La Armada podría duplicar su flota embarcada con cazas F-35
La Moncloa podría apoyar un recrecimiento de las Fuerzas Armadas
Se habla desde hace tiempo: España bien podría tener un segundo portaeronaves, o un segundo portaviones, según se mire. La Armada sueña con duplicar su musculatura en esta materia, y empiezan a aflorar pistas que hacen pensar en la validez de esta posibilidad.
Ya no son rumores, deseos más o menos velados, o la bravata de algún político que hable de más. Ahora es el prestigioso servicio de análisis militar británico Jane´s el que deja señales acera de los futuros planes de La Moncloa a la hora de apoyar un recrecimiento de las Fuerzas Armadas.
Vladimir Putin ha agitado el árbol, y el primer resultado visible es que las compañías militares se han disparado en bolsa. Hasta el exlíder del PP, Pablo Casado, ha montado un fondo inversionista especializado en la materia. El líder ruso ha metido el miedo en el cuerpo de las democracias occidentales, que han mirado a su arsenal, y hacía siglos que no estaba tan escuálido. Toca gastarse el dinero.
Desde la caída del muro de Berlín, y con la excepción de la guerra civil en la antigua Yugoslavia —un conflicto relativamente pequeño—, en el entorno de Europa se vive un prolongado periodo de tranquilidad bélica, lo que ha descuidado mucho el gasto militar.
La OTAN, y en especial el miembro que paga el 75 % de sus facturas, Estados Unidos, llevan pidiendo desde hace décadas a sus miembros que alcancen el prometido 2 % del PIB nacional a defensa. La organización lo hace por repartir gastos, y los americanos para que les compren sus productos.
Portaeronaves Juan Carlos I
España mandó achatarrar el portaviones Príncipe de Asturias, que fue desplazado por el buque anfibio portaeronaves Juan Carlos I, mucho más versátil y adecuado a atender propósitos más diversos. El status ideal de un buque de este calado y funcionalidad sería tener tres, algo inviable por diversos motivos, pero con dos se podría funcionar.
Este tipo de navío tiene largos periodos mantenimiento, rotación de tripulaciones, aprovisionamiento, y pensar que siempre está listo para funcionar es ser poco realista. El ejemplo se vive ahora mismo, con un cambio del sistema propulsor del L61, y una prolongada estancia en el dique seco. Con dos la cosa cambia, y mucho.
De un tiempo a esta parte, y gracias al enorme empuje industrial y tecnológico de Navantia, se ha planteado la posibilidad de un segundo navío de estas funcionalidades. El L61 ha dado un muy buen resultado general, tanto que las marinas de Turquía y Australia lo han comprado a los astilleros españoles, ya sea construido en parte o en sus propios países, pero con planos y patentes españoles.
Más barcos y más aviones
El sueño de la Armada podría venir con regalo. El ala fija embarcada, los aviones de combate que despegan desde el L61, son una docena de Harriers —más uno de doble asiento para instrucción—. Los AV-8B ‘Matador’ entraron en servicio en 1987 y están en la fase final de su vida útil. El único aparato que podría operar desde la pista flotante del L61 una vez liquidados los muy bien mantenidos, pero vetustos Harrier es el F-35B.
El Lockheed Martin F-35 Lightning II es uno de los mejores aparatos del mercado, y un estándar de la industria. Es una aeronave de quinta generación, muy avanzada, que apenas tiene rivales en el plano tecnológico. A pesar de ser carísimo, está teniendo unas cotas de aceptación sin precedentes, y ya lo operan diecisiete países, con otros posibles seis clientes más… y España.
Dos aparatos, todos contentos
Nuestro país suele tener una política aérea dual, con aeronaves europeas y estadounidenses al mismo tiempo. Con el excelente Eurofighter se contenta a Airbus y Bruselas; con la sustitución de los F-18, que empiezan a pedir un recambio, y la posible compra del F-35, se contentaría a Washington. De hecho, hay quien piensa que el gobierno se está guardando el anuncio de adquisición de los F-35 hasta saber cuál es el presidente de Estados Unidos, con elecciones a finales de año.
Si Joe Biden repitiera, habría foto en el despacho oval; si Trump o algún otro del partido republicano llegase a La Casa Blanca, también. Cuando se compra material americano se adquieren dos cosas: ese material, y apoyo político internacional, algo que siempre viene bien, sea quien sea el inquilino de La Moncloa.
Medio centenar de F-35
El siempre bien informado Jane´s ha dejado caer la semana pasada que España bien podría adquirir medio centenar de estos aparatos, pero hace un distingo. El Lightning tiene tres versiones básicas: El F-35A, un avión de combate relativamente normal, el F-35B, de despegue vertical y única opción posible para sustituir a los Harrier, y el F-35C, de uso naval, con alas más grandes para poder despegar en menos espacio, y plegables para poder entrar mejor en los buques que lo transporten.
Según Jane´s, España podría comprar 25 del A, un avión que operaría desde pistas convencionales, y otros tantos del B, el de despegue vertical, destinado a vivir en un hogar flotante como el L61. La interrogante queda en el aire cuando se cuentan bien. El Juan Carlos I transporta una docena de Harriers, pero malamente entrarían dos docenas de aviones por una mera cuestión de espacio. Esto deja una pregunta en el aire: ¿se está pensando en un segundo navío portaeronaves? Con estas cuentas en mano, puede que sí.
Marinos felices
La escalada armamentística que ha comenzado el gobierno de un tiempo a esta parte invita a pensar que durante la próxima década bien podría llegar un hipotético L62 o incluso un barco aún más ambicioso.
El carácter marítimo de España, con dos archipiélagos, dos ciudades autónomas con mar de por medio, requieren de un aparataje naval resolutivo y siempre listo. Si a esto añadimos un Estrecho de Gibraltar del que la Unión Europea nos responsabiliza de su seguridad, la necesidad de poseer una fuerza naval solvente se convierte en perentoria.
La factura puede ser de orden mayor, tanto por el barco como por los aviones. Grecia acaba de encargar 40 aparatos, y la República Checa otros 24. Según el grado de equipamiento, cantidades solicitadas y la tipología del aparato, su precio viaja desde los 100 y hasta los 200 millones de euros por unidad, con un promedio de unos 120. En el coste entrarían desde recambios, motores de sustitución, cursos de entrenamiento, simuladores, o algún armamento; de ahí la horquilla en los precios.
Llegan gastos, y que la decisión se esté tardando en hacer pública, da la sensación de que se está guardando para cuando venga mejor, ya sea por razones políticas, de relaciones internacionales, o económicas. Pero acabará ocurriendo, todo apunta a ello.