Defensa destituye al capitán del ejercicio en el que murieron dos militares en Cerro Muriano
La medida se produce tras la petición a la ministra Margarita Robles por parte de los familiares de los militares fallecidos
El Ministerio de Defensa ha decretado la destitución en destino del capitán que dirigió el ejercicio en el que fallecieron ahogados dos militares el 21 de diciembre de 2023 en la Base de Cerro Muriano, en Córdoba, según ha recogido este jueves el Boletín Oficial de la Defensa (BOD).
Así lo ha avanzado la Cadena Ser, que señala que la medida se produce tras la petición a la ministra de Defensa, Margarita Robles, por parte de los familiares de los militares fallecidos, Carlos León y Miguel Ángel Jiménez, de la suspensión en funciones de los oficiales encausados.
Desde que se produjo el incidente y hasta ahora, el ministerio ha mantenido al capitán en una oficina del propio acuartelamiento en el que está encuadrada la Brigada ‘Guzmán el Bueno’ X. No obstante, el Ejército de Tierra ya había apartado el 22 de diciembre del mando del Regimiento ‘La Reina’ 2 al responsable del ejercicio en el campo de maniobras. Este viernes, un día después de la publicación en el BOD, el capitán ya no podrá continuar en su puesto.
El Juzgado Togado Militar número 21 de Sevilla dictó un auto el pasado 19 de enero incoando sumario e imputando, por los mencionados hechos, tanto al capitán como a un sargento y un teniente que estaban con él en el momento del ejercicio. A los tres se les acusó de un presunto delito del artículo 77 del Código Penal Militar contra la eficacia del servicio, si bien no les impuso medidas cautelares.
El general de brigada al mando de la ‘Guzmán el Bueno’ X , Ignacio Olazábal, cesó en el cargo a finales de enero debido a su pase a la reserva, un trámite ya previsto antes de la tragedia en Cerro Muriano. Ha sido el máximo responsable de la brigada desde que en 2020 dio el relevo al entonces jefe de la misma, José Aroldo Lázaro, quien dirige en la actualidad a los cascos azules de la ONU en el Líbano. Actualmente, es el general de brigada Fernando Ruiz Gómez el que comanda la ‘Guzmán el Bueno’.
Un ejercicio sin las medidas adecuadas
El capitán del ejercicio ordenó soltar la cuerda cuando algunos militares se agarraban a ella en el momento de mayor angustia del ejercicio, según desveló el abogado del soldado Carlos León, Luis Romero, en rueda de prensa. Con ello buscaba lograr «un efecto látigo» que pudiese rescatar a los que estaban en dificultades, pero no logró el objetivo deseado.
El abogado precisó que no había una línea de vida en el ejercicio con arneses o anillas que impiden a una persona hundirse, sino «una cuerda guía como las de Decathlon, que solo indicaba la longitud del ejercicio y por dónde había que ir». Además, no se puso de un extremo al otro del lago, sino desde un árbol hasta el medio del estanque, justo en la parte más profunda.
El capitán pidió a los soldados al inicio del ejercicio que solo se agarrasen a la cuerda tendida a ras de agua «en caso de vida o muerta», es decir en caso de «extrema necesidad», y les conminó a entrar en el agua asidos a la mochila «como flotador» y que cruzasen el lago «pateando». Sin embargo, el peso que llevaban en la mochila, «de unos 12 kilos», entre ellos los 3,5 de un objeto que simulaba una mina fruto de un «castigo», hizo que se hundieran y que algunos soldados perdiesen incluso el fusil.
«La mochila se empapaba y no era estanca, no servía de flotador», ha advertido el abogado de uno de los dos soldados fallecidos. «La cuerda no era un cable de acero y estaba a nivel de agua, no tensada, y se hundió» cuando varios militares decidieron agarrarse a ella. «Fue un sálvese quien pueda», ha relatado.
Los soldados que participaban en el ejercicio llevaban sus botas de militar, el uniforme, el casco y el mencionado fusil. Sin embargo, no había flotadores ni salvavidas ni lanchas para recoger a personas en el lago en caso de necesidad. La ambulancia de la base tardó «unos 15 minutos» en llegar al lugar cuando se lanzó la voz de alarma.
Los dos militares muertos
El soldado Carlos León Rico estaba a punto de terminar la instrucción requerida por Defensa para el ingreso en el Ejército de Tierra. Había dejado su carrera de Derecho para incorporarse al Ejército. Ya había culminado las dos primeras fases de formación en el Centro de Formación de Tropa, número 1, ubicado en Cáceres y hacía poco más de mes y medio que había llegado a la Base de Cerro Muriano para completarla en la unidad de destino.
Mientras, el cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar estaba casado y esperaba un hijo. Había ingresado en el Ejército en 2011 y tenía dos condecoraciones al mérito tras haber participado en las misiones de Líbano y Letonia.