Siria o lo que va de un cambio de gobierno a uno de régimen
«Más que el cambio de Gobierno en Siria, lo relevante son las modificaciones en la estructura, es decir, el régimen, del Estado»
Hacía tiempo que Siria había desaparecido del todo del foco informativo. Algo sorprendente, incluso sospechoso, teniendo en cuenta lo que ahora se revela como posiblemente el mayor de los muchos desaciertos estratégicos de los palestinos a lo largo de su reciente historia. No informar sobre Siria con motivo de la operación de Hamás y otros grupos el 7 de octubre de 2023 y todo lo que ha seguido suponía no solo hurtar el contexto a esos hechos, también las implicaciones y consecuencias de los mismos en una región de la que hasta ayer la República Árabe Siria ha sido la pieza clave. Por lo mismo, la destrucción de esa realidad estatal resultaría igualmente imprescindible para consolidar esquemas que desde hace más de un siglo se han querido imponer en la Siria histórica y natural de la que, por cierto, forma parte Palestina.
El silencio político e informativo se explica porque la censura es consustancial a la propaganda y esta es imprescindible para lograr objetivos políticos y militares para los que en su momento no se tienen los suficientes recursos o voluntades. Poco o nada se ha dicho de los bombardeos semanales de Israel a Siria desde el 7 de octubre del año pasado, los últimos, el mismo día que Hayat Tahrir al Sham inició su fulgurante avance hacia Alepo con parada final en Damasco.
Menos aún se hablaba en los círculos políticos, diplomáticos y mediáticos de los efectos de las sanciones económicas de la Unión Europea y EEUU sobre Siria, que a lo largo de casi catorce años han contribuido a debilitar las capacidades del Estado. Consecuencias tan devastadoras como un conflicto armado que entre 2011 y 2018 se cobró la vida de cientos de miles de sirios, muchos de ellos en las filas del Ejército regular o de la auxiliar Defensa Nacional. A ello hay que añadir el desgaste de un material no renovado por un bloqueo económico que ha empobrecido a la población hasta extremos insospechados, impulsando de paso la corrupción sin límites, la desidia y la desmotivación a todos los niveles en la función pública. Posiblemente, también deserciones, abandonos y más de alguna traición de graves consecuencias operativas, tanto en el plano militar como en el comunicacional, en este último caso manifestado con mensajes erráticos, contradictorios y sin apenas apoyo visual por parte de unos medios públicos sirios algunos de cuyos responsables parecían conocer bien o al menos olfatear el desenlace.
Esa combinación de factores podría explicar, en parte, la falta de reacción ante una operación que se preparaba silenciosa, concienzuda, y concertadamente entre varios actores estatales: Turquía, Israel, Qatar, EEUU, Reino Unido, Francia y Alemania, y con ella, la UE. A última hora se habrían sumado los dos grandes apoyos que tenía el Estado sirio: Rusia e Irán, que no tan sorprendentemente han dejado caer a ese aliado de ocasión para salvaguardar sus intereses estratégicos, fuesen globales o regionales. De ahí quizás que en el intertanto y mientras las agendas de cada uno de esos actores terminaban por coincidir y alinearse en el tiempo es que no conviniese hablar demasiado de Siria ni mucho menos de ciertos movimientos.
Tan efectivo como que Mohammed al Jaulani, el líder de Hayat Tahrir al Sham, había convertido en una bien entrenada organización armada a la sucesora de la marca de Al Qaeda en Siria, es que sin el apoyo tácito de varios Estados, difícilmente hubiese logrado salir de Idlib. Todo ello pese a las muchas debilidades y evidentes disfunciones del ahora inexistente Ejército estatal sirio. Algunos de esos Estados y por razones distintas o compartidas armaron, facilitaron inteligencia, cobertura aérea, propagandística, diplomática y logística a ese grupo que hasta hoy la ONU, EEUU y la UE consideran terrorista. También hubo apoyo a otros grupos de muy distinta composición y ni siquiera necesariamente armados. Grupos de la muy diversa oposición interna y externa siria que mantenían latente su rechazo, no solo al Gobierno sirio, sino sobre todo al régimen de la República Árabe Siria, es decir, del Estado. Este relevante matiz, que va mucho más allá de lo lingüístico, explica, por ejemplo, el inmediato cambio de la bandera estatal sin que ni siquiera y por falta de tiempo se haya modificado todavía un solo artículo de la constitución de 2012. Sin embargo, declaraciones de Jaulani y otros líderes de la triunfante otrora oposición, ya sea de la armada o la política, de la islamista o no, apuntan a no tener mayor problema en colaborar, incluso durante meses, con el jefe del Gobierno, el musulmán suní Mohammed Al Jalali, a quien nombró en el cargo el jefe del Estado, ahora desparecido, el alauita Bashar el Asad.
Y más que el cambio de Gobierno, lo relevante son las modificaciones en la estructura, es decir, el régimen, del Estado. Hasta ahora y desde la primera Constitución en 1920, su estructura ha sido unitaria, aconfesional –que no laica-, aunque en la práctica ha sido multiconfesional. Lo anterior quiere decir que el Estado de la República Árabe Siria, a diferencia de los reinos Británico, Saudí, Qatarí y otros, nunca ha tenido religión de Estado, lo cual no le impide hacer suyas y proteger a todas las manifestaciones religiosas. La cuestión también es pertinente respecto a la consideración de la sharía o ley islámica en un país en el que hasta ahora ha habido cristianos y musulmanes de distintas denominaciones. Casi todas las constituciones la han considerado una de las fuentes del derecho o una de las principales, pero no la principal o la única.
«Tan efectivo como que Mohammed al Jaulani, el líder de Hayat Tahrir al Sham, había convertido en una bien entrenada organización armada a la sucesora de la marca de Al Qaeda en Siria, es que sin el apoyo tácito de varios Estados, difícilmente hubiese logrado salir de Idlib»
Otra incógnita es si el Estado mantendrá su carácter unitario o si la fragmentación impulsada estos 14 años y consolidada en ciertas zonas de Siria los últimos días, por ejemplo en el noreste donde opera una milicia kurda apoyada por EE UU, se consagra constitucionalmente. En tal caso, sería el triunfo de Francia, cuyo modelo de cantonalización, impuesto a Siria durante la ocupación entre 1920 y 1946, es recordado por las tres estrellas de la que ya se usa como nueva enseña siria, que no es otra que la que Francia impuso a Siria en 1932. Cada estrella representaba uno de los seudoestados en los que París troceó Siria. A ellos se sumaban otros dos o tres cantones, según.
Mientras los sirios, por sí mismos o con la tutela de quienes propiciaron los recientes acontecimientos, determinan eso e instauran un nuevo gobierno, la República Árabe Siria, es decir, el régimen, ha dejado de tener cualquier relevancia internacional. Por algo lo abandonaron Rusia e Irán. Por algo también, y mientras sus fuerzas invadían territorio sirio, el mismo domingo el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, decía que se trataba de «un día histórico en Oriente Medio».