El Pegasus secreto del CNI que acabó con ETA
Ni la Guardia Civil supo cómo conseguían la información para poder detener a las cúpulas terroristas
Si Pegasus fue el arma secreta que utilizó el CNI para conseguir información sobre las actividades supuestamente ilegales de los independentistas catalanes y vascos, se desconoce el nombre del arma secreta, similar a la anterior, que permitió el desmantelamiento de ETA. Carecía de las modernas capacidades de Pegasus, pero a cambio nunca hasta el día de hoy ha sido descubierta. Esta es la narración de la más importante victoria del servicio de inteligencia de la que no hablarán los libros de historia y ni siquiera lo hacen documentales como el de Amazon El desafío: ETA, producido básicamente con el respaldo de altos mandos de la Guardia Civil.
El 30 de diciembre de 2006, cortando de raíz las esperanzas en un acuerdo de paz, ETA explotó un coche bomba en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas. Mató a dos ecuatorianos y cerró las puertas a cualquier intento de reabrir las negociaciones. El sector duro de la banda, encabezado por su jefe militar Mikel Garikoitz Aspiazu Txeroki, había acabado con la posibilidad de un pacto. Volvía la guerra abierta.
No necesitaron órdenes judiciales
Tiempo antes de que ETA comenzara la tregua, la División Técnica había estado trabajando en un sistema de intervención de comunicaciones que la capacitara para entrar en cualquier dispositivo utilizado por usuarios españoles y de todo el mundo. Conocían algunas de las capacidades de otros servicios de inteligencia pertenecientes a países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania. Ninguno de ellos los ayudaría a subir la empinada cuesta tecnológica si antes ellos solos no habían subido un trecho importante.
Entre el experimentado personal que tenía ya esa División y los nuevos fichajes, consiguieron importantes avances que llevaron a los mandos del servicio a apoyarlos con nuevas inversiones y más medios humanos. Si los resultados que obtenían eran buenos, esa nueva capacidad les podía ser de gran utilidad en la lucha contra ETA.
Aunque les costó un tiempo perfeccionar el sistema, sus progresos fueron tremendos y los prepararon para entrar en casi cualquier ordenador o teléfono. Una de las prioridades del CNI era acabar con ETA. Eran decenas los teléfonos y ordenadores interceptados en España, gracias a las órdenes judiciales firmadas por el magistrado del Tribunal Supremo, Ramón Trillo, adscrito al servicio. Se dieron cuenta de que podían utilizar la nueva tecnología para perseguir el corazón que hacía latir a ETA, sus terroristas y estructuras asentadas en el sur de Francia. Como estaban en el extranjero, gozaban de la ventaja de que no necesitaban órdenes judiciales, porque ningún servicio de inteligencia las requiere para actuar fuera de sus fronteras. Cuando la dirección del CNI decidió profundizar en los aledaños de ETA, activaron sus medios técnicos en la distancia, desde la División Técnica ubicada en la sede central en Madrid, que posteriormente pasó a compartir instalaciones con la unidad operativa cerca de allí, en El Pardo.
Tras la ruptura de la tregua, el mecanismo de investigación ya se había asentado y llegó el momento para el CNI de participar en el partido. La División Técnica llevaba tiempo interviniendo comunicaciones en el sur de Francia y numerosos agentes seleccionaban pacientemente aquellas que podían resultar relevantes. La calidad de la información sorprendió a la Guardia Civil pero, como era costumbre, esta no preguntó por su origen. Las fuentes y medios son siempre secretos, no se comparten ni con el mejor amigo.
ETA alucina con las continuas detenciones
Los investigadores señalaron como responsables del atentado a los cuatro integrantes del comando Elurra. Dos de ellos cayeron una semana después en Guipúzcoa cuando ya preparaban un nuevo ataque. Los otros dos fueron perseguidos por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero fue el CNI quien encontró la pista que llevó hasta su paradero. La División Técnica del CNI había entrado en el ordenador de un colaborador de la banda que se puso en contacto con uno de los perseguidos.
Los mandos del CNI decidieron que no debían limitarse a entregar la información a la Guardia Civil para que con la Gendarmería francesa procediera a explotar los datos y conseguir las detenciones. Propusieron participar ellos en el operativo de búsqueda para que la información conseguida les llegara con más nitidez y la experiencia beneficiara a sus actuaciones futuras. De esta forma, en los equipos de trabajo que persiguieron a Joseba Iturbide y Mikel San Sebastián no solo había agentes de la Guardia Civil y la Policía francesa, sino también agentes operativos del CNI.
A partir de ese momento, dedicaron todos sus esfuerzos a cazar a Txeroki, el número uno de ETA y responsable del fin de las negociaciones. En noviembre de 2008 un equipo operativo del CNI fotografió a un sospechoso durante su encuentro con un etarra que habían conocido gracias al uso de esa arma secreta. Nadie lo identificó en un primer momento, hasta que el servicio secreto consiguió hacerlo por medios técnicos: se trataba, nada más y nada menos, que de Txeroki. Las fotos que había de él eran antiguas y el cambio de apariencia había sido inteligente, pero lo habían descubierto. El 17 de noviembre de 2008, en Cauterets, una localidad de los Pirineos al sudoeste de Francia, las fuerzas de seguridad francesas detuvieron a Mikel Garikoitz. Junto a los asaltantes de la casa iban los guardias civiles, como se contó, y agentes del CNI, lo cual se ocultó.
Dos semanas después, el 8 de diciembre, el arma virtual del CNI ofreció los datos necesarios para que sobre el terreno los equipos operativos encontraran a Aitzol Iriondo Yarza Gurbitz, que había sido el lugarteniente de Txeroki hasta su detención y que había asumido el papel de jefe militar. Fue detenido en Gerde, también en el sur de Francia. Un nuevo golpe que aumentó la desmoralización que se empezaban a palpar en ETA, que no terminaba de entender cómo las fuerzas de seguridad podían estar localizándolos.
Después siguieron las detenciones de todo aquel que ocupara sucesivamente la máxima responsabilidad en ETA. No habían pasado dos años desde la captura de Txeroki, cuando en mayo de 2010 otra operación permitió la detención del siguiente jefe de ETA, Mikel Kabikoitz, y su lugarteniente Arkaitz Aguirregabiria. Fueron apresados sin que pudieran imaginar que su localización había sido provocada por una conversación entre dos colaboradores de la banda que hablaban de «prestarse las llaves del piso de Bayona». Esa charla había sido interceptada por el CNI.
Estos continuos golpes que acabaron con la resistencia de ETA a abandonar las armas se debieron especialmente a que entró en el escenario a pleno rendimiento el CNI, que consiguió la información para estas y otras detenciones. Todos sabían que tenían un arma secreta, pero desconocían cómo funcionaba.