Así dejó Pedro Sánchez tirado a Ximo Puig en la guerra del agua
«Habla con Teresa», le dijo el presidente a su barón más potente, con quien cada día está más alejado, en referencia a la ministra Ribera
Ximo Puig nunca fue un converso sino un aliado pragmático y circunstancial. El barón valenciano que se alió con Susana Díaz para derrocar a Pedro Sánchez en el fatídico Comité Federal del 1 de octubre de 2016 primero, y en las primarias de la reconquista después, inició una transición tras la investidura de Sánchez en enero de 2019. Puig se convirtió en aliado orgánico pero también institucional del secretario general, apoyando sus pactos con Podemos y distanciándose de los barones del látigo: Emiliano García Page y Javier Lambán.
Una alianza estratégica que apenas ha durado tres años. Desde hace varios meses, Ximo Puig ha emprendido el camino de vuelta, distanciándose cada vez más del presidente del Gobierno, marcando distancias respecto a su política fiscal o poniendo tierra de por medio en la guerra del agua, que ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia del presidente del Palau, cuya voluntad es coincidir lo menos posible con Pedro Sánchez en la campaña electoral de mayo.
La frialdad en sus relaciones comenzó hace varios meses, concretamente en el mes de septiembre, cuando Ximo Puig anunció una reforma fiscal que incluía una reducción del tramo autonómico del IRPF y una ampliación del 10% en todas las deducciones autonómicas. La reforma, anunciada en el debate de política general en las Cortes valencianas, provocó un hondo malestar en el Gobierno nacional por anunciarse durante el debate de bajada de impuestos que el PP solicitaba al Gobierno por la subida imparable de la inflación. Gobierno y PSOE se afanaron en pedir «responsabilidad en público mientras, en privado, la vicesecretaria general del PSOE y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, llamó el president personalmente para pedirle explicaciones.
Montero llamó a Puig por la reforma fiscal
Según fuentes consultadas por THE OBJECTIVE, la respuesta de Puig fue que su propuesta «no tiene nada que ver» con las propuestas de Madrid o Andalucía, consistentes en suprimir el impuesto de Patrimonio, sino en introducir nuevos mecanismos de progresividad para que los recursos recaudados de las rentas altas se distribuya mejor en las clases medias. Los argumentos de Puig no convencieron pero vencieron, ya que no hubo posibilidad alguna de marcha atrás.
Ni siquiera se planteó forzar un paso atrás porque en ése mes de septiembre, la Generalitat valenciana ya tenía decidido que retrasaría las elecciones en la Comunidad Valenciana para hacerlas coincidir con las municipales y la voluntad de Puig era buscar autonomía, distanciarse al máximo de Sánchez para no verse lastrado por la erosión de la marca a nivel nacional. Y eso que todavía no se había anunciado la derogación la sedición, la reforma de la malversación, ni se había iniciado el escándalo en la aplicación de la ley del sólo sí s sí con las más de 700 revisiones a la baja de condena a agresores sexuales ni las más de 70 excarcelaciones.
Ése fue el caldo de cultivo para el progresivo distanciamiento que se inició a principios del 2023 con la llamada guerra del agua. El anuncio de la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, en los primeros días de enero, sobre la negativa a cumplir lo pactado en el Consejo del Agua, reunido el 29 de noviembre, fue un torpedo en la línea de flotación de la Generalitat valenciana. En contra de lo acordado, Ribera anunció que se recortaría el trasvase, se elevaría el precio del agua desalinizada para adecuarse a ala normativa europea.
Mientras el PP en la Comunidad Valenciana acusaba a Puig de «callarse» y no tener «autoridad» para defender los intereses de los regantes, el president Puig declaró la guerra al anunciar alegaciones contra el decreto anunciado por el Gobierno y presentar un escrito al Consejo de Estado para conocer la redacción final de los planes hídricos del Gobierno que recortan el Trasvase Tajo-Segura y que supondrían triplicar los costes de los regentes alicantinos, como consecuencia de la anulación de la subvención del Gobierno.
La «intransigente» Ribera
Un conflicto enconado desde hace meses y en el que Puig ha resultado perdedor frente al barón manchego Emiliano García Page, aunque según fuentes de la Generalitat valenciana «no hay una intención de beneficiar a Page». El motivo real que decanta a su favor la balanza es «la intransigencia» de la vicepresidenta Ribera que «más que un ministerio de Transición Ecológica, tiene un ministerio de Disrupción Ecológica». El Consell se queja de los planes de Ribera de poner al río Tajo un nivel de caudal ecológico que no tenía hasta ahora y hacerlo sin tener en cuenta a los trabajadores afectados del primer sector con el único objetivo de proyectarse como pionera a escala europea en la materia.
Un malestar con Ribera que motivó la llamada de Puig al presidente Sánchez hace apenas unos meses. Según ha podido saber THE OBJECTIVE, el presidente valenciano Ximo Puig mantuvo una conversación con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para solicitarle una negociación que rebaje las posiciones maximalistas y defendiera los intereses de los regantes.
Pero el jefe del Ejecutivo pareció devolverle el golpe de su reforma fiscal de meses atrás y respondió poniéndose de perfil: «Habla con Teresa». Puig entendió el mensaje y lo encajó con pragmatismo y al margen de cuestiones personales. «Sánchez ha delegado en Ribera esta cuestión». Dicho de otra forma, no hay posibilidad de acuerdo, lo cual aboca a la Generalitat a un recurso ante el Tribunal Supremo que prometen: «será potente jurídicamente».
Plantón de Puig, golpe de Sánchez
El distanciamiento se acrecienta a medida que se acercan las elecciones pero «no tiene nada que ver con los votos», alegan desde el Consell, ni con un alejamiento estratégico y calculado, sino con los intereses de una comunidad de regantes valencianos ante los que Ximo Puig queda a los pies de los caballos en plena campaña y dificulta sus opciones de revalidar como presidente. Aunque en el Palau son optimistas con sus opciones de revalidar el Pacto del Botanic, admiten que éste es el asunto que más les afecta en su territorio.
El malestar es tan real que Puig se ha encapsulado en la región y evita la cercanía con La Moncloa y Ferraz. Este sábado dio plantón a Sánchez en el Comité Federal con el que se da el pistoletazo de salida a la campaña del 28-M. «No vamos a ir en ningún caso en el único fin de semana de las Fallas», alegan en el equipo del president dando a entender que no se les consultó la fecha.
La interlocución no pasa por su mejor momento. La convención municipal y autonómica previa al inicio de la campaña electoral se celebrará en Valencia los días 23 y 14 de abril y el PSPV se desvincula completamente de la convocatoria: «Eso lo organiza Ferraz», explican a este periódico con cierto desdén. EL mismo que vierten sobre la participación de Pedro Sánchez en la campaña de Puig: «vendrá una o dos veces».
Cuanto menos mejor, parecen querer decir. No en vano, el también secretario general, Pedro Sánchez, traslució esa tensión en su intervención en el Comité Federal de este sábado. En un gesto de «orgullo» de la gestión de sus barones socialistas, citó a todos y cada uno de ellos. Ximo Puig fue el último. «Había tensión en la sala», explican fuentes socialistas.