THE OBJECTIVE
Nicmer Evans

Para los que desperdician la comida

Mientras tu preparas o compras comida que al final no te comes, otros con mucho menos de eso podrían sobrevivir dignamente, pero tampoco podemos criminalizarnos por esto, lo que debemos es reflexionar sobre lo que compramos y lo que consumimos, ya que el problema es un asunto cultural.

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Mientras tu preparas o compras comida que al final no te comes, otros con mucho menos de eso podrían sobrevivir dignamente, pero tampoco podemos criminalizarnos por esto, lo que debemos es reflexionar sobre lo que compramos y lo que consumimos, ya que el problema es un asunto cultural.

Un viejo estigma de la religión católica ha buscado hacernos culpables desde muy niños cuando no queríamos comer o dejábamos comida en el plano: «…¿sabes cuánto niños no tienen comida mientras tu la desprecias o la botas?», decían nuestros padres o abuelos. Sin embargo, aunque esto fuerza por una parte una mala alimentación e incluso estimula la obesidad, no deja de tener razón en algo: hoy se tiran 1.300 millones de toneladas de comida mientras que 795 millones de personas mueren desnutridas, esto quiere decir que la cuarta parte de la comida desperdiciada acabaría con el hambre en el mundo, esto según la FAO.

Mientras tu preparas o compras comida que al final no te comes, otros con mucho menos de eso podrían sobrevivir dignamente, pero tampoco podemos criminalizarnos por esto, lo que debemos es reflexionar sobre lo que compramos y lo que consumimos, ya que el problema es un asunto cultural.

Los gobiernos, los fabricantes y los medios tienen el mayor grado de responsabilidad en el estímulo del consumo en sociedades despilfarradoras, pero es fácil al final echarle la culpa sólo al ciudadano que responde a la provocación permanente del consumo excesivo de carbohidratos, etc. 

No sólo es un problema de salud pública lo que consumimos, en cuanto a su calidad, sino que es un problema mundial el hecho de que los que más tienen desperdician, mientras que los que no tienen, cada vez tienen menos posibilidad de acceso al alimento, y esto es parte de la desigualdad y la miseria humana. 

Algunos con la excusa católica de los pobres que no tienen que comer, se obligan a comer todo lo que no necesitan pero se le sirve en el plato, co o si al comerlo se hace en lugar de los pobres del mundo, en lugar de sólo pedir o preparar lo justamente necesario para su satisfacción, esto hace al consumidor un obeso que come lo que a otros no le llega, y eso tampoco es muy ético ni cambia en nada el problema de la hambruna en el mundo. 

Comprar lo que se necesita, cocinar lo necesario y contribuir con los que no tienen, y por la otra, no incitar a un consumo innecesario solo por vender o generar mayores ganancias, enseñar a consumir y enseñar a cocinar,  no sólo ayudaría, sino que sería parte fundamental de la solución de un problema que a todas luces cuestiona nuestra «humanidad». 

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