
Rafa Nadal y David Cal
Un año tras otro llegas a la final. Un año tras otro consigues superar las horas de juego, los dolores por lesiones pasadas o latentes un año tras otro ganas ese partido. Y así durante cinco años consecutivos. Nueve en total.
Un año tras otro llegas a la final. Un año tras otro consigues superar las horas de juego, los dolores por lesiones pasadas o latentes un año tras otro ganas ese partido. Y así durante cinco años consecutivos. Nueve en total.
Lo de Rafa Nadal es de otro mundo. Rompe la barrera del sonido y el sonido del silencio. Es el número 1 y el 10 de todos los jueces. Impresionante. Único. Genial. Derrotó a Djokovic en la final de Roland Garros, se llevó el noveno y es el jugador que más veces ha ganado el torneo parisino de manera consecutiva.
Hay toda una generación que ha vivido los éxitos deportivos de nuestro país como si siempre hubiera sido así. No saben la de veces que los españolitos nos hemos ido a la cama con lágrimas y rabia por haber jugado como nunca y haber perdido como siempre.
Me parece que fue Andrés Gimeno, comentando un partido de Arantxa Sánchez Vicario. La contrincante no dejó de coquetear con el público y hacer monaditas mientras Arantxa, absolutamente seria, hacía aquello para lo que había ido a la pista: jugar al tenis.
Nunca he oído críticas negativas contra el número uno del mundo del tenis, ni como persona ni como jugador. De la misma manera que no suelo admirar a ninguna estrella, a Rafa lo admiro.
Rafael Nadal acaba de perder la final del Abierto de Australia a manos de Stanislas Wawrinka. Australia ha sido un calvario para Nadal, que ha demostrado como nunca esa épica de la lucha y sufrimiento.
Lo entrega todo durante el partido pero su generosidad toca el cielo cuando se cambia de camiseta después de algún set.
Rafa mantiene su esencia sin que la vanidad forme parte de su curriculum