Sal, grita, lucha
«Lo que no ha hecho nuestro indecente Gobierno podemos remediarlo mostrando nuestro apoyo a los valientes demócratas venezolanos»
Hoy, 9 de enero, víspera del día en que debería tomar posesión de su cargo como presidente de Venezuela Edmundo González Urrutia, ganador de las pasadas elecciones, hay convocadas movilizaciones ciudadanas en ese país y en el resto del mundo. Estos movimientos responden a la insólita desvergüenza con la que el usurpador Maduro se atribuye el triunfo electoral (naturalmente sin aportar pruebas de ello, frente a las que exhiben los partidarios de González) y se niega a reconocer a quien le venció democráticamente, al que llama terrorista y ha puesto precio a su cabeza. Incluso ha secuestrado a su yerno para presionarle atacando a su familia. La oposición a Maduro y al chavismo que ha arruinado el país la encabeza la admirable Maria Corina Machado, a la que se impidió presentarse a las elecciones presidenciales por medio de trapacerías innobles. María Corina llama a salir hoy a la calle: «Sal, grita, lucha», propone valientemente.
En realidad, impedir el golpe de Estado de Maduro no va a ser nada fácil. El dictador de facto tiene en su mano todos los recursos coercitivos del poder y cuenta por el momento con el más importante de todos, la complicidad del ejército, ligado hasta ahora por múltiples narcovínculos con su gobierno. Y digo «hasta ahora» porque parecen empezar a verse desafecciones en la milicia, que podrían abrir una ventana de posibilidad a la democracia en Venezuela. Hay también otro elemento que aporta una tibia luz de esperanza a la ciudadanía venezolana, pero es exterior al país: la presión internacional reconociendo como presidente legítimo a Edmundo González y exigiendo a Maduro una transición pacífica de la potestad presidencial. Pero esta necesaria presión no depende del coraje de los venezolanos demócratas, sino de la decencia práctica de otros países que alardean de su virtud democrática… como por dudoso ejemplo el nuestro.
Se ha repetido de diversas formas muchas veces: los Estados no tienen realmente principios sino intereses, aunque declamen lo contrario de modo altisonante. Su primera función es ser defensores acérrimos, aunque a veces disimulados de los egoísmos nacionales. Pero los ciudadanos que se sienten demócratas pueden permitirse el lujo de tener ideales, incluso de creer que el idealismo puede tener a medio plazo mejores resultados prácticos que el descarnado egoísmo. Si un tiranuelo de chicha y nabo, un Calígula tropical como Maduro, ladrón y asesino (o sea, en resumen: comunista), puede salirse con la suya convocando unas elecciones trucadas para lavar un poco su imagen, pero luego desoír escandalosamente el resultado porque su maltratado pueblo ha resultado más desobediente de lo que se esperaba, los finalmente perjudicados no sólo serán los venezolanos sino todos los que en este mundo político corrompido aún quieren creer en la utilidad de las maneras democráticas.
«La actitud del Gobierno español frente a la dictadura chavista y el robo de las elecciones presidenciales es de vergüenza ajena»
Si el infame Maduro se impone sobre los votantes y les obliga manu militari a someterse a él, nadie que en ninguna parte del mundo se presente a unas elecciones podrá sentirse seguro, ni siquiera en camino sensato. Y no, no será la espectral ultraderecha quien tendrá la culpa de ese desistimiento democrático, sino esa podredumbre autoproclamada izquierda que va desde el Che Guevara y Maduro hasta Monedero, Enrique Santiago o Yolanda Díaz. Y Sánchez, desde luego, porque Sánchez está siempre donde se amasa la mierda «progresista» que sirve para justificar lo peor de lo que ocurre en países que con numerosos impedimentos estructurales intentan incorporarse a los sistemas democráticos: ninguna democracia real es perfecta y rutilante, pero todas sus alternativas demagógicas –sobre todo si son de izquierdas- son infinitamente peores. Los ciudadanos venezolanos decentes y dignos, la gran mayoría, ya se han expresado al respecto en las urnas. Y no les quieren escuchar…
Algunos jefes de Estado como Milei o Biden han acogido como presidente electo a Edmundo González Urrutia en su reciente gira por América, previa a intentar su toma de posesión. Varios políticos hispanoamericanos significados, como Andrés Pastrana, dicen estar dispuestos a acompañarle el viernes en su reivindicación de la legalidad constitucional. También el parlamento de la UE ha reconocido a González Urrutia como presidente, sin el apoyo de los socialistas españoles. Porque la actitud del Gobierno español frente a la dictadura chavista y el robo de las elecciones presidenciales es de vergüenza ajena; digo ajena porque tanto Zapatero como el resto de los sanchistas –no socialistas- carecen de vergüenza propia. Por razones históricas, culturales y hasta genealógicas, España debía haber encabezado el apoyo a la democracia en Venezuela que representan Edmundo González Urrutia y María Corina Machado. En lugar de eso, ha sido uno de los valedores de Maduro y sus tejemanejes antidemocráticos. Pero, lo que no ha hecho nuestro indecente Gobierno podemos remediarlo en parte los ciudadanos españoles mostrando nuestro apoyo a los valientes demócratas venezolanos. Para empezar hoy mismo, jueves 9 de enero, a las 18 horas en la Puerta del Sol. Sal, grita, lucha.