Raúl Canosa, el pianista que democratiza la música clásica
El joven intérprete de 25 años, que ya ha tocado por escenarios de medio mundo, debuta este jueves en el Auditorio Nacional con sendas sonatas de Schubert y Liszt
Tiene lógica, pero yo nunca había reparado en ello antes: un pianista, cada vez que se desplaza, juega en un terreno de juego nuevo. Es decir, el violinista se lleva su violín a cuestas; el clarinetista, su clarinete; el oboísta, su oboe. Y así. Pero el pianista se enfrenta a un instrumento nuevo cada vez, lo que sube el reto. Y ni siquiera eso le arredra a Raúl Canosa antes de su debut este jueves en el Auditorio Nacional.
«Hoy he ido a probar el piano en el que tocaré, y muy bien. Poder probarlo y ensayar antes da mucha tranquilidad», me comenta al comienzo de nuestra charla. Raúl ahora tiene 25 años, y ya con 23 debutó en la Musikverein de Viena. Cosecha una docena de galardones y ha actuado, además de en la capital austríaca, en Brescia (Italia), Suecia, Friburgo y Bayreuth (Alemania), Argentina y diversas ciudades de Estados Unidos, como Los Ángeles, Tejas o Chicago. Y en varios enclaves de España. Lo que se dice un carrerón.
Este jueves en el Auditorio Nacional va a ser especial para él por muchos motivos. Entre ellos, uno muy poderoso es el repertorio, pues Canosa interpretará la Sonata D 960 de Franz Schubert y la Sonata en Si menor de Franz Liszt. «Siempre han sido dos de mis obras favoritas, siempre soñaba con tocarlas, y hacerlo en un recital juntas es increíble. Son dos obras de una gran profundidad pero abordadas de maneras muy distintas, como distintas eran las personalidades de sus dos compositores», empieza explicándome.
Y es que los dos Franzs poseían lenguajes muy distintos, que el intérprete define así: «El de Schubert es muy puro y sincero. La sonata de Liszt, por su parte, abre caminos inexplorados en el mensaje, en la forma y en la estructura de la pieza. Ningún otro compositor ha hecho nada igual, se trata de una sonata de media hora sin pausas, no hay movimientos, está todo contenido en un gran aliento».
«Siempre han sido dos de mis obras favoritas, siempre soñaba con tocarlas, y hacerlo en un recital juntas es increíble. Son dos obras de una gran profundidad pero abordadas de maneras muy distintas, como distintas eran las personalidades de sus dos compositores»
Raúl Canosa
Media hora sin pausa alguna supone todo un reto de interpretación, le comento a Raúl. Me imagino el Auditorio el jueves enclavado en un inmenso silencio expectante, deliciosamente tenso. Y me lo imagino a él sin aliento. En la de Schubert, que dura en torno a tres cuartos de hora, sí hay «algunos movimientos o pausas en las que puedes quitarte el sudor o sonarte los mocos, al menos», me dice entre risas.
Una de las características que han hecho popular al joven pianista es que en muchos de sus conciertos explica el contexto de cada pieza antes de acometerla. Coge el micro y se dirige al público para que sepa qué va a escuchar antes de escucharlo. Se puede decir que democratiza la música clásica.
«Sí, en ciertas obras que me interesan mucho, como la sonata Dante, también de Liszt, hay un contexto literario detrás que el compositor usó para traducir a música la poesía. Y conocer la inspiración del compositor, cuando es tan clara, ayuda al público a entender mejor la obra y a disfrutarla más porque tiene imágenes concretas que están representadas en la música», me dice al respecto. La pregunta es obligada: ¿tienen contexto las sonatas que va a interpretar este jueves?
«En este caso no lo tienen tan claro», empieza respondiéndome, aunque sí hay bastante que decir sobre ellas: «Se dice que la sonata de Liszt está inspirada en Fausto, de Goethe, y también que está inspirada en ciertos pasajes de la Biblia y muchas otras hipótesis de obras literarias que pudieron inspirarlo para estas obras. Pero él decidió no revelarlo, y creo que es porque tiene un significado más profundo, que es la representación de los dramas, las complicaciones y la belleza de la vida misma, pues la vida no tiene pausa, empieza silenciosa y acaba silenciosa».
¿Y la de Schubert? Lean: «Es increíble porque es la última sonata en vida que compuso, poco antes de morir de Sífilis, y a pesar de lo trágico de su vida -había sido un compositor con un perfil bajo, de poca fama y dinero-, sin embargo esta sonata tiene una pureza de espíritu, con ciertas sombras, pero sin esa tragedia que podríamos esperar de un hombre tan sufrido como él. Y al mismo tiempo los dos últimos movimientos recobran una inocencia y una alegría infantil que parece desmentir la situación en la que se encontraba el compositor». Canosa tiene un talento evidente a las teclas, y otro, le comento, para describir lo inefable.
Su idilio con el piano no comenzó del modo habitual, como el de tantos otros pianistas, cuando apenas había echado los dientes. Él ya tenía diez años y pasaba los días «jugando al fútbol y a los videojuegos» cuando justo una tarde acudió a casa de un amigo a viciarse y se quedó completamente «fascinado por ese mueble negro que emitía sonidos tan bellos» y que pertenecía a la madre de su amigo, que era pianista. «Entonces le pedí tocar y cuando vino mi madre a recogerme, ella le dijo ‘oye, tu hijo toca el piano’».
Al principio su progenitora rió por la sorpresa, pero luego comprendió que la cosa iba en serio y que Raúl había encontrado su verdadera vocación, esa que muchos pasan la vida entera buscando. «Empecé a dar clase con ella y al año siguiente entré en el conservatorio», cuenta Raúl, que además del piano toca el clavecín y estudió cuatro años de clarinete. Ah, y compone, algo que le permite tener «la visión del compositor» y darse cuenta «de cuántas maneras se puede interpretar la música y cuántas decisiones tan difíciles un compositor a veces no puede o no debe tomar, para dejar así abierta la interpretación».
«Me encanta poder compartir con la gente la belleza que veo en estas obras y profundizar en ellas, son como un océano sin fondo, en el que volver a profundizar una y otra vez; es un proceso de crecimiento constante»
Raúl Canosa
Para cerrar nuestra charla le lanzo otra pregunta difícil, o al menos, comprometida: ¿Cuál es tu mayor aspiración en el mundo de la música? Canosa lo tiene claro. «Me gustaría poder vivir de ello, si Dios lo considera posible, y si a la gente le gusta. A mí me encanta poder compartir con la gente la belleza que veo en estas obras y profundizar en ellas, son como un océano sin fondo, en el que volver a profundizar una y otra vez; es un proceso de crecimiento constante».
Por lo pronto, estará compartiéndolas con quien lo desee este jueves 26 de mayo, a las 19:30 en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional, dentro del Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Scherzo. Las próximas citas, dentro del mismo programa, serán la del pianista polaco Rafal Blechacz el 7 de junio, y la de Sir András Schiff el 26 de junio.
Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Scherzo · Sala de Cámara del Auditorio Nacional · Raúl Canosa: 26 de mayo, 19:30 · Rafal Blechacz: el 7 de junio, 19:30 · Sir András Schiff: 26 de junio, 19:30.