El 'procés' español (y nuestro destino sudamericano)
«Sánchez pretende excluir de la vida civil, extranjerizar, a la mitad como poco de la población. Aquí la extranjerización no es nacional, sino ideológica»
«Sánchez pretende excluir de la vida civil, extranjerizar, a la mitad como poco de la población. Aquí la extranjerización no es nacional, sino ideológica»
«¡Qué tiempos inverosímiles, dedicarse a escribir poemas mientras te ronda una gente pensando en la mejor manera de acercarse a ti para matarte!»
El periodista tinerfeño tira de memoria en su última novela, ‘Mil doscientos pasos’, un retrato de la niñez en una época oscura de la historia de España
Llega al grupo después de 45 años en ‘El País’, donde fue parte del equipo fundador y estuvo al frente de diferentes responsabilidades en este periódico
Tiene los talones mordidos por la muerte, que le lleva persiguiendo desde niño. Mientras los hijos de los otros jugaban a la pelota, el pequeño Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) descansaba en la cama vencido por el asma, jugaba a escribir cartas e imaginaba romances. En aquellos tiempos, su madre abría la puerta a las mujeres con maridos en Venezuela para que el niño les escribiera cartas. Todas comenzaban igual: “Querido fulano, me alegro de que al recibo de esta mi carta te encuentres bien de salud. Nosotros por aquí bien, gracias a Dios”. Las cartas y la radio eran sus distracciones. Su familia malvivía por su enfermedad, sus hermanos trabajaban durante el día y se mantenían en vela la noche entera porque sus ataques de asma eran terribles. Su madre no hacía otra cosa que pensar en el pequeño.
Tiene los talones mordidos por la muerte, que le lleva persiguiendo desde niño. Mientras los hijos de los otros jugaban a la pelota, el pequeño Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) descansaba en la cama vencido por el asma, jugaba a escribir cartas e imaginaba romances. En aquellos tiempos, su madre abría la puerta a las mujeres con maridos en Venezuela para que el niño les escribiera cartas. Todas comenzaban igual: “Querido fulano, me alegro de que al recibo de esta mi carta te encuentres bien de salud. Nosotros por aquí bien, gracias a Dios”. Las cartas y la radio eran sus distracciones. Su familia malvivía por su enfermedad, sus hermanos trabajaban durante el día y se mantenían en vela la noche entera porque sus ataques de asma eran terribles. Su madre no hacía otra cosa que pensar en el pequeño.
Cuenta Juan Cruz en Primeras personas que Manuel Rivas (A Coruña, 1957), o Manolo, era un joven recién salido de la adolescencia cuando estuvo a punto de ver su carrera marcada por las malas artes de algunos compañeros: cubriendo en 1978 unas votaciones sindicales en Galicia para El País, dio por hecho el resultado antes de tener el anuncio. Lo hizo movido por el consejo de algunos veteranos de la redacción, que le aseguraron que aquello “estaba cantado” y el episodio podía darse por cerrado. Ante el disgusto de ver que los resultados no fueron los que se presuponían y más solo que la una, pues aquellos compañeros lo abandonaron, el joven Manuel tuvo que viajar a Madrid convocado de urgencia por Cebrián, dispuesto a recibir una reprimenda de época y un despido justificado.
El Nobel de Literatura visitó ayer Barcelona para presentar su novela más feminista, ‘La mujer del pelo rojo’ (Random House, 2018).
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