Alberto Núñez Feijóo: birrete y boina
Núñez Feijóo seguramente es el único de los dirigentes del PP en estos momentos capaz de congregar máximo apoyo dentro del partido por veteranía, experiencia y habilidad en la gestión
Es ahora o nunca. Él lo sabe, pero no dará un paso hasta que la Junta Nacional del Partido Popular confirme este martes la dimisión de su líder, Pablo Casado, y la celebración de un congreso extraordinario del primer partido de la oposición en la primera semana de abril. Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, 1961), presidente de la Xunta de Galicia desde 2009 (ganador cuatro veces y siempre por mayoría absoluta), abogado y funcionario por oposición de la Administración gallega, ha puesto como condición que no haya más candidatos que él. Si se lo piden, como así lo están haciendo los barones populares, asumirá, según sus declaraciones, esa «decisión difícil» y entrará en Génova, la madrileña sede central del PP, como un dignatario bajo palio por aclamación de la militancia en unas primarias sin ningún otro aspirante. Él sabe que en el fondo ha tenido suerte en el supuesto, naturalmente, que ser líder de un partido devastado por una crisis interna sea como ganar el primer premio de la lotería. Hace cuatro años, con Mariano Rajoy derrotado por la moción de censura de Pedro Sánchez, Feijóo pensó que el ex primer ministro le pediría dar un paso al frente. Sin embargo, tan gallego o más que él, Rajoy se encogió de hombros y le dijo que no apoyaría ni a él, ni tampoco a Soraya Saénz de Santamaría. Con los ojos húmedos y para sorpresa de todos, Feijóo anunció que seguiría en Galicia por compromiso con sus paisanos y coherencia política.
La historia no siempre se ajusta a las palabras de quien la protagoniza. En ese momento, cuando comunicó que se apartaba de la carrera por el liderazgo del PP, más de un analista opinó que ese gesto reflejaba el carácter prudente, temeroso y coitadiño (pobrecillo, en términos gallegos) de Feijóo. Quizás temía que la clase política y la prensa sacaran de nuevo el asunto de su controvertida foto en un yate, en 1994, con uno de los capos del narcotráfico, Marcial Dorado, condenado por blanqueo de dinero. Por entonces él daba los primeros pasos como funcionario público regional. Mucho tiempo después, en 2013, ya en la presidencia del Gobierno gallego la instantánea la «rescató» El País. Los populares acusaron al diario de tratar de arruinar su fulgurante carrera. Pero lo cierto es que a fecha de hoy esa mancha no ha sido borrada del todo de su currículo. Al periodista Jordi Évole, en un programa dedicado a él en 2018, le aseguró que no conocía en el momento de la foto la verdadera identidad de Dorado, pero agregó: «Es verdad que es difícil de explicar».
Núñez Feijóo seguramente es el único de los dirigentes del PP en estos momentos capaz de congregar máximo apoyo dentro del partido por veteranía, experiencia y habilidad en la gestión. Sin embargo, cuando se intenta esbozar un retrato psicológico suyo uno se encuentra con el de un político ambiguo y no pocas veces contradictorio. Si se le hace notar una incómoda declaración suya, una actuación, lo admite pero al poco se desdice y afirma lo contrario. La prensa local se esfuerza por sacarle una palabra de más o recabar el auxilio de un imaginario diccionario de feijóosismo. Quienes lo conocen anticipan duras jornadas para la prensa madrileña en su afán de traducir a lenguaje de la calle sus juicios. Superará en eso a Rajoy, que en más de una ocasión le pidió entrar en su gobierno como ministro y hasta como vicepresidente. Una cuestión de temperamento y afinidad de gallegos.
Es un político tranquilo. No se altera por casi nada y piensa que antes de hablar debe contar al menos hasta diez. En eso está en las antípodas de la visceral presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Fue mucho más prudente que ella en la gestión de la pandemia y bastante menos crítico con la manera de dirigirla por parte del Gobierno central. Ayuso, aupada hasta las estrellas por sus muchos simpatizantes, no tiene intención de hacerle sombra, por ahora, y eso que sabe que Feijóo no la tiene bien conceptuada y hasta la califica en privado de excesivamente pasional y un punto descerebrada. Claro que también los detractores del todavía presidente de la Xunta le acusan a él de haber intrigado para que Casado no nombrara a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del Grupo parlamentario, lo que no tuvo al principio ningún éxito, y los socialistas opinan que es más conservador que Casado y Ayuso.
En Galicia la oposición sostiene que se preocupa más por su propia carrera que por los intereses regionales. Feijóo hace profesión de galleguismo, de un nacionalismo moderadamente tranquilo. En su haber está que Vox no tenga representación en el Parlamento regional ni tampoco Ciudadanos. Sin embargo, ahora, cuando asuma el liderazgo nacional del PP, tendrá que abordar el asunto del partido de ultraderecha: negarse a toda clase de coalición con ellos o aceptar un apoyo externo.
Al presidente de la Xunta no se le conoce en principio ningún acto corrupto, si bien en su primer mandato se le acusó de trato de favor en un contrato a una agencia de empleo en el que estuvo de por medio su hermana. La crisis económica le obligó a hacer ajustes presupuestarios en sanidad y educación. Cree en la sanidad pública, aunque se le criticó que su actual pareja diera a luz en una clínica privada. Podrá ser calificado por la oposición como conservador, sin embargo en cuestiones sociales como el aborto o el matrimonio se distancia del ideario de su partido.
Es un hombre hogareño, enamorado de su pareja, una ex ejecutiva de Zara, con la que no está casado y con la que tuvo hace seis años un hijo. Ésa es su gran pasión. Sabe que es un padre mayor, pero siempre que puede saca tiempo para disfrutar de su hijo y en otros momentos sigue su afición por el fútbol y por sus dos equipos favoritos: el Deportivo y el Real Madrid. No esconde sus raíces pueblerinas. Siente con orgullo haber nacido en el seno de una familia modesta en la aldea de Os Peares (Orense). Se considera tanto de los del Birrete (urbanitas) como de los de la Boina (rurales). En su mérito está haber acabado con las luchas intestinas entre estas dos facciones que Fraga Iribarne durante su presidencia no pudo.
En sus años jóvenes Núñez Feijóo votó socialista y por dos veces a Felipe González. La curiosidad por la política se la despertó La Clave, el programa de televisión que dirigió a mediados de los setenta y ochenta José Luis Balbín. Pero realmente quien le introdujo en la actividad política fue su gran padrino, José Manuel Romay Beccaria, diputado de Alianza Popular, vicepresidente de la primera Xunta y más tarde ministro de Sanidad en el gobierno de José María Aznar. Fue Romay quien se lo llevó en 1996 a Madrid para ocupar la presidencia del Insalud y luego la de Correos, donde se distinguió como un buen gestor y un hábil interlocutor de los sindicatos. Manuel Fraga Iribarne como presidente de la Xunta lo trae de nuevo a Galicia y a partir de allí su carrera es meteórica como vicepresidente y presidente del Gobierno regional desde 2009 hasta la fecha igualando al fundador de AP en cuatro victorias consecutivas por mayoría absoluta. En su última, la de 2020, Feijóo anunció que sería la última vez que se presentaría, que se retiraría de la vida política en 2024 y que trataría de encontrar empleo en la empresa privada y dedicarse plenamente a la educación de su único hijo, que lleva su nombre. Sus planes han sido desbaratados por la imprevista crisis interna del PP. Tendrá que subirse al tren con destino a Madrid. Un novo camiño per percorrer, como rezaba el lema de su última campaña electoral. Núñez Feijóo cerrará un capítulo para previsiblemente abrir otro mucho más complicado: liderar un partido herido, obligado a ser alternancia de gobierno y a perfilar una estrategia de futuro. «Seguimos», dirá cuando se instale en el despacho presidencial en la séptima planta del edificio del PP como suele afirmar al término de las reuniones del Gobierno gallego.