«Se va poniendo difícil, en estos tiempos aspérrimos de polarización política, mantener debates en Twitter, que es un invento que a ninguno nos hace más listos»»»
Frente al egoísmo y falta de perspectiva de una generación de nuevos candidatos que todavía no han entendido que la sociedad española se construye pensando en el nosotros y no en el yo, el cansancio democrático.
Conversaciones que en las redes sociales se definen como “guerras culturales” no pasan de anodino intercambio de impresiones en la sobremesa. Lo que en un lugar se predispone a palabras como “incendiar”, “polémica” o “ruido”, en el trato personal no va más allá de un debate moderado donde se exponen dos versiones de un mismo hecho.
Ocurre: muchas veces, sobre todo cuando se charla de política desde visiones opuestas, la corrupción deja de ser un hecho para el análisis y se convierte en un argumento para desacreditar las ideas de quien tengamos delante de nosotros. Sucede que en los casos de corrupción en los que estén implicados los ideológicamente afines a mi contrario, encontramos un gusto de absolvernos nosotros, de absolución de lo propio.