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El zapador

La izquierda tras el hundimiento: «Autocrítica ni de coña»

Para Podemos y PSOE, la culpa de su derrota es de los demás, especialmente de aquellos periodistas que se empeñan en no hacerle la rosca al Gobierno

La izquierda tras el hundimiento: «Autocrítica ni de coña»

Montaje elaborado por Javier Rubio Donzé.

«Autocrítica ni de coña. Cuando tienes a todo un sector mediático hablando de ETA, de ‘liberación de violadores’ o de okupas lo normal es que la balanza se decante a posturas reaccionarias. El voto es libre, pero está condicionado. Hay que poner al poder mediático en el centro». En el centro de la diana se entiende. Estas excusas las escribió en Twitter un youtuber que se hace llamar ‘Rubén Hood’ tras conocerse la debacle de la izquierda en las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo.

Al día siguiente Rubén Hood hizo un vídeo en el canal de Pablo Iglesias —canal R(e)D— donde desarrolló su justificación exculpatoria: «El voto es libre pero el voto está condicionado, o sea, cuando nosotros depositamos una papeleta en las urnas la reflexión que nosotros hemos hecho previamente la hemos hecho a través de los medios de comunicación, a través de la televisión» y ese aparato del infierno ha de tener la culpa porque, ya se sabe, manipula. En las teles de los españoles aparece una periodista de derechas muy mala que se llama Ana Rosa Quintana, a la que Rubén apunta con su dedo incriminatorio. Continúa el entregado guerrero con su sesudo examen: «No se entiende la victoria de Ayuso si no es por esta gente», mientras aparece una imagen de la mencionada Ana Rosa Quintana, pero también Vicente Vallés y Pablo Motos. Es el mismo análisis que hizo un periodista de la revista GQ llamado Víctor M. González, que colocó un tuit señalando al trío mediático facha:

El tuit ha alcanzado hasta la fecha más de dos millones de impresiones. Unas 30.000 personas han dejado su like y unos 10.000 lo han retuiteado; unas cifras verdaderamente asombrosas para la red social del pajarito azul. Afortunadamente, Twitter no es la vida real, aun así, los números llevan a hacerse algunas preguntas: ¿De verdad tanta gente de izquierda piensa que el hundimiento en las urnas se debe a la opinión de un puñado de personas que aparecen en televisión?

Suponiendo (y esto es mucho suponer) que el electorado se deja influenciar por personajes televisivos, ¿qué les hace pensar a los que compran estas endebles consignas que otros personajes de la tele no tengan también cierto ascendiente sobre los votantes? ¿Acaso cala más lo que diga el trío facha que lo que digan Jordi Évole, Jorge Javier Vázquez o el Gran Wyoming? Todo sin contar que la llamada «pequeña pantalla» (ahora hay otras más pequeñas) cada vez tiene menos penetración en los hogares españoles, y esto es un dato constatable, por lo que poner la diana en este vetusto medio es un tanto arriesgado. 

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Los Rubén Hood y compañía no quieren reparar en algo mucho más importante y es que quizá algunos españoles estén hastiados de una izquierda que absuelve el terrorismo de ETA, pacta con separatistas, ahuyenta empresas, asfixia a los autónomos, protege al okupa, manipula las encuestas del CIS, ataca la división de poderes, recorta libertades, coloca a amiguetes, rebaja las penas a violadores, se acuesta con Marruecos… Una izquierda que —y al que escribe estas líneas este modo de actuar se le hace especialmente insoportable— fiscaliza la opinión de los periodistas, los señala y promueve su acoso por tierra mar y aire. 

Y en esas estamos. La izquierda no quiere hacer autocrítica. La culpa es de los demás, especialmente de aquellos desconsiderados periodistas que se empeñan en no hacerle la rosca al Gobierno. Este es el escenario que nos espera de aquí al 23 de julio. Recemos para que no se nos haga muy largo. Con suerte —dentro de poco tiempo— los Rubén Hood serán cosa del pasado.

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