El mal común
«En nuestro país el héroe de la sensatez y de estar donde se debe y cuando se debe es el Rey Felipe VI. Su reciente discurso navideño es buena prueba de ello»
Se ha dicho que es una desgracia para un país necesitar héroes y quienes hemos vivido en lugares así podemos atestiguarlo. Pero aún peor es que los héroes necesarios no sean los capaces de hazañas insólitas sino sencillamente quienes se atreven a practicar y defender el sentido común. Hoy España requiere por encima de todo héroes de este tipo, aunque de vez en cuando circunstancias excepcionales como las producidas por la Dana exijan también otros heroísmos de patrón más convencional como el que han demostrado voluntarios y fuerzas de seguridad.
Yo creo que el héroe del sentido común y también de estar donde se debe y cuando se debe que ahora tiene que hacer horas extraordinarias en nuestro país es el Rey Felipe VI. Su reciente discurso navideño es buena prueba de ello. No pretendió con sus palabras descubrir océanos inexplorados sino volver al manantial donde podemos beber a gusto sin miedo a intoxicarnos: no repitió ninguna pedante bobada al uso sobre la Inteligencia Artificial sino que mostró para que sirve el uso modesto y sencillo de la inteligencia natural. Insistió en lo que necesitamos recordar, no en lo que está de moda inventar para gustar a los papanatas.
Naturalmente, tanta sensatez sin aspavientos he levantado protestas entre quienes mejor nos orientan con su discrepancia. Podemos, Sumar, el desparrame separatista, etc…son en quienes mas tenemos que confiar: en cuanto protestan es como cuando los perros de caza ladran, ¡ahí tenemos a la perdiz! Jone Belarra, otra que nunca falla, ha resumido su posición muy acertadamente con un «¡qué pereza!». En efecto, muy bien dicho, eso es lo que caracteriza a Belarra y sus ‘belarristas’: la pereza de tener que pensar razonablemente, la incuria que no les deja ver la realidad tras las brumas fétidas de su ideología, siempre a lo último que se lleva o sea siempre a lo más equivocado.
Pereza para pensar desde luego, pero no para echar a correr si la realidad les sale al paso, no vaya a maltratarles, como vimos en Paiporta hace no mucho. Quieren saltarse todas las líneas rojas pero con la Cruz Roja no quieren saber nada. Si no les gusta la pereza de Belarra, también tienen a su disposición la hipócrita santurronería modelo Salvador Illa. En su discurso navideño, presidido sólo por la bandera catalana (que no sobra mas que cuando falta la otra, la grande e inclusiva), habló solamente en catalán pero sin decir nada de quienes no pueden estudiar en castellano, o de quienes no hablan esa lengua pero van a tener que costear el trato fiscal privilegiado a Cataluña. Illa es fiel a la consigna de los desleales: ni una mala palabra ni una buena acción. Si por lo menos lo suyo fuera el circo, eso que tanto gusta a Urtasun que lo mismo lo encuentra en Madrid que lo improvisa en Guadalajara, Jalisco… Algo mas que pereza nos dan a muchos, a mas de los que ellos creen aunque no los cuentan por si acaso, tanto Podemos, como Sumar, los tíos de la boina y los de la barretina, en fin la conjura de los necios con los malos. La única buena noticia es que los jóvenes ya se van dando cuenta y se escapan de ellos a carcajada limpia. Todavía podemos esperar algo redentor del año que viene…
«Los ciudadanos españoles, que alguno habrá, tenemos que decantarnos por el bien común, como pide el Rey o por el mal común, que no es sólo común sino hasta comunista, que proponen los antimonárquicos»
El heroísmo de la sensatez: el Rey puso en el centro de su discurso la búsqueda del bien común. Enseguida los de la conjura le han acusado de derechizarse, cuando no de estar a la cabeza de la ultraderecha. Es un reconocimiento explícito de que en este país para buscar el bien común hay que ser de derechas, como admite la izquierda: atento, Feijóo. Ya hay quien se ha dado por aludido en las palabras del monarca: los que quieren que nadie toque lo suyo pero que se reparta todo lo demás. La sola forma de unidad que admiten nuestros cernícalos no es el bien común sino el mal común. Para un profeta de frenopático como Oscar Puente, el mal común más tóxico es Isabel Díaz Ayuso, que manda en los jueces, en los medios de comunicación contrarios a Sánchez, en las acciones populares que denuncian la corrupción de las altas esferas, etc… o sea, todo lo bueno que funciona en este país se debe a la presidenta madrileña. Pues nada, Puente de plata. El año que viene sin embargo Díaz Ayuso tendrá que compartir la titularidad del mal común con un veterano en esas lides, Francisco Franco, resucitado para la ocasión. De modo que los ciudadanos españoles, que alguno habrá, tenemos que decantarnos por el bien común, como pide el Rey o por el mal común, que no es sólo común sino hasta comunista, que proponen los antimonárquicos. ¡Ojalá en 2025 podamos votar para deshacer el empate!.