Celaá se escandaliza ahora por el contenido de los libros de texto
La exministra de Educación confiesa desde Roma lo mal que está la enseñanza de Historia en España: «Me sorprendo de lo que leo en ellos»
«¡Qué mal está la enseñanza de Historia en España! Veo los libros que hay y me sorprendo de lo que leo en ellos». Las palabras de Isabel Celaá resonaron entre las paredes del Instituto de Historia Eclesiástica de España en Roma como una admonición, sin que ninguno de los distinguidos invitados moviese un músculo de la cara ante las sorprendentes palabras de la exministra de Educación.
La embajadora de España ante la Santa Sede hizo esta confesión el pasado 31 de mayo, cuando no había pasado ni un año del acto en el que cedió la cartera ministerial a Pilar Alegría tras pasar tres años al frente del departamento de Educación. Los presentes tuvieron la sensación de que Celaá se lavaba las manos ante la controversia en la que se ha visto envuelta su sucesora sobre el contenido de los libros de texto.
La representante del Gobierno de Pedro Sánchez ante la Santa Sede presidió aquel día un documental sobre Diego de Pantoja (1571-1618), un jesuita español nacido en Valdemoro (Madrid) que fue el primer misionero europeo en ser autorizado a entrar en la Ciudad Prohibida de Pekín. Uno de los personajes olvidados en la Historia española que hizo importantes aportaciones a la lengua china, el mandarín.
Como buen jesuita, Diego de Pantoja destacó como un polifacético científico y astrónomo. Corrigió el calendario chino y contribuyó al desarrollo científico y cartográfico del Imperio del Centro. Fue, además, autor del primer libro sobre sinología. Un texto publicado y difundido con notable éxito en la Europa de su época. Falleció en la colonia portuguesa de Macao cuando esta ciudad portuaria formaba parte del extensísimo Imperio español que hubo entre 1580 y 1640. Aquel en el que nunca se ponía el sol.
Celaá admite que no conoce de nada al jesuita
La Diócesis de Getafe le ha rescatado del olvido con un documental que se titula Diego de Pantoja, S. I.: puente entre Oriente y Occidente. De Valdemoro a Bejing, después de que el propio Gobierno chino declararse 2018 como el Año de Pantoja. A la presentación asistieron numerosas personalidades eclesiásticas, encabezadas por el cardenal español Luis Francisco Ladaria, prefecto para la Doctrina de la Fe con el papa Francisco.
Celaá pronunció un corto discurso en el que reconoció su desconocimiento sobre la existencia del primer religioso europeo que entró en la zona más inaccesible de Pekín. «Jamás había oído hablar de Diego de Pantoja, a pesar de que yo estudié en la universidad de los jesuitas», dijo en referencia a sus estudios de Filosofía y Letras en Deusto, donde sacó la especialidad de Filología Inglesa.
Las confesiones de la exministra de Educación pillaron a contrapié al cardenal Ladaria, al obispo de Getafe, Ginés Ramón García Beltrán, y al titular de la diócesis de Toledo, el arzobispo Francisco Cerro. Y es que no todos los días se escucha a Celaá criticar el sistema educativo que rige en España por obra y gracia de la ley que lleva su nombre.
Un acto en el que el rector de la iglesia de Montesrrat, José Jaime Brosel, hizo de anfitrión ante numerosos jesuitas notables de Roma, los cuatro historiadores que intervienen en el documental, el capellán castrense destinado en las dos embajadas de España en Roma -la bilateral y la vaticana- y un heterogéneo grupo de interesados en el asunto.
Celaá está protagonizando varias polémicas en los últimos días. La más sonada ha sido el espectáculo de música callejera y sábanas blancas con el que la embajadora de España ante la Santa Sede dio inicio a los festejos por los 400 años del imponente palacio Monaldeschi, la legación diplomática permanente más antigua del mundo.
Ante la atenta mirada del enviado del papa Francisco, el cardenal Lorenzo Baldisseri, y del subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores, Luis Cuesta, el grupo musical romano Brama realizó una especie de danza pagana al ritmo de los acordes del ‘Bolero de Ravel’ con la que se quería representar, en palabras de Celaá, la sensación de «fiesta y celebración a pesar del momento dramático que estamos viviendo».
En realidad, la ceremonia musical dejó atónitos a los presentes, muchos de ellos turistas que se encontraban en la Plaza de España, uno de los sitios más bellos de Roma, y que se toparon en el exterior de la embajada de España ante la Santa Sede con un espectáculo sonoro y visual más propio de los rituales del solsticio de verano que cada año se celebran por estas fechas en el monumento megalítico de Stonehenge.
Una recreación que ha provocado bochorno entre algunos miembros de la legación española ante la solemnidad que se esperaba para este acto en una efeméride de estas características. El malestar ha llegado a oídos del departamento de José Manuel Albares, donde esperan que no se repita en el futuro. Sobre todo, ante la posible visita del Papa al emblemático lugar el próximo 8 de diciembre, día de la Inmaculada en la que los pontífices acuden a la Plaza de España.
La puesta en escena corrió a cargo de un artista italiano de curioso apellido, Roberto Lucífero, autor de los tres tapices «efímeros» -solo estarán hasta finales de año- de resonancias barrocas que se han colgado de la fachada de la residencia de los embajadores españoles, a semejanza de los antiguos estandartes que se colocaban en los edificios más importantes de Roma. En esta ocasión, se ha utilizado para su elaboración un pvc microforado capaz de dejar pasar la luz y el aire para evitar que se mueva con el viento y se estropee con la lluvia.
Los romanos preguntan por la colada de Celaá
La exministra de Educación explicó que había pedido a Lucífero que representase sobre todo la historia del siglo XVI de la Embajada, cuando «España estaba en pleno auge y era el adalid del mundo católico, la salvaguarda del mundo católico». Pero los presentes no vieron ninguna alusión a ello en el espectáculo de Brama, más allá de que el ‘Bolero de Ravel’ está inspirado en una danza española.
El propio Lucífero se puso al frente del grupo musical que descolgó las enormes sábanas blancas que cubrían los tapices que han quedado expuestos en la fachada. Una escenografía que la víspera fue motivo de mofa entre algunos romanos ante la impresión de que la residencia de la embajadora Celaá había sacado la colada a los balcones como se hacía antaño para que se secase antes la ropa.