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Observatorio electoral

Las encuestas anticipan que el PSOE empieza a escapar de los efectos de la riada de Valencia

El PP sigue sufriendo el desgaste mientras Vox permanece invariable y Sumar carece de aliento

Las encuestas anticipan que el PSOE empieza a escapar de los efectos de la riada de Valencia

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. | Europa Press

El foco periodístico puede empañar el foco técnico con el que se deben analizar las encuestas, que son, al fin y al cabo, un instrumento de medida. Algunas de las publicadas en las últimas semanas han querido destacar grandes cambios a partir de la irrupción de Trump, que habría desestabilizado el apoyo de los votantes de Vox o, al contrario, que Vox y Sumar recogerían el descontento con la gestión de la riada en Valencia. Nada de eso ha ocurrido en este mes; el trumpismo que anida en Vox está tranquilo.

La carrera de caballos entre los partidos tiene pocas novedades entre febrero y marzo, aunque una es muy significativa. El telón de fondo lo describió Juan Roig en la presentación de resultados de Mercadona: «Ni agilidad, ni respuesta, ni coordinación. Ha fallado la gestión de las distintas administraciones públicas, de todas. Era muy difícil, nadie esperaba un desastre natural tan descomunal, pero para eso pagamos impuestos… Porque los necesitamos. Pero casi un millón de españoles nos sentimos desamparados los primeros cuatro días. La sociedad se sintió desamparada». Es lo que siente y recuerda la opinión pública; estos textos se extraen o inspiran en estudios cualitativos, o en una fina percepción de la realidad. Al lado una extraña pregunta o sensación: ¿cómo es posible que con 228 fallecidos los responsables sigan en sus puestos, se resistan a asumir su responsabilidad y nadie ni ningún mecanismo de la política se la exija?

Desde noviembre, los efectos de la riada en los apoyos al PP y al PSOE se reflejan en las encuestas. La novedad es que el PSOE comienza a escapar de ese clima, recupera algunos votos y acorta distancias con el PP. Cada vez es más evidente que la desastrosa gestión se condensa sobre Mazón, arrastrando a Feijóo y al PP. Hay una decisión que tomar, y no se toma.

Vox retrocede unas décimas en intención de voto, pero se mantiene por encima de los 40 escaños, y los demás partidos están estables. La clave sigue siendo el desmembramiento de la extrema izquierda: Sumar se desploma, y sin la aportación de 20 escaños de este espacio no sería posible repetir la «mayoría de investidura». Hoy, con Podemos y Compromís, sólo tendrían 12. Ironías: del descalabro de la extrema izquierda el PSOE recogerá un puñado de diputados, pero insuficientes. Por tanto, la legislatura no se disolverá. Nadie convoca elecciones para perder. Hay legislatura hasta 2027.

Las estimaciones que recoge el gráfico son nuestras sobre la base de los datos de los trabajos de campo del CIS-TRAGSATEC. Sus estimaciones no son consideradas.

Feijóo en el desierto de los tártaros

Como el antihéroe de Dino Buzzati, Feijóo espera. Al acabar la carrera, el teniente Giovanni Drogo fue destinado a la fortaleza Bastiani, lugar remoto en la frontera norte. Acariciaba la idea de que una guerra contra los amenazantes tártaros promocionaría su carrera. En realidad, los días y los años pasaban sumidos en la rutina cuartelera. Los acontecimientos más banales -que apareciera un caballo suelto frente a los muros, el eco de un lejano derrumbamiento- se tomaban como indicio de un próximo ataque, y de que la gloria lo pondría por encima de los demás hombres.

Nada ocurría. Los oficiales más hábiles escapaban a otros destinos, algunos se jubilaban y se marchaban. Pasaban los años. Él seguía aferrado a su ilusión o a su pereza y rutina. Drogo no hace nada, deja pasar oportunidades, hasta su novia se desvanece. Llegó la jubilación. Borges, en su prólogo, afirma que el desierto es real y simbólico, está vacío. Pero, qué es lo vacío, ¿el desierto o el personaje?

Vista a través de los indicadores de opinión pública, la trayectoria de Feijóo recuerda la de Drogo. Un esperar que desgasta, una postergación indefinida de lo que se sabe que hay que hacer. La diferencia es que los acontecimientos no son banales: el caballo perdido fue una riada monumental. El estruendo ha sido la reentrada en escena de Trump, que obliga al PP a demostrar que está a la altura de formar gobierno ante la ineptitud de un Gobierno dividido y chantajeado por socios irresponsables, para gestionar esta situación sin evadir sus responsabilidades o burlar a los aliados con juegos malabares, sin presencia de ánimo para sacar adelante unos presupuestos, enredado en un apolillado discurso anti-OTAN, ajeno a que el futuro de España también se juega en el Este. La inmutable fortaleza Bastiani quizá sea Génova.

La gestión de la post-riada

La forma en la que se analiza la valoración de los dirigentes políticos es desenfocada. Las encuestas preguntan por valoraciones de 0 a 10 o de 1 a 10, como hace el CIS, y se saca la media. Tal media apenas significa nada. Los entrevistados valoran a los políticos en función de dos dimensiones: una síntesis de sus cualidades, a las que tratan de dar un valor numérico, y la distancia ideológica, es decir, la distancia entre la posición ideológica que se atribuye el entrevistado en el espacio izquierda-derecha y la que asigna al político a valorar en la misma escala. Al ser dos indicadores numéricos, esta distancia se puede cuantificar. Depende de cada caso: cada punto de distancia ideológica supone un descenso de entre 0,4 y 0,7 puntos en la valoración del político. Las afinidades ideológicas de los entrevistados condicionan su valoración de los políticos, como es lógico.

En el caso de Feijoo, el paso y desgaste de los meses se recoge en el gráfico siguiente. Los números corresponden a la puntuación media de los entrevistados que se sitúan en cada punto del eje izquierda-derecha, en octubre-23 y marzo-25, las líneas intermedias son los demás meses de la leyenda. El progresivo descenso es evidente:

Es normal el desgaste durante la legislatura. Pero el descenso de Feijóo se precipitó entre octubre y diciembre de 2024, con la riada, y ahí sigue. Desde entonces, su valoración, incluso en la derecha, es muy modesta, muy inferior a la de octubre de 2023 o las que tuvo durante 2024, distante de la que cabe esperar para el líder de un partido.

Otro indicador. Habitualmente el CIS incluía en sus cuestionarios una pregunta sobre la preferencia para presidente del Gobierno, considerando sólo los líderes de los partidos. En los últimos meses, incluye a otros dirigentes, como Isabel Díaz Ayuso. El gráfico siguiente recoge estas preferencias entre los líderes de centroderecha, también según la autoubicación ideológica de los entrevistados; se comparan octubre de 2024 (líneas discontinuas) y marzo de 2025 (continuas), antes y después de la riada:

  • En este periodo Feijóo ha descendido en los espacios de centroderecha (6, 7 y 8) (líneas azules). En síntesis: ha perdido el 12,0% de sus “apoyos” para presidente (la superficie sombreada).
  • Abascal ha mejorado apenas en el punto 8 (verdes)
  • Díaz Ayuso se mantiene estable. Lo relevante es que está escorada hacia la derecha. Su imagen se proyecta desde la derecha, pero con déficit en el centro (rojas).

Las conclusiones son obvias:

  • Mazón está arrastrando a Feijóo o Feijóo se deja arrastrar. Inevitablemente deberá deshacerse de él, en un momento u otro. Cuanto más tarde, peor. Ya que el PP de la Comunidad de Valencia no funciona como partido -lo lógico sería que su parlamento interno, la Junta Directiva Regional, se reuniera regularmente y forzara la dimisión de Mazón- lo tendrá que hacer Feijóo. El PP necesita pasar esta página, la incomodidad del partido y sus votantes es visible.
  • Feijóo tiene pocas horas. El 29 y 30 de abril se celebrará en Valencia el Congreso de Partido Popular Europeo. Aunque afirme que Mazón asistirá si su agenda se lo permite (sic), es evidente que su permanencia en la presidencia de la Comunidad dará lugar a protestas que incrementarán el desgaste del PP y de Feijóo a nivel nacional, que quedarán en evidencia ante los dirigentes europeos. Mazón no podrá parapetarse tras la fallera mayor como en el balcón del Ayuntamiento de Valencia en la noche de fallas. El acuerdo con Vox en Valencia no aliviará la presión para movilizaciones y ruido durante el Congreso del PPE. Es pueril querer creer que porque Mazón no aparezca por el Congreso «por su agenda» el congreso dejará de ser una serie de jornadas enojosas para los invitados europeos.
  • Más allá de la coyuntura, la pasividad de Feijóo, que parece pensar que basta aguardar a que se hunda alguno de los integrantes de la “mayoría de la investidura”, transmite la sensación de que en realidad no desea cambiar nada, o no sabe qué cambiar. Debates ásperos sobre temas secundarios, mil veces vistos; la sensación de que piensa que el único cambio necesario es bajar los impuestos, indefinición ante un punto de inflexión global que ofrece la oportunidad de arrinconar a Vox con un discurso sobre la seguridad del país, la falta de renovación del partido (un congreso nacional postergado desde 2017 y varios regionales), caer una y otra vez en las celadas que tiende Sánchez… todo ello no transmite buenas vibraciones. La opinión pública, incluso la de centroderecha, lo percibe.
  • Filtrar encuestas consoladoras sobre el descontento de los votantes del PSOE sobre la quita de deuda autonómica (Segovia, Actualidad Económica, 16 de marzo), es inútil si no se construye una alternativa. Toda encuesta interna que se filtra es que no se sabe manejar para nada útil. Fichar el programa Tesela, desechado en Moncloa, no servirá de nada si nada hay que comunicar. Son pruebas de que el comité electoral del PP está gripado.
  • El PSOE empieza a escapar de los efectos de la riada en la opinión pública.   

Feijóo debería tomar nota. Asoma la sombra de aquel expresidente argentino: «No supe, no pude, tal vez no quise».

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