No puedo evitar pensar que cuando se habla de Juego de Tronos como el fenómeno televisivo de la temporada, se está siendo injusto con el juez Marchena. El veterano magistrado nos está proporcionando momentos de entretenimiento insuperables. Un entretenimiento quizá menos sofisticado, pues se parece demasiado al regocijo que uno siente cuando alguien (¡por fin!) pone en su sitio al niño insufrible. Sí, la retransmisión del juicio nos trae también algo terrible: la constatación de cuánta gente vive atrapada en ese hiato entra la niñez y la vida adulta que es la adolescencia. El magistrado Marchena convertido, por imperativo legal, en profe de secundaria, obligado a reiterar a cada testigo que un juicio no es un juego de campamento. Obligado, en definitiva, a recordar, una y otra vez, que la vida va en serio.