El mundo en foco

Granada

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Hace cinco años, tras los pésimos resultados cosechados por su partido en las últimas elecciones europeas, Alfredo Pérez Rubalcaba tomó una decisión. Por primera vez en tres décadas los nuevos tiempos ya no serían como habían sido los suyos.

El socialista que siempre estuvo allí

El socialista que siempre estuvo allí

De Alfredo Pérez Rubalcaba podría decirse que ha sido el socialista que siempre estuvo allí. Mandó más de lo que aparentaba y, bajo suaves formas de sonrisa perenne, llegó a dominar y engrasar los duros y desagradables resortes de un partido político con mando en plaza. Pasó de la pana campanuda al traje entallado siguiendo el ritmo trepidante con el que Felipe González ganaba elecciones al por mayor y por consiguiente. Pero si en el caso de González el peso del poder se tradujo en canas fotogénicas y ojeras de jet lag europeísta, a Rubalcaba lo vimos siempre igual: delgado, un tanto desgarbado, calva esplendente y con una sonrisa que basculaba entre la calidez y la somnolencia.

Siempre saludaba

Siempre saludaba

Un caso paradigmático de los asesinos en serie es el de Ted Bundy: sonriente, solícito, amable y atractivo, encarnaba la quintaesencia del norteamericano respetable

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