
Juego de tronos
Hace tres o cuatro años, el presidente de mi periódico me aconsejó ver Juego de tronos para entender a Podemos. Como soy humilde y jerárquico, me metí la serie entre pecho y espalda a contrarreloj con sentimientos contrapuestos, ideas contrariadas y juicios contrarios, y aquí sigo, encima, esperando la próxima temporada, contradictorio. Tras pasar por el trance, he notado que ahora la opinión política, en general, y los de Podemos, en particular, han parado en seco de hablar de Juego de tronos. ¡Vaya por Dios! No se sabe ni si Felipe VI ha visto la serie que le regaló Iglesias.