THE OBJECTIVE
Fernando L. Quintela

Si estás en África, mira al cielo

Hoy estoy cansado. Y como yo, imagino que cientos de miles de ciudadanos. La vida, sin dejar de ser maravillosa, se hace cada vez más espesa.

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Hoy estoy cansado. Y como yo, imagino que cientos de miles de ciudadanos. La vida, sin dejar de ser maravillosa, se hace cada vez más espesa.

Hoy estoy cansado. Y como yo, imagino que cientos de miles de ciudadanos. La vida, sin dejar de ser maravillosa, se hace cada vez más espesa. No sólo por ella en sí misma y las responsabilidades y compromisos que te lleva a adquirir, sino porque el ambiente de la sociedad está cada día más caldeado. Un potaje que se ha ido cociendo a fuego lento. Cada vez me creo más esa cantinela de que ha llegado un momento de cambio, de un nuevo modelo de vida y gestión social. De una nueva forma de hacer política. Es verdad que no creo que sea el momento de machos alfa, por situar las cosas, pero tampoco veo la continuidad de los de siempre.

Por eso, como estoy cansado, acudo a esos refugios en los que, si sabes concentrarte un poco, encuentras inmensidad, esperanza. El cielo es uno de ellos, no sólo en el sentido bíblico, sino también en su dimensión física. Noches como las de la fotografía sólo te permiten una actitud: la contemplación, el silencio, el respeto, la imaginación. He visto cielos llenos de estrellas, nada contaminados por la luz del ciudadano. Noches africanas, ¿para qué me voy a ir de allí?, en las que el cielo es lo que realmente es y se llena de unas luces que te abstraen, que te obligan a susurrar y a caminar despacito y con calcetines, para no hacer ruido. Para que nada altere ese orden desordenado de las estrellas, esa belleza de lo desconocido que quizá alguna vez pueda estar a nuestro alcance.

¿Quién no se ha imaginado a si mismo alguna vez flotando entre tanta luz en la oscuridad? Es como sumergir la cabeza en el mar, cerrar los ojos y escuchar el sonido de ese silencio tan ensordecedor. Lo he practicado en cientos de ocasiones, en los peores y los mejores momentos. Porque esas fórmulas de evasión de las tensiones de la vida, a las que cada uno les da la dimensión que su ser soporta, proporcionan instantes inigualables. Estás solo, con tus pensamientos y sin interferencias. El mar te lleva a tu origen, que son los sonidos que debimos haber escuchado en el interior del vientre de nuestras madres. Las estrellas en un cielo puro te llevan al futuro, porque se supone que algún día podremos tener algún privilegio que nos permita entender los misterios más sagrados de la vida. Y, de nos ser así, algo nos habrá permitido disfrutar de vez en cuando de estos espectáculos de paz.

Si estás en Africa, no te vayas, mira al cielo.

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