Había escrito ya mi artículo sobre Donald Trump, como cualquier hijo de vecino, cuando una vuelta más por la galería de The Objective me hizo pararme, embobado, ante la foto que ilustraba la noticia de que en China repuntan los índices de natalidad gracias a la abolición de la injusta ley del hijo único. Ahora que todo se lee en tono de amenaza al declinante poder europeo —que se amenaza solo, en realidad—, tenemos la escandalera o el jolgorio de Trump, por un lado, sí; y por otro, silencioso, el crecimiento demográfico chino, que pone en evidencia a nuestras sociedades envejecidas. China ya no sólo es el sorprendente adalid de la globalización y el liberalismo económico, sino que firma ese cheque a la esperanza que es abrirse a la vida.