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Sánchez omite la amnistía y a Puigdemont en su nuevo libro pero justifica los cambios de criterio

El dirigente afirma que «el criterio de un presidente puede verse modificado» y rescata ejemplos de sus predecesores

Sánchez omite la amnistía y a Puigdemont en su nuevo libro pero justifica los cambios de criterio

Sánchez durante la rueda de prensa posterior a la reunión informal con los jefes de gobierno de la UE. | Lian Yi (Xinhua News)

Hay silencios que hacen mucho ruido. En el caso de Pedro Sánchez giran en torno a la amnistía y Carles Puigdemont, a los que omite en su último libro, recién publicado. En Tierra firme no alude ni al expresidente catalán ni a la medida de gracia, con la que ha obtenido el apoyo de Junts para volver a ser investido. El efecto dominó comenzó tras las municipales, cuando la derrota del PSOE convenció a su líder de adelantar las elecciones. Sánchez negó durante la campaña que fuese a conceder la amnistía, pero justifica que «el criterio de un presidente puede verse modificado por los acontecimientos», como ya hicieron sus predecesores.

La primera vez que Sánchez mencionó de forma explícita una posible amnistía para beneficiar a los implicados en el procés fue en la rueda de prensa posterior a la reunión informal que congregó a los jefes de Estado y de gobierno el pasado 6 de octubre en Granada. «Nada está acordado hasta que todo esté acordado», afirmó el presidente tras ser requerido sobre la cuestión por los periodistas.

Un mes más tarde, PSOE y Junts anunciaban un acuerdo de investidura que incluía la medida, que ya se tramita en el Congreso. Sánchez acababa de defenderla en el comité federal de su partido «por el interés de España y en defensa de la convivencia entre españoles». Eso, a pesar de que durante años defendieron que no cabía en nuestro ordenamiento jurídico. De hecho, optaron por indultar a los condenados del procés en junio de 2021 porque «no niega la existencia del delito ni la responsabilidad de los autores», aseguró Sánchez entonces en el Congreso.

Las razones de Sánchez

«El independentismo pedía la amnistía y un referéndum de autodeterminación. No han tenido amnistía y no hay un referéndum de autodeterminación ni lo habrá. No lo habrá, primero por convicción personal y política. En segundo lugar porque la Constitución, no solamente la española, ninguna en el mundo, reconoce el derecho a la segregación», insistió Sánchez apenas tres días antes del 23-J durante una entrevista en La Sexta.

El resultado electoral le obligó a cambiar de guion. Sánchez necesitaba de los votos de los independentistas para mantener el poder. A cambio, estos demandaron la amnistía. El presidente del Gobierno la defendió en su sesión de investidura como «una muestra de fortaleza» de la Constitución y una fórmula para «impulsar la convivencia y el perdón». Además, advirtió de la necesidad de aparcar el odio y levantar un muro contra «una derecha reaccionaria e involucionista».

Sánchez reconoce en las páginas de Tierra firme que «el criterio de un presidente puede verse modificado por los acontecimientos e incluso diferir de los que uno piensa o pensaba hasta que se da de bruces con el tema». El presidente del Gobierno asegura ser «un político con convicciones», pero que pese a ello ha cambiado de posición en un tema «tan sensible» como el de los indultos. Sin embargo, no menciona a la amnistía. Quizá porque cuando se activó el mecanismo el libro ya estaba en la imprenta.

«No es incompatible. La derecha me ha acusado directamente de mentir, lo que implica un juicio moral que me atribuye la intención deliberada de engañar a la gente», admite Sánchez en el libro, escrito con la colaboración de Irene Lozano, que fue diputada y secretaria de Estado con los socialista tras abandonar Unión, Progreso y Democracia (UPyD). El presidente del Gobierno afirma que esa tesis supone una falsedad.

Los cambios de sus predecesores

Los cambios de opinión son algo habitual en los dirigentes políticos. Ese es el mensaje que trata de trasladar Sánchez en su segundo libro, algo que nunca había conseguido realizar un presidente en ejercicio. Para demostrarlo la variación de criterios, el dirigente socialista tira de hemeroteca. Felipe González se refirió a ello hace semanas asegurando que «rectificar es de sabios y de necios hacerlo a diario».

«No creo que haya ningún presidente del Gobierno, ni en nuestro país ni en ningún otro, que no haya modificado sus posiciones políticas al llegar al poder. Rajoy ganó las elecciones en 2011 diciendo que bajaría los impuestos y llevó a cabo uno de los mayores aumentos de nuestra historia reciente. Aznar empezó a llamar a ETA Movimiento Vasco de Liberación Nacional como si tal cosa. Felipe González llegó al poder prometiendo un referéndum para salir de la OTAN, pero lo convocó para que lo integráramos. Y lo más importante es que acertó», sostiene Sánchez.

El actual secretario general del PSOE reconoce en el libro que «a veces cambia la coyuntura, otras hay que cambiar» para justificar los vaivenes. E insiste: «Hay asuntos que un presidente debe abordar desde el máximo rigor cuando se presentan, aquilatando todas las razones, las consecuencias y los objetivos que se pretenden conseguir. Eso no es ser maquiavélico, como también se me ha llamado, sino responsable».

Para que Sánchez llegase hasta aquí fue necesario que adelantara las elecciones. Él mismo lo explica en Tierra firme al asegurar que llegaron al 23 de julio «porque antes hubo un 28 de mayo». Ese día, los socialistas se dejaron 400.000 votos y perdieron buena parte de su poder municipal y autonómico. «La derecha se había movilizado de forma extraordinaria, lo cual venía a reforzar la sensación de cambio de ciclo inevitable», manifiesta el presidente del Gobierno.

«Una regresión histórica»

Ante ese escenario, y los discursos reaccionarios contra las mujeres y la comunidad LGTBI y el negacionismo climático de la derecha, Sánchez sintió la «imperiosa necesidad» de saber si los ciudadanos apoyaban realmente esa «regresión histórica». Solo había una forma de saberlo: convocar elecciones generales, que tocaban en diciembre. «La primera persona con quien lo hablé fue con Begoña. Aún sonrío recordando la perplejidad con que reaccionó», rememora el presidente.

A continuación llamó a María Jesús Montero y a Santos Cerdán, vicesecretaria general y secretaria de Organización del PSOE respectivamente. Ambos se encontraban en Ferraz aquella aciaga noche para su partido. «También telefoneé a Félix Bolaños y a Óscar López. Les pedí a los cuatro que vinieran a Moncloa (…) les expliqué mi lectura de los resultados y que había que clarificar la situación y que solo podía hacerse mediante unas elecciones. Los cuatro estuvieron de acuerdo en que era la mejor solución».

Sánchez explica que debatieron sobre convocar los comicios en septiembre. Insistió a sus compañeros a adelantarlas al primer domingo posible porque «todo tiempo añadido daría mayores oportunidades a la derecha de empañar los logros de la legislatura y acabar desbaratando el buen trabajo realizado». A primera hora de la mañana siguiente su director de gabinete llamó a la Casa Real, él ofreció una declaración muy breve y el PSOE volvía a activar la maquinaria electoral.

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