad para defendernos por nosotros mismos»
El magnate exhibió las vergüenzas europeas y la UE trató de resolverlas a una velocidad mayor de la habitual. Gracias a Trump, los europeos vimos las orejas al lobo de tener que competir a nivel geopolítico y de nuestra incapacidad para defendernos por nosotros mismos. La UE fue consciente de la fuerte dependencia que tiene de Estados Unidos a nivel de defensa, algo nada nuevo cuando desde los años 50 pusimos la seguridad territorial de Europa en manos de la OTAN. Así sigue hoy en día, por muchos cantos de sirena sobre la muerte cerebral de la Alianza y la necesidad de una autonomía estratégica, que Macron lanzó a los cuatro vientos en sus odas europeístas desde distintas universidades del viejo continente. La realidad es que para operaciones de gran envergadura como la que representa la invasión rusa de Ucrania, sin la organización militar transatlántica, los 27 no son gran cosa. El dinero que Europa aporta a Ucrania es mayor que el que dan los Estados Unidos, pero el número de armas que Washington proporciona a Kiev no puede ser igualado por una Europa cuya industria de defensa todavía es incipiente y con un modelo de defensa que todavía no termina de arrancar debido a esa tensión entre partidarios del atlantismo y de la defensa europea que todavía persiste.
Si Trump vuelve, ya ha dicho que no defenderá a los aliados que gasten menos del 2% del PIB en defensa, un mensaje que ya lanzó hace siete años y provocó que la UE se pusiera manos a la obra. Bruselas ha tenido tiempo más que suficiente para hacer los deberes en defensa. Presionados por Trump y Putin, los 27 han dado pasos en este sentido, pero no los suficientes pese a que Europa es la que más sufre las consecuencias de la guerra. La UE teme la victoria del expresidente porque nos obliga a dejar de marear perdices, a tomar decisiones y a poner dinero sobre la mesa. Si ahora debatimos sobre cómo poner 100.000 millones de euros para defensa, si gana Trump esa cantidad podría multiplicarse por diez.
El otro asunto que tiene nerviosos a los funcionarios europeos es el de la política comercial. Desde Bruselas se criticaron en público las maneras rudas del proteccionismo económico del magnate americano, sin embargo, sotto voce aplaudían que Trump se enfrentase a las políticas de una China que no permitía la reciprocidad en las relaciones empresariales, no respetaba la propiedad intelectual y entraba en sectores críticos de la economía europea. Al final los 27 impusieron sus propias medidas proteccionistas bajo el disfraz del concepto de autonomía estratégica. Pese a los aranceles de Trump, la UE exportó más de lo previsto al otro lado del Atlántico. El expresidente se queja del déficit comercial de 312.000 millones de dólares con la UE a la que acusa de ser una “mini China” y le amenaza con incrementar hasta en un 20% los aranceles a sus productos. La administración Biden tampoco es que haya sido benévola a nivel comercial ni con China ni con la UE lo que ha debilitado las exportaciones chinas a Estados Unidos, desviando algunas hacia los 27. La UE ya anunció que subirá al 45% los aranceles a los vehículos eléctricos chinos, pero si Trump llega a la Casa Blanca, todo podría ir a peor.
Gane o no el magnate las elecciones presidenciales, la UE tiene que hacer sus deberes si no quiere morir de éxito, como ya ha advertido el Informe Draghi. Una victoria del expresidente podría impulsar las soluciones que Europa necesita para sobrevivir y competir en un mundo menos multilateral, más geopolítico y en el que reina la incertidumbre. El problema no es Trump, sino que la emperatriz europea va desnuda.