Pueblos pioneros contra la despoblación: «Hay que combatirla como una orquesta»
Castilla y León es una de las zonas cero de la despoblación. Los expertos sostienen que el problema hay que abordarlo de forma transversal
Castilla y León es una de las zonas cero de la despoblación. Solo dos de sus nueve provincias, Burgos y Valladolid, escapan del sombrío panorama que augura un informe del Gobierno. La región se juega buena parte de su futuro este domingo en las urnas. Los partidos han lanzado propuestas por doquier durante la campaña, pero los expertos sostienen que el problema hay que abordarlo de forma transversal. De momento, pocos pueblos españoles lo hacen. Son pioneros contra la despoblación.
El Plan 2050, publicado el año pasado por el Ejecutivo, ofrece datos demoledores. Si a mitad del siglo pasado el 50% de la población española vivía en las ciudades, ahora lo hace el 80%. Pero eso no es todo. De aquí al 2050 la proporción aumentará en más de ocho puntos porcentuales. Castilla y León perderá población a un ritmo del 10%. Será la región más afectada.
Repoblar contra la despoblación
El tema demográfico lleva décadas quitando el sueño a los castellanoleoneses. Para contrarrestar la pérdida de habitantes, algunos municipios optaron por ofrecer viviendas para atraer a familias. El último caso, en Tabanera de Cerrato, un pueblo de Palencia con 142 habitantes. Sin embargo, estos hechos aislados no resuelven el problema. Tampoco marchas como la que protagonizó hace unos años el alcalde de Torrubia de Soria con la burra Margarita para denunciar el abandono de su pueblo.
Cansados de que las instituciones no abordaran el asunto, los propios vecinos de Castilla y León comenzaron a organizarse creando plataformas a principios de siglo. Este domingo se someten al escrutinio de las urnas bajo el nombre de España Vaciada. Hay municipios donde ya han podido desarrollar sus ideas, que tomaron forma tras la marcha a Madrid en marzo de 2019. Es el caso de Belorado, un pueblo de 1.800 habitantes en la provincia de Burgos.
Una de las primeras decisiones de Vecinos por Belorado al llegar al poder hace casi tres años fue impulsar una concejalía de Repoblación para evitar perder más habitantes. Su titular es José María García, con el que no ha podido contactar este periódico. La iniciativa ha llevado a la localidad a 67 personas, aunque solo continúan 54. Se les ofrece casa y se les busca empleo en la zona.
En cambio, admiten que las medidas estructurales adoptadas, que incluyen planes educativos y empresariales, no darán resultado hasta dentro de una década. Luis Antonio Sáez, doctor en Economía y director del Centro de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo en Áreas Rurales (CEDDAR) explica a THE OBJECTIVE que, contra la despoblación, hay que luchar de manera transversal. No vale crear una concejalía ad hoc para hacerle frente.
La importancia de la movilidad
«Si tienes en tu equipo a 11 Messi, perderás, porque sus características no sirven para ser portero o para marcar a un jugador alto que va a rematar un córner. Hay que combatir la despoblación como una orquesta, no solo con solistas», insiste Sáez. Este profesor de Economía aplicada en la Universidad de Zaragoza sostiene que son necesarios planes estratégicos completos, algo de lo que «adolecen» las instituciones.
Sáez cree que la iniciativa del Gobierno de Aragón de crear un comisionado específico o los planes del Ejecutivo de Pedro Sánchez son un paso, pero les achaca que hagan un tratamiento vertical. Si hay que tomar un ejemplo, él se decide por el del Gobierno navarro, que ha creado una comisión interdepartamental con directores generales de diferentes consejerías.
«El problema no es solo el empleo o los servicios públicos, también hay que contar con la movilidad», insiste el director del CEDDAR. En su opinión, es importante dónde quiere vivir la gente. Pone como ejemplo a Daroca, un municipio de la provincia de Zaragoza en cuya cárcel trabajan más de 200 funcionarios. Sin embargo, solo unos cuantos viven allí. «Antes no existía movilidad y el médico y el guardia civil tenían que vivir en el pueblo. Esto hoy no es así», insiste.
Uno de los pueblos que ha incluido esa variante en su ecuación es Genalguacil, un municipio de 500 habitantes situado en el Valle del Genal, en plena Serranía de Ronda (Málaga). El Ayuntamiento lleva décadas trabajando en una línea pionera que fusiona el arte, la cultura, la tradición y la naturaleza. No en vano, cuenta con una ubicación privilegiada, en pleno paraje natural y a apenas 30 kilómetros de la Costa del Sol, donde se marchan muchos de sus lugareños.
El papel de los artistas
Gracias a los Encuentros de Arte, que comenzaron en 1994, han pasado por la localidad 200 artistas que han dejado su huella en el entramado de calles y plazas blancas, convirtiéndolas en un museo al aire libre que le confiere identidad propia en la zona. Además, en 2004 abrió el Museo de Arte Contemporáneo. La localidad recibe 30.000 visitas cada año, lo que supone multiplicar su población por 60.
«Tenemos un gran impacto económico. Genalguacil no pilla de paso. Lo mínimo es comer. Hay cinco bares y van a abrir dos más. Hay muchas casas rurales y tenemos varios empresarios interesados en montar hoteles», explica su alcalde, Miguel Ángel Herrera (PSOE). Reconoce que el pueblo se ha convertido en un referente y descubre que cada años llegan regidores de toda España para interesarse por el modelo.
Herrera señala que una de las claves del éxito ha sido contar con profesionales. «Solo así se hace un proyecto serio. Si no, estás en fuera de juego». Cree que la covid ha cambiado el mundo que conocíamos y que esa nueva realidad está dando paso a nuevas oportunidades, también para las zonas rurales. Se resiste a creer que estas tengan que morir, por eso en 2019 creó una concejalía específica contra la Despoblación.
Esta área pionera que dirige la concejal Marta Calvente se dedica a «ayudar en todo lo que pueda» a sus ciudadanos. Y eso implica campañas de posicionamiento en Internet y de desarrollo de marca para los negocios. Calvente también se encarga de la dinamización en el municipio, de encontrar inversiones y de buscar viviendas libres para que puedan llegar nuevos habitantes. En los dos últimos años el plan de repoblación ha atraído a 15 personas.
Una concejalía específica
La concejalía de Despoblación supone un todo en uno. Una figura que no existe en lugares más aquejados por esta problemática, como Castilla y León o Aragón. «Aquí no tenemos concejalías específicas, sino áreas de desarrollo local más enfocadas a la generación de empleo que a combatir la despoblación», lamenta Silvia Benedí, técnica en la Asociación de Desarrollo Rural Integral (ADRI), que se ocupa de 97 municipios de dos comarcas aragonesas.
«A mí me parece interesante crear una concejalía contra la despoblación porque este es un problema transversal y hay que abordarlo con planes estratégicos. La despoblación no es solo un problema de empleo. También lo es de vivienda, de servicios y de muchas otras cosas», reconoce Benedí, que vive en un pueblo de 200 habitantes.
La España que se desangra es fundamentalmente la España interior, aunque el proceso también afecta a muchas ciudades medias y capitales de provincia. En nuestro país hay 1.109 municipios en los que no vive nadie con menos de cuatro años. El acceso a los servicios, las infraestructuras y las oportunidades laborales lastran a las zonas rurales.
El informe del Gobierno admite que «el despoblamiento de la España rural no podrá detenerse». Para contrarrestarlo, los partidos han firmado un pacto de Estado para la repoblación, el Gobierno ha impulsado un plan con 130 medidas y los presupuestos de este año incorporan más de 4.200 millones de euros para afrontar el reto demográfico. Pero para algunos no es suficiente.
La felicidad
«Medimos las cosas por la distancia que tenemos del hospital, pero, ¿cuánta gente muere en las ciudades por la contaminación? Los servicios de Atención Primaria en las grandes urbes están congestionados, pero en los pueblos te atienden en el día. La despoblación tiene limitaciones, pero también tiene cosas positivas», argumenta Luis Antonio Sáez, director del CEDDAR.
En opinión de este experto, el problema no es tanto el número de personas que residen en las zonas rurales, sino si pueden vivir donde desean o si hacen en condiciones hostiles. Por eso sostiene que hay que acabar con el determinismo geográfico y apostar por la felicidad. Así lo entendieron hace tres años en Oia (Pontevedra), el primer municipio en crear una concejalía específica de la felicidad en España.