THE OBJECTIVE
Esther Jaén

Putin y Trump, chupito a chupito

«Putin es interlocutor para Trump, mientras la UE sigue en la dolorosa irrelevancia y en la propia indefinición: rearmarse, sí, pero cómo, cuándo y en qué condiciones»

Opinión
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Putin y Trump, chupito a chupito

Putin y Trump. | Ilustración de Alejandra Svriz

No cabe duda de que Vladímir Putin se ha venido pasando por el forro del abrigo el derecho internacional, los derechos humanos y la legalidad. Su palabra es la ley, como dice la ranchera del gran José Alfredo Jiménez, y su objetivo, volver a ese gran imperio zarista de Pedro el Grande o Catalina la Grande, ya sea vía anexión, agresión, invasión o control político de los territorios gracias a gobiernos títere, esos títeres que él maneja. Los métodos son lo de menos. Si hay que envenenar a disidentes, ¡hágase!, que resulta que hay que invadir la península de Crimea, ¡hágase también! y de paso se deja a la Comunidad internacional y, en especial, a la UE (que miró para otro lado ante ese latrocinio, en 2014) a la altura del betún, Putin lo celebra con un chupito de vodka.

Chupito a chupito, Vladímir Putin ha ido haciendo sus pinitos, estableciendo alianzas con China, Irán, Corea del Norte y todos esos países donde el respeto a los derechos humanos brilla por su ausencia y se ha convertido en uno de los actores internacionales que hay que tener muy en cuenta al abordar este nuevo orden mundial que se nos viene encima, sin normas ni complejos, donde la UE, en cambio, se ha dado de bruces con su propia irrelevancia, después de que EEUU con su lenguaraz presidente Donald Trump a la cabeza, no deje de lanzarnos mandobles y diatribas, algunas con una cierta razón de fondo, que se pierde siempre que se echa un vistazo a las formas empleadas por el rudo Trump. 

El caso es que Putin es interlocutor para Trump, mientras la UE sigue en la dolorosa irrelevancia, para el norteamericano y en la propia indefinición: rearmarse, sí, pero cómo, cuándo y en qué condiciones. 

El último berenjenal en el que ha decidido meterse el estadounidense, la anexión de Groenlandia por parte de EEUU, no puede, sino hacer las delicias de su nuevo amigo Vladímir Putin. 

Fiel a su estilo, Trump tiró de chequera en primer lugar y ofreció a Dinamarca comprarle esas tierras próximas a sus límites, en el Ártico. Lo hizo ya en su primer mandato y lo ha vuelto a hacer, con igual respuesta por parte del Estado danés: «Groenlandia no está en venta». Sin embargo, el mandatario estadounidense no es de los que se conforman con un «no» por respuesta y sigue, erre que erre, dando la vuelta a la posibilidad de apropiarse (¡indebidamente, cómo sino!) de Groenlandia, territorio con alrededor de 57.000 habitantes, con una mayoría que apuesta por la independencia de Dinamarca, pero que se niega rotundamente a ser propiedad de EEUU y que contiene una enorme montaña repleta de tierras raras y minerales de gran valor para la industria tecnológica. Claro que cuenta también con una población ecologista contumaz, que entona a voz en grito el «¿Urani? ¡Naamik!» o lo que es lo mismo: «¿Uranio? ¡No!».

«Si Trump quiere quedarse con Groenlandia ‘por la cara’ o ‘por la espalda’, a Putin le parece muy bien»

Aquel que ose poner una pica en Groenlandia se enfrentará también, a las primeras de cambio, a condiciones climatológicas adversas y a todo lo que se le puede poner a un empresario de culo, cuando pretende abrir una factoría junto a un pueblo inuit.

Con todo, Putin ya ha avanzado su apoyo a Trump para esta empresa, en lugar de aspirar él mismo a la conquista, con ese afán invasor que le caracteriza, puesto que a él, Groenlandia, tampoco le queda tan a desmano. Pero si Trump quiere quedarse con Groenlandia «por la cara» o «por la espalda», a Putin le parece muy bien, porque sus razones tendrá Donald Trump. Las de Putin, para jalear a Trump, son razones muy básicas, pero no por ello poco efectivas. Para comenzar, se salga o no con la suya, Trump, con sus pretensiones y la «delicadeza» con la que las expresa, está provocando una desestabilización en toda regla de las alianzas de la UE con EEUU y, en especial, dentro de la OTAN, puesto que un país OTAN (EEUU) aspira a quedarse con una parte de otro país OTAN, como es Groenlandia (que pertenece a Dinamarca desde hace 600 años).

Cuanto más débil sea la UE, tanto mejor para Putin y sus aspiraciones de recuperar su zona de dominio e influencia, y si la OTAN salta por los aires o permite que las pugnas de unos y otros la atenacen e inhabiliten en la práctica, habrá dado un paso de gigante, una buena patada al tablero internacional y a esa OTAN que hasta ahora ha velado por la seguridad de la inmensa mayoría de países del otro lado del Telón de Acero. Y todo eso, chupito a chupito. 

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