comunista

Rusia añora Yalta

Rusia añora Yalta

Rusia quiere al mismo tiempo ser y no ser parte de Europa. Esta contradicción refleja tanto los vaivenes del país en el cuarto de siglo transcurrido desde la caída de la Unión Soviética como los dilemas sobre su propia identidad colectiva (la idea rusa) y su lugar en el mundo.

¿Por qué Vladímir Putin es tan querido en Rusia?

¿Por qué Vladímir Putin es tan querido en Rusia?

Más de dos tercios de los rusos han decidido reelegir a Vladímir Putin como su nuevo ‘Zar’ durante al menos, seis años más. Hasta 2024, Putin tendrá el tiempo suficiente para perfilar un legado que, a día de hoy, oscila entre  el papel de padre de la nación y la mano dura con sus enemigos y la oposición.

Equiparan el "pensamiento de Xi Jinping" con el de Mao Tsé-Tung

Equiparan el "pensamiento de Xi Jinping" con el de Mao Tsé-Tung

El presidente de China, Xi Jinping, se ha colocado al mismo nivel de Mao Tsé-Tung en el panteón comunista al introducir «su pensamiento» dentro del vocabulario del régimen chino, según la agencia China Nueva. «El PCC (Partido Comunista Chino) ha creado el pensamiento Xi Jinping del socialismo a la china de la nueva era» ha anunciado la agencia en el segundo día del 19º congreso del PCC, gran cita quinquenal del partido en el poder en Pekín que concluirá el 24 de octubre.

¿Son fascistas los antifascistas?

¿Son fascistas los antifascistas?

El humorista Gila publicó hace años, en la revista La Codorniz, una viñeta donde un padre inquiría astutamente a su hijito: “¿A quién quieres más? ¿A un ogro que te pinche con un alfiler o a papá?”. Aprovechaba ahí el no menos agudo Gila una falacia con que todos nos topamos a menudo, y no solo en los semanarios satíricos: la falacia del falso dilema.

Zizek

Zizek

Dejó dicho Jorge Semprún que el hecho político más relevante del siglo XX había sido el fracaso del comunismo. O, si se quiere, el fracaso de la praxis comunista tal como fue entendida en la Unión Soviética y sus distintos satélites, incluida la China de Mao. A su juicio, quedaba con ello demostrada la imposibilidad del colectivismo a gran escala. Y lo decía alguien que había creído fervientemente en esa posibilidad: un viejo feligrés de la religión política más exitosa de la modernidad. En La guerra ha terminado (1966), que escribió para su amigo Alain Resnais, Semprún vuelca su experiencia en la clandestinidad antifranquista y su distanciamiento del Partido Comunista que había abandonado en 1964. El protagonista, interpretado por Yves Montand, trata inútilmente de convencer a sus camaradas de que las así llamadas «condiciones objetivas» para la revolución no se daban ya en España y que, por tanto, era absurdo repartir folletos convocando una huelga general que no tendría lugar. Se adelantó a su tiempo: el PSOE no abandonaría formalmente el marxismo hasta 1974 y los noveaux philosophes que romperían con el marxismo todavía iban al colegio.

Tiranías que van, ¿tiranías que vienen?

Tiranías que van, ¿tiranías que vienen?

“El gobierno chino pondrá nota a sus ciudadanos para premiarlos o castigarlos según su conducta”. Eso decía este mismo periódico. Y nos invitaba a imaginar cómo sería un gobierno que supervisara todo lo que hacemos para ponernos nota y premiarnos o castigarnos según nuestra conducta. En realidad, poco hay que imaginar. Podríamos simplemente recordar cómo fueron los regímenes totalitarios del siglo pasado y cómo siguen funcionando en la actualidad en Corea del Norte. De hecho, lo único nuevo aquí es el acceso que el gobierno chino pueda tener a “todo lo que hacemos”, pero es una vieja verdad que en las dictaduras el ciudadano siempre es más transparente que el gobierno. Por eso es evidente que un sistema de puntos gubernamental como el que propone china es simplemente un refuerzo de la dictadura. Está por ver si un sistema de puntuación entre ciudadanos sería sinónimo de mayor libertad.

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