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Uno de los menores del crimen de Castro Urdiales ya fingió otro secuestro en 2022

Tras la denuncia de los padres, la Guardia Civil lo localizó en una carretera. El joven justificó que había sido raptado

Uno de los menores del crimen de Castro Urdiales ya fingió otro secuestro en 2022

Silvia L. G., asesinada presuntamente a manos de sus hijos. | Alejandra Svriz

Simular un secuestro no fue una idea totalmente improvisada por parte de los menores implicados en el asesinato de su madre en Castro Urdiales (Cantabria). No lo fue, al menos, en el caso del hijo más mayor, de 16 años. Según revelan a THE OBJECTIVE fuentes cercanas a la investigación, este menor, presunto autor material del crimen, ya fingió otro falso rapto hace dos años, en el que llegó a intervenir la Guardia Civil. Los hechos se enmarcan en 2022, cuando el joven desapareció de la vivienda familiar sin previo aviso y sin dar ningún tipo de señal a sus padres ni a su hermano pequeño.

Sin noticias durante varias horas, alertados, revelan las mismas fuentes, los padres del menor decidieron denunciar la desaparición de su hijo en el cuartel de la Guardia Civil de Castro Urdiales, que inició un dispositivo de búsqueda por toda la ciudad cántabra y alrededores. Finalmente, tras peinar en última instancia las carreteras, hallaron al menor en el margen de una autovía cercana andando. Desorientado, el joven relató a los agentes que «le habían secuestrado» y había logrado zafarse de los supuestos raptores. 

Los agentes atendieron al menor, entonces de 14 años, y lo condujeron hasta las dependencias policiales, donde los padres fueron a recogerlo, sin dar más importancia a los hechos ni al motivo que había revelado el menor. Entonces, nadie sospechaba lo ocurriría después. Que él y su hermano fingirían otro secuestro, pero en esta ocasión, para tapar el asesinato de su propia madre.

Amordazaron el cadáver

Los dos jóvenes de 16 y 13 años detenidos en la madrugada del jueves mataron a puñaladas a su madre, Silvia L. G., de 48 años, tras una riña familiar en el interior de la vivienda familiar, ubicada en la calle Monte Cerredo, según las primeras pesquisas de la Policía Judicial de la Guardia Civil en Cantabria. Después, movieron el cadáver de la mujer desde la cocina, donde perpetraron el crimen, hasta el garaje y de ahí al interior del vehículo, donde lo colocaron en la parte trasera amordazado y con una bolsa de basura en la cabeza. Todo con el objetivo de simular un falso secuestro del que la familia había sido víctima, y por el que alertaron después a su abuela materna.

Una cronología de lo sucedido que los investigadores ha podido acreditar a partir del rastro y las muestras de sangre en el interior de la vivienda que fueron tomados, así como de la confesión de uno de los implicados, que ha relatado a los investigadores cómo se sucedieron los hechos. Según la versión del hermano mayor, la discusión se inició después de que le revelase a la madre que había suspendido una asignatura tras regresar del instituto. 

Trataron de huir en el coche

También que tras enterarse, la madre, enfurecida, le profirió numerosos insultos y le golpeó varias veces en la cocina llegando a empujarlo contra la nevera. El hermano menor le ayudó y al hacerlo, la tiraron al suelo. Y fue cuando el más mayor cogió el cuchillo de la encimera y, tras forcejear con la víctima, se lo clavó en el cuello. A la primera puñalada le siguieron al menos una veintena más. Acto seguido, los dos hermanos comenzaron a limpiar toda la estancia, le quitaron la ropa y la ataron de pies y manos para trasladar el cadáver de la cocina al sótano, dos plantas más abajo. 

La idea inicial de los detenidos era deshacerse del cadáver con el coche, pero ninguno sabía conducir. Algo que comprobaron cuando estrellaron el vehículo en el garaje. De modo que tuvieron que improvisar y, aprovechando que su abuela estaba llamando a su madre por teléfono, ambos le advirtieron, notablemente nerviosos, de que «algo no iba bien» y «les habían secuestrado», apuntan fuentes de la investigación.  Los dos hermanos no confesaron nunca los hechos a esta última, sino que urdieron el plan para tratar de desvincularse del crimen trasladándole otra versión de los hechos. Dejaron el garaje, volvieron a limpiar la sangre en el piso de arriba y salieron a la calle.

«Maltrato continuo» de los padres

Según ha relatado a la Guardia Civil y a la Fiscalía de Menores el principal implicado en el crimen, los dos hermanos eran víctimas de maltrato continuo por parte de los padres desde hacía años. En este sentido, el hermano mayor ha relatado episodios en que la madre les vejaba, insultaba y pegaba por sus malos comportamientos o por sus notas deficientes en el instituto. El joven también ha contado que iba con cardenales al colegio, pero los justificaba por otros motivos, y que los progenitores apenas les dejaban socializar más allá de ir a misa o de sus clases extraescolares de inglés.

Tras estas revelaciones, los investigadores se centran desde ayer en tratar de recabar testimonios que confirmen o desmientan la versión del menor, y ayuden a comprender en qué contesto se produjo el crimen. Por este motivo, la Fiscalía incorporará al caso las declaraciones del personal del centro educativo en el que estudiaban los menores, así como de familiares y amigos. 

El rastro de sangre descartó el secuestro

En un primer momento, los investigadores barajaron la posibilidad de que pudiese tratarse de un caso de violencia de género, pero descartaron esta hipótesis al localizar al padre en la Bilbao, quien recibió sorprendido la noticia. En ese momento, estaba trabajando en una empresa de metalurgia en la localidad vasca, según informó un diario local.

Las pesquisas de la Guardia Civil, sin embargo, revelaron poco después que difícilmente podía tratarse de un caso de secuestro. La inspección ocular del escenario del crimen —con el rastro de sangre por toda la casa, que no habían logrado limpiar los menores—, las revelaciones de algunos vecinos, que habían oido discutir a la madre con sus hijos poco antes, y la inexistencia de antecedentes por tráfico de drogas descartaron casi por completo que una tercera persona pudiese haber acabado con vida de Silvia L., y hubiese secuestrado a sus vástagos. 

Finalmente, tras cinco horas de operativo, los agentes localizaron, en primer lugar, a uno de ellos en el acantilado del parque Cotolino de la localidad y a otro, que salió huyendo, en un bosque, sobre las dos de la madrugada. Los dos menores se escondieron allí, llamaron a su abuela para advertirle de que «estaban secuestrados» y esperaron allí a ser encontrados tras simular un rapto, siguiendo el plan que habían ideado tras matar a su madre.

El titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Santander ordenó el pasado jueves el internamiento del joven de 16 años en régimen cerrado durante seis meses. Y en el caso de su hermano, de solo 13,  es inimputable, es decir, no tiene responsabilidad penal, y el Ministerio Público ordenó su ingreso en un centro de protección de menores.

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