Un infiltrado policial habla de pruebas, soledad y miedo
Iñaki San Juan dio detalles en ‘Pamplona Negra’ de su libro ‘Operación Protector’
Le contemplo de lejos sentado en el patio de butacas y le observo de cerca mientras cenamos. Coincidimos el pasado día 20 en ‘Pamplona Negra’ elegidos por la varita mágica de Susana Rodríguez Lezaun, que lo dirige con brillantez y buen humor, cualidad esta última imprescindible cuando hablas de asesinos, muertos, policías y, en esta ocasión, de espías.
Se llama Iñaki San Juan, inspector jefe de Policía y licenciado en Derecho, es un cachas guapete, simpático y con altas dosis de experiencias en el mundo de los agentes encubiertos –distintos en lo legal, pero similares en lo demás a los infiltrados-, especialmente en el del terrorismo yihadista. De eso versa la novela que presentaba, basada en hechos reales: Operación Protector: la infiltración policial al descubierto. Primero le escucho en el auditorio de Navarra Baluarte y luego mientras cenamos en La antigua farmacia. Me fascina el mundo de las personas que se hacen pasar por otras para robar información a los malos especializados en cualquier cosa: drogas, terrorismo, tráfico de niños. Él estuvo infiltrado y ahora los dirige.
La prueba psicológica para que te acepten en el departamento de la Policía que acomete estas labores es dura, quieren comprobar el aguante del candidato. Como en los concursos de televisión, les dan un tiempo limitado para abrir una cuenta corriente en un banco sin llevar encima ninguna documentación o conseguir que un ciudadano con caja fuerte en su casa les de la clave. Iñaki lo cuenta como si fuera la cosa más fácil del mundo, seguro que él lo hizo.
El papel del manipulador
En el CNI denominan al agente que lleva a un infiltrado ‘oficial de caso’ y escucho a Iñaki que en la Policía le llaman manipulador y ejecuta un papel trascendental: «Frena presiones superiores y sabe cuando hay que sacarlo».
Defiende con convicción sus ideas, algunas duras como que es imprescindible que el infiltrado rompa todo contacto con su familia, que antes de entrar se despida y no vuelva a saber nada de ellos. Explica que es necesario para que se centre exclusivamente en su nueva vida y no cometa errores por distraerse con uno de esos pequeños problemas que todos tenemos en el día a día. Eso sí, por si ocurre algún acontecimiento especialmente grave, antes de entrar establecen unas palabras clave por si tiene que abandonar urgentemente el trabajo.
A pesar de que hay un equipo de seguridad permanente que vigila al agente encubierto, reconoce que se pasa mucho miedo mientras estás haciendo este trabajo con una identidad que no es la tuya rodeado de todo tipo de delincuentes, y que te atosigan las dudas referentes a si lo estás haciendo bien o si la información que estás obteniendo es la adecuada. «Tienen que estar controladas muchas comunicaciones –dice-, incluso las del propio infiltrado».
El complicado rol de las mujeres
No le dio tiempo a entrar en muchos detalles sobre los problemas psicológicos que surgen de tener una vida propia que obligatoriamente deben ocultar y asimilar una personalidad que les obliga a vivir en una permanente mentira. Si quieres salir vivo de la misión, resulta imprescindible creerse que eres esa otra persona.
El proceso de «extracción» es lo más complicado. Sacar a un agente encubierto del grupo mafioso no es una decisión que le implique solamente a él, puede tener serias repercusiones entre los colaboradores de la Policía que le acreditaron para llegar hasta el interior de la organización. Si lo hacen mal, ellos pueden pagar con sus vidas el trabajo del policía.
De represalias contra los infiltrados sé bastante, especialmente tras escribir dos libros sobre El Lobo y su infiltración en ETA, que le ha costado llevar 50 años escondiéndose de la amenaza permanente. En el caso de los policías, Iñaki dice que «a las represalias va a tener miedo siempre, especialmente cuando ha estado en el entorno yihadista».
Un impacto especial me produjo su respuesta sobre las mujeres infiltradas: «Tienen un papel muy complicado para entrar en mundos como el yihadista. No suele pasar que tenga roles importantes y lo que hacen es extremadamente desagradable. Las líneas rojas las marcan ellas». Cuando pasamos del palacio de exposiciones de Baluarte al restaurante le pregunté si se estaba refiriendo a temas de sexo. Asintió.