'Ciudadanos. La historia jamás contada', el libro que desmonta el mito naranja de Arrimadas
Fran Hervías ajusta cuentas con la expresidenta de Cs, a la que acusa de colocar al partido como «uno más de la banda» de Pedro Sánchez
Fran Hervías (Tossa del Mar, 1983) publica esta semana su libro Ciudadanos. La historia jamás contada (Península) en el que relata su vida política en la formación liberal. Pero, sobre todo, ajusta cuentas con Inés Arrimadas y su equipo por el giro político que hubo tras la marcha de Albert Rivera debido a la debacle del 10-N y que le llevó a abandonar el partido que había ayudado a levantar primero en Cataluña y luego, en el resto de España. El que fuera secretario de Organización acusa a la ya expresidenta naranja de convertir a Ciudadanos en «uno más de la banda» con la que Pedro Sánchez gobernó en la primera parte de la legislatura, cuyo punto culminante fue la moción de censura pactada con el PSOE en Murcia a principios de 2021.
Hervías fue, en realidad, el descubridor de Arrimadas, «una chica tímida y humilde» que se afilió a Ciudadanos a principios de 2011 tras ver a Rivera en un programa de televisión. «Sorprendió que, a pesar de llevar unos pocos días como afiliada, se postulara para estar en la junta directiva de la agrupación de jóvenes. Era el 25 de febrero de 2011 y recuerdo la exposición de su candidatura, la mejor con diferencia», rememora de aquel momento. A la semana siguiente, trasladó al presidente de Cs y su mano derecha, José Manuel Villegas, que en Barcelona «había una afiliada nueva con mucho potencial».
Además, Hervías fue el primer dirigente que pidió la entrada de Arrimadas en el Comité Ejecutivo. Curiosamente, dos de las personas más próximas a ella, Carlos Carrizosa y José María Espejo, cuestionaron en aquel momento su ascenso orgánico por verlo prematuro. «¿Y si nos sale otra como Esperanza García?», planteó Manuel García Bofill en una reunión interna tras una fallida apuesta con la que había sido la primera candidata del partido a las elecciones municipales por Barcelona y que terminó pasándose al PP. Aquella pregunta la «secundaron Carrizosa y Espejo, indicando que no la conocían de nada».
El ascenso de Arrimadas fue meteórico hasta convertirse en «una heroína nacional» con la victoria de Ciudadanos en las autonómicas catalanas de diciembre de 2017 con más de 1,1 millones de votos, dos meses después del referéndum ilegal y la declaración de independencia patrocinada por Carles Puigdemont. Hervías fue uno de los partidarios de que ella se presentase a la investidura, aunque los números no diesen. Lo hizo «con el argumento de que habíamos ganado las elecciones y debíamos destacarlo buscando liderar un gobierno». Además, era lo que esperaban «los que nos habían votado y si el PSC o Podemos no nos apoyaban, quedarían retratados». Sin embargo, la vencedora en los comicios, y otros miembros de la dirección nacional de Cs, consideraron que era un error empezar esa legislatura con una derrota parlamentaria.
«Aquí vino un nuevo episodio de confrontación, ya que comenzó a evidenciarse que algunos pensaban más en su propia imagen y trayectoria personal que en el bien común. Finalmente, los partidarios de que Inés no se presentara a la investidura ganaron el debate. Lo tenían bastante estudiado, porque a los pocos meses Inés comenzó a diseñar, y ejecutar, su hoja de ruta personal hacia Madrid», revela el autor de Ciudadanos. La historia jamás contada.
El «cambio» de Arrimadas se acentuó tras la moción de censura de Sánchez contra Mariano Rajoy en mayo de 2018, un golpe que cogió «totalmente en fuera de juego» a Ciudadanos, que en aquel momento lideraba las encuestas nacionales con más del 27% en intención de voto y cinco puntos por delante de PP y PSOE. «No esperábamos un movimiento así y menos que Rajoy, al ver la posibilidad real de que prosperara la moción, no convocara antes elecciones. En apenas un mes bajamos cinco puntos, a la vez que subían el PSOE y el PP. En pocas semanas vimos esfumarse, de la noche a la mañana, el sueño de llegar a la Moncloa», constata Hervías.
En ese momento comenzaron los movimientos «para intentar debilitar» a Rivera. Al área de Organización llegó que desde el equipo de Programas de Toni Roldán se estaba «tanteando» a cargos intermedios y diputados sobre la situación del partido. «No le dimos mayor importancia, pues pensamos que estaba dentro de la normalidad del nerviosismo que pudiesen tener algunos afiliados. Sin embargo, lo más llamativo fue la confirmación del cambio de actitud de Inés Arrimadas durante el verano de 2018», subraya el exdirigente naranja en su libro al que ha tenido acceso THE OBJECTIVE.
«Tras las acciones que desde Cs, comenzamos a llevar a cabo en Cataluña, encontramos el rechazo de Inés y parte de su equipo al considerar que estábamos provocando a los separatistas con nuestras acciones, casi el mismo argumento que daba el PSOE ante los medios. Algo había cambiado y no sabíamos el qué. El 29 de agosto de 2018, tuvimos que convencerla para que fuese a retirar lazos amarillos en Alella, un municipio de Barcelona», prosigue Hervías.
No fue un caso aislado. Poco después, Arrimadas «se mostró reacia» a sacar una bandera española durante su intervención en el Parlament el 3 de octubre de 2018, cuando el año anterior había mostrado su pasaporte en el estrado sin ningún problema y con mucho eco mediático. Cuatro días después no asistió a un mitin en la plaza de Sant Jaume de Barcelona, «que llenamos de banderas españolas y catalanas», para que Rivera diera un discurso «muy emotivo». La entonces portavoz naranja en el Parlament pedía por aquel entonces que las intervenciones las pudieran hacer en catalán y no en castellano, «algo que también llamó mucho la atención». Tras ello, hubo ausencia muy comentada, la suya en la ‘foto de Colón’, la manifestación constitucionalista del centro-derecha en febrero de 2019. Arrimadas dijo que había perdido el avión. Una excusa que ni Hervías ni otros dirigentes naranjas se creyeron.
Ciudadanos alcanzó su cenit electoral a nivel nacional en abril de ese año, al pasar de 32 a 57 escaños en el Congreso gracias al apoyo de cuatro millones de españoles. «La alegría y la euforia en la sede era enormes, pero no en los rostros de todos», relata el exsecretario de Organización. «Algunos habían previsto que sería un mal resultado y esperaban comenzar a realizar el relevo previsto de Rivera. Un corrillo con caras serias en una de las esquinas de la sede con varios cargos del partido lo decía todo. Algo no les había salido como esperaban. Y lógicamente nos dimos cuenta de ello, porque esas reacciones estaban fuera de lo que el 95 % de la gente que estaba en la sede sentía. ‘Yo es que soy más de Arrimadamos que de Ciudadanos’, me dijeron que contestó uno de los invitados cercanos a Inés, con cara de pocos amigos, cuando se le preguntó por el resultado», rememora.
La alegría de aquella noche electoral «duró poco» pues la guerra «para hacerse con los despachos de la cuarta planta de la sede de Cs acababa de empezar». Los socialistas «no querían saber nada de nosotros y su prioridad era buscar otra alternativa a los pactos», pese a que ambos partidos sumaban mayoría absoluta con 180 escaños. Desde la Ejecutiva naranja se marcó como socio preferente al PP, pero sin excluir al PSOE, y «por unanimidad» de todos sus dirigentes.
Pero tras las elecciones autonómicas, locales y europeas de mayo de ese 2019, la dimisión de Toni Roldán el 24 de junio «encendió la mecha» de la discordia interna. «La realidad es que llevaba tiempo llegándonos información de ciertos movimientos internos, aunque estos no eran nada concluyentes. (…) ¿La insistencia de Inés de abandonar Cataluña y venirse a Madrid era para estar bien posicionada si algún día dimitía Albert? Cuesta creer que fuese así, pero había muchos indicios que apuntaban en esa dirección», apunta Hervías.
«Parecía que se llevaba tiempo buscando sustituir a Albert y algunos estaban esperando el momento oportuno para ello. La persona elegida para sustituirle debía ser Inés Arrimadas, que se había mostrado en varias ocasiones reticente a la estrategia política que se marcaba», hace hincapié el autor del libro. «Personalmente, me gustaría creer que ella nunca fue conocedora de todo esto, aunque justo durante esas mismas semanas en las que a (Juan Carlos) Girauta le llegaba la información fue cuando, al parecer, forzó su salida de Cataluña para irse a Madrid».
Desde el equipo de Arrimadas se cuestionaban algunas de las acciones del partido llevadas a cabo en Cataluña, como era la retirada de lazos amarillos en las calles. «Unas protestas internas que, en la misma línea del equipo de Inés, habían hecho en cierta forma Toni Roldán o Luis Garicano», algo que preocupó a dirigentes próximos a Rivera, entre ellos Hervías.
«Me costaba creer que personas que habían sido tan cercanas a Albert (…) fuesen capaces de responder de esa forma tan ingrata. (…) Parecía como si hubieran venido a Ciudadanos con el objetivo de ser ministros o secretarios de Estado, fuese con el gobierno que fuese. Cs no lo construimos para eso, sino para hacer frente a los atropellos de los nacionalistas y sus cómplices, y para mejorar la vida de los españoles», puntualiza ante las dimisiones que ocurrieron en aquellos días.
El «mayor error» de Ciudadanos con Sánchez entre las elecciones de abril y noviembre de 2019 fue, a juicio de Hervías,«no saber desenmascararle a tiempo», pese a que sabían que el líder socialista negociaba con Podemos para cerrar un gobierno en el que necesitarían el apoyo de formaciones independentistas. El ‘Frankestein’ del que habló Alfredo Pérez Rubalcaba. «Debimos haber intentado desde el primer momento que los españoles conociesen ese nuevo pacto. Cuando nos dimos cuenta de que no habíamos sido capaces de explicar bien el plan de Sánchez a los españoles, fue demasiado tarde», reconoce.
En la noche del 10-N hubo lágrimas y mucha tristeza en la sede central de Ciudadanos, aunque sorprendentemente «algunos parecían no poder contener la felicidad». Fue el caso de Juan Marín, quien en Sevilla «llegó a encargar unas pizzas y pidió que pusieran el Betis por una de las televisiones, como si nada estuviese sucediendo», rememora Hervías. Su suegra estaba allí y le contó que el entonces vicepresidente de la Junta de Andalucía «la miraba y sonreía alegremente» aquel día tan funesto para la formación liberal «tras ver el resultado que nos habían deparado las urnas».
La dimisión de Rivera y su choque con Arrimadas
«No aguanto más, dimito», fueron las palabras de Rivera nada más comenzar la reunión del Comité Ejecutivo al día siguiente de la derrota del 10-N. Todo ello, «mientras clavaba los codos en la mesa y rompía a llorar», un desenlace que ahora sale a la luz. En la posterior comparecencia ante los medios anunció que abandonaba la política. «No habían pasado ni unos minutos de esa rueda de prensa cuando en uno de los despachos de la cuarta planta un pequeño grupo de la Ejecutiva comenzó a elaborar listas negras de los que tenían que irse con Albert y a repartirse los futuros cargos. Recuerdo esos momentos con profunda decepción, ni siquiera fueron capaces de guardar las formas un día así», reprocha el autor del libro sin citar a nadie en concreto.
A los pocos días, llegó su primer «choque» con Arrimadas. Fue el 21 de noviembre de 2019. Hervías comunicó a la líder de facto de Cs que iba a dejar la Secretaría de Organización, aunque ofreció su ayuda «desde un segundo plano» para el proceso de transición. La respuesta de ella le dejó descolocado. «Tengo todo mucho más controlado de lo que te piensas. No soy una mujer florero. No le tengo miedo a nada ni a nadie. No necesito que nadie me ayude. No le tengo apego a ninguna silla», le dijo Arrimadas «con una actitud chulesca, desafiante y arrogante, incluso diría que rozando la mala educación».
Hervías se encontró con una Arrimadas «irreconocible». Muy distinta de la persona «que conocí, ayudé y protegí cuando casi nadie la quería en sus inicios en el partido». Sin embargo, a los cuatro días, ella «cambió totalmente su tono» y le pidió que no se marchase en ese momento. Así que Hervías aguantó hasta la celebración del congreso en febrero de 2020. Poco después se agudizarían los problemas internos.
En mayo de ese año, al segundo mes de la pandemia del coronavirus, hubo la primera «sonada rebelión interna» en el grupo parlamentario por «el cheque en blanco» que se le quería dar al Gobierno de Sánchez e Iglesias con la cuarta extensión del estado de alarma. Espejo, uno de los dos vicesecretarios generales de Arrimadas, le rogó que «hablara con Marta Martín y algunos más del grupo parlamentario, como Pablo Cambronero o Guillermo Díaz, para pedirles que se alinearan con el posicionamiento del partido y no se saltaran la disciplina de voto». A la revuelta se sumaron Marcos de Quinto y María Muñoz. El grupo de diez diputados «se les dividía y, con ello, también el partido», mientras exdirigentes como el citado Girauta o Carina Mejías se daban de baja de Cs. De Quinto fue el primero en marcharse, luego vendrían el portazo de Cambronero y el adiós de Martín.
«Lejos de cambiar de rumbo, siguieron en la misma línea», se queja Hervías. Ya convertido en senador de Ciudadanos por el Parlamento de Andalucía -fue designado el 17 de junio de 2020-, se le llamó la atención desde el equipo de Arrimadas por sus intervenciones contra el Ejecutivo de coalición y sus referencias al sanchismo. «Hay que ser comedidos con el Gobierno, que estamos alcanzando acuerdos con ellos», se le insistía desde la sede nacional. En varias votaciones, se cambió «a última hora» el sentido del voto «para hacer guiños al Gobierno».
Ciudadanos se estaba convirtiendo «en uno más de la banda parlamentaria» que apoyaba a Sánchez. Sorprendido «por esos bandazos políticos», Hervías se quejó a Cuadrado, mano derecha de Arrimadas. «Su explicación fue que con diez diputados se iba a tener más poder que con 57, que estaba teniendo reuniones con altos dirigentes del PSOE y no se descartaba entrar en el Gobierno en un futuro», le respondió Cuadrado.
Este último había encontrado que la estrategia previa de Rivera era «mala» y que tenían que «probar otra» para atraer «al votante socialista desencantado» con Sánchez. Ser, en definitiva, «un partido pequeño y controlable que estuviese entre los diez y los veinte escaños, porque tampoco se podía aspirar a más». Hervías no entendía esa táctica: «Recuerdo que le dije que esas alianzas con Sánchez y Podemos nos llevarían al camino de la desaparición y que él sabía bien cuál era nuestro potencial votante, que pensar en ser un partido pequeño es como cuando sales a empatar en un partido de fútbol, acabas perdiendo. Le daba igual. Era evidente que buscaban enterrar al Cs auténtico, borrar todo rastro de la etapa anterior, de la que ellos, curiosamente, formaron parte activamente, y no se daban cuenta de que no solo estaban sepultando al Cs de antes, sino también al actual. No entró en razón, ni él ni otros miembros de la dirección con los que hablaba y les trasladaba mi preocupación».
El intento de retirar el veto a la ley Celaá
Arrimadas no solo se abrió a apoyar los presupuestos de 2021, sino también a «claudicar» ante el «atropello» a los derechos lingüísticos de los catalanes. «Lorena Roldán, que era la portavoz del grupo en el Senado, nos trasladó que le había llamado un asesor del Congreso para preguntarle si se podía retirar el veto a la ley Celaá, esa norma que arrinconaba definitivamente el castellano en la educación».
La receptora del mensaje se mostró «alterada» ante la sugerencia de la dirección nacional y dejó muy claro que no se iba a retirar, sino que su posicionamiento era «en contra de esa ley y que sería contundente en su exposición». Fue su última intervención en el pleno como senadora de Cs, pues a los pocos días anunció su marcha al PP «tras meses de ninguneos y desprecios».
«A muchos nos resultaba deplorable y humillante ver cómo, poco a poco, convertían a Cs en un partido político más al servicio del poder y del sanchismo», se queja Hervás. «Pisotearon, sin inmutarse, los valores y principios de un proyecto que nos costó sudor y lágrimas construir en toda España», prosigue antes de centrarse en las autonómicas catalanas de febrero de 2021 en las que la formación liberal pasó de 36 a solo seis diputados. «Lejos de asumir errores y hacer autocrítica, culparon sin ningún pudor a la herencia del pasado», se lamenta.
El 18 de febrero de aquel año, cuatro días después de los comicios catalanes, llegó una reunión decisiva. Hervías fue convocado a la sede nacional y Cuadrado le ofreció el puesto de portavoz adjunto en el Senado a cambio de apoyar públicamente la nueva estrategia del partido. «Cobrarás 7.500 euros al mes, que no está nada mal», le dijo a modo de «premio de consolación». «Me sorprende que después de todos estos años pienses que voy a aceptar eso por dinero», le respondió el aludido. «Piénsatelo», insistió Cuadrado.
«Esa misma tarde decidí que era momento de sumar para construir una alternativa fuerte al Gobierno de Sánchez e Iglesias, pues los actuales dirigentes de Cs iban a ir de la mano con ellos, tal y como se vio semanas después. Por eso, ese mismo día contacté con Pablo Casado y con Teodoro García Egea, quería verme con ellos» para incorporarse al PP, desvela sobre aquel fichaje que provocó un terremoto mediático.
Al final, Hervías retrasó su marcha un par de semanas ante su inminente paternidad. La presentación de las mociones de censura «impulsadas por Cs, PSOE y Podemos en Murcia y Madrid» le dieron la excusa perfecta. Aquel hecho fue el aldabonazo para darse de baja y ponerse a trabajar en Génova como asesor, «sin cargo político alguno», puntualiza. «Estaba en el lado correcto», concluye el autor del libro.