THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Censura, no gracias

«Sánchez se va a cocer ahogado por sus aliados y asfixiado por los jueces. Es preciso que caiga por sus errores, por la corrupción y la deriva autoritaria»

Opinión
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Censura, no gracias

Ilustración de Alejandra Svriz.

En política hay que poner las luces largas. Hacerlo al revés, planificar a corto plazo y fijarse solo en lo inmediato es dar bocanadas para sobrevivir, pero nada más. El entramado sanchista es tan amplio y complejo, y sus alianzas tan retorcidas, que es preciso medir bien los pasos y esperar el momento adecuado. Y este no lo es. Una moción de censura a Sánchez ahora únicamente serviría para darle una vía de salida al laberinto en el que se ha metido. Si el PP presenta una, conseguirá unir de nuevo a Frankenstein frente al enemigo común. Por tanto, nada podría hacer más feliz a Sánchez que una moción de la derecha.

Ninguno de los socios de investidura del presidente le va a dejar caer. Ni Bildu, ni Junts, ni ERC, y menos el PNV. Sánchez es la gallina ponedora. No hace falta más que apretarle un poco el gaznate para que ponga los huevos que se le pidan. Una cosa es una votación conjunta circunstancial, como las pensiones o los impuestos, que debilite a Sánchez, y otra es investir a Feijóo en una moción de censura. Junts puede amenazar y golpear al Gobierno de «coalición progresista» sin dejarlo morir. Puigdemont aprieta, pero no ahoga.

Si Feijóo decidiera presentar una moción de censura con el «sí» de Vox y el «ya veremos» de PNV y Junts, no saldría vivo. Sería la ocasión para que el sanchismo hiciera lo único que sabe hacer: unir para destruir. Sánchez haría lo que fuera y daría lo que no tiene para conseguir que los grupos parlamentarios machacaran al líder del PP, y lo dejaran solo con Abascal. La foto sería perfecta para el universo sanchista: los «ultras» de la mano contra el progreso de los pueblos del Estado «plurinacional». Feijóo saldría tocado, como ha ocurrido con los candidatos de las anteriores mociones de censura que no han prosperado, salvo la ocasión de Felipe González contra Suárez, cuando todo era en blanco y negro.

Ahora Sánchez está acorralado. Las encuestas dicen que se encuentra muy deteriorado. No obstante, en esto de los sondeos habría que señalar dos cosas. La primera es que el PSOE siempre remonta ante las urnas y, la segunda, que la sociometría es la ciencia más inexacta que ha dado el Hombre. De todas formas, los estudios no dicen que el socialista vaya bien. Incluso Marichús Montero saca la peor nota del PSOE en Andalucía. Pero las cosas del agobio de Pedro no van por ahí.

Lo que deteriora a Sánchez es que no gobierna y que el poder se le escapa. No tiene capacidad de maniobra para aprobar nada en las Cortes, y sus antiguos socios exigen cada vez más. Sin BOE no es nadie. No tiene presupuestos, ni los va a tener. Carente de financiación va a ser incapaz de tejer esa red clientelar a la que la izquierda está acostumbrada, como la «gratuidad» universal del abono transporte. La falta de dinero convierte en ridículo el discurso de la «justicia social», y no es posible compensarlo vendiendo polarización emocional. Un relato sin pasta no sirve.

«El poder se le va a Sánchez porque la justicia está actuando»

Pero, además, el poder se le va a Sánchez porque la justicia está actuando. La colonización del Estado y el desmantelamiento del poder judicial no han sido lo suficientemente rápidas como para evitar que empiecen a caer personas de su entorno: Begoña, el Hermanísimo, el Fiscal, Ábalos, y todo en medio de las revelaciones de Aldama que señalan a ministros y altos cargos del PSOE. Esta combinación de noticias sobre corrupción y requerimientos judiciales está empequeñeciendo su figura, dando la sensación de que le quedan tres telediarios. No hay nada peor para un líder que tener la imagen de ser efímero y débil.

No acaba ahí. Trump es una mala noticia para Sánchez. El presidente norteamericano sí tiene poder, y no el inquilino de La Moncloa. De un plumazo ha doblegado a Petro, el colombiano, y desde el primer día dejó claro que tiene enfilado al Gobierno de Sánchez, el que no paga lo que debe a la OTAN. Un Sánchez, por otro lado, al que Trump tiene como amigo de Hamás y de la izquierda hispanoamericana. Esto puede ser que aquí, en el país de los antiamericanistas memos, reporte a Sánchez las adhesiones de cuatro progres, pero no gusta en la Unión Europea, que se está armando hasta los dientes.

Sánchez, en suma, se va a cocer en su propia tinta, perdido en la maraña de sus líos, ahogado en las exigencias de sus aliados, y asfixiado por los jueces. Es preciso que Sánchez caiga por sus errores, por la corrupción y la deriva autoritaria, y que los españoles le den la espalda de forma ostensible. Si se pretende su caída antes de que esté carbonizado cuando todavía puede hacer cambalaches parlamentarios, se corre el riesgo de que permanezca más tiempo o que se forje un mártir de la izquierda.

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