Galletas, lejía, un escudo del Barça... así cuelan los móviles ilegalmente en las cárceles
En el último lustro los funcionarios han requisado más 10.000 terminales en celdas, vestuarios, talleres y rincones insospechados de las prisiones
En el interior de un paquete de galletas, en un fondo falso de una botella de lejía, en el pie de un flexo de escritorio o en un hueco entre la pared y la baldosa. Estos lugares son solo algunos de los ‘escondites’ donde los funcionarios de prisiones, en sus labores habituales de registro, han localizado e incautado teléfonos móviles a presos en las cárceles españolas. Pese a que su tenencia está prohibida en prisión y los controles se han acentuado en los últimos años, los reclusos han ido perfeccionado, con indiscutible ingenio, sus técnicas e inventos para que sus dispositivos móviles pasen inadvertidos a ojos de los trabajadores penitenciarios.
Eso sí, no siempre lo consiguen. La prueba está en que en el último lustro los funcionarios han requisado más 10.000 terminales en las celdas, vestuarios, talleres y rincones insospechados en las prisiones. Los centros penitenciarios de Algeciras y Alhaurín (Málaga) fueron los que más incautaciones registraron, con cerca de 690 y 688 móviles cada una, según los datos que han difundido recientemente los sindicatos de este colectivo.
Aunque esta cifra es elevada, las asociaciones denuncian que los reos logran pasar otros tantos terminales al interior de los centros penitenciarios. Los funcionarios realizan controles exhaustivos cuando los reclusos reciben visitas del exterior. Es en ese momento, cuando familiares o amigos aprovechan para que los internos puedan colar todo tipo de productos prohibidos, sobre todo teléfonos y drogas. Unas veces se encuentran, y otras resulta mucho más complicado.
Los ‘escondites’
El último método se descubrió el pasado mayo en el Centro Penitenciario de Picassent (Valencia). Durante el registro de una celda, los trabajadores advirtieron algo extraño en un bote de líquido limpiador. Por fuera todo parecía normal, se podía ver el líquido, pero por dentro, sin embargo, había algo extraño. Tras desenroscar la parte inferior, los funcionarios hallaron en el interior un teléfono de pequeñas dimensiones y un cargador en un falso fondo.
En la mayoría de ocasiones, advierten fuentes penitenciarias, la medida de los dispositivos, que no superan los 60 milímetros (parecido a un bolígrafo), hace que sean prácticamente invisibles. Además, su precio es tan bajo que ha propiciado que se cree un mercado negro donde se compran y venden estos dispositivos en las cárceles de todo el país.
En febrero, la localización de otro terminal en una prisión madrileña dejó con la boca abierta a los funcionarios. El preso se las había ideado para hacer un agujero perfecto entre las galletas maría de un paquete y guardar ahí su teléfono. Lo único que tapaba dicho orificio eran otras tres galletas. No fue menos sorprendente otra ocasión en la que, los empleados de otro penal, localizaron otro móvil emparedado en la celda. «Tras insistirle, el interno no quería decirnos cuál era azulejo falso. Lo había camuflado bien y los funcionarios tuvieron que romperlo para sacarlo», explica un trabajador penitenciario a este periódico.
El preso ‘tiktoker’
También suele ser común que los reclusos escondan sus teléfonos en sus objetos personales. Los trabajadores de las prisiones han encontrado estos dispositivos en lugares tan variopintos como el interior de un souvenir del Barça; en el pie de un flexo de escritorio o en la suela de unas zapatillas de andar por casa. Aunque lo más común es que los reclusos dispongan de teléfonos sin conexión a internet, los funcionarios han descubierto casos en los que presos compartían contenidos desde el interior de la prisión a través de un smartphone.
Fue el caso de Danielo Dalton, en centro penitenciario de Aranjuez (Madrid). Como si de un influencer se tratase, este preso compartía cómo era su día a día en la prisión a través de su cuenta de Tik Tok. Hacía directos de cómo era el gimnasio, las zonas comunes y criticaba continuamente la comida que le servían en el penal: «¿Tú ves que esto es comida? Las lentejas que tienen la negra, el filete todo revenido… ¡Pero bueno y esta comida qué es!¡Sinvergüenzas!».
Falta leve
No obstante, no son solo dispositivos móviles lo que los reos tratan de ocultar con suma precisión en las cárceles. Las incautaciones de estupefacientes también son numerosas. Los funcionarios han encontrado restos de droga en todo tipo de lugares, desde suelas de zapatos hasta en fondos falsos de una carta escrita, como puede advertirse en las imágenes.
Frente a estos hallazgos, asociaciones como Tu Abandono Me Puede Matar (TAMP) reclaman que las sanciones sean mayores para los presos. La incautación de un móvil supone para un preso una falta leve, lo que se traduce estar en aislamiento alrededor de una semana. Tras lo que, casi siempre, sostienen las fuentes consultadas, tratar de volver a conseguir otro terminal. En el caso de estupefacientes, la sanción al preso solo se remite al juzgado si la droga esta separada y se sospecha que puede usarse para la venta.