¿Un filósofo en la Casa Blanca?
«Sería ridículo pretender que J. D. Vance, ¡y Trump!, vienen a defender la misma idea de perdón que se nos predica, con voz melosa, desde demasiadas homilías»
«Sería ridículo pretender que J. D. Vance, ¡y Trump!, vienen a defender la misma idea de perdón que se nos predica, con voz melosa, desde demasiadas homilías»
La conversación, aun cuando es ajena, es siempre superior a la escritura porque una está viva y, la otra, muerta
La perspectiva del geopolítólogo, aún la del más perspicaz y clarividente, no deja de estar sometida a esa opacidad de los arcana imperii, de manera que los materiales con los que se pueden trabajar tienen la forma de un iceberg.
En una época en la que uno es lo que se siente, lo que se cree, lo que se considera, Rajoy tiene la encomiable audacia de decir que uno es lo que es y no otra cosa
Lo más instructivo es la asertividad de caminar en los zapatos de otro, pero no de forma
gratuita. De eso se encarga el aliento de todo Damocles
Ni falsa devoción de hipócritas, ni ira de mezquinos conservadores de la identidad, ni enfado de falsos humanistas o progresistas. Las tentaciones no son fáciles de vencer. Sobre todo, cuando no nos interesa hacerlo
Y así estamos, en buena medida, hoy día: vivimos en demagogia, esa «tiranía de los oradores», que decía Hobbes, profesionales sofistas, dedicados a «hacer fuerte el argumento débil
Mientras se tenga fuerza, espacio fértil e independencia económica, debiera ser una obligación ética luchar contra el mal endémico del “fenicio”
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