Federico Luppi: por qué amamos a éste (y otros) cabrones
El viernes estaba en redacción y pensaba que la vida es una mierda: qué se puede esperar de un mundo en el que los sobres contra el resfriado saben a coca-cola (eso tan de capitalismo triste, de hedonismo amargo), joder que me estoy muriendo, cread medicinas que no parezcan cubatas, y qué frío, que diluvie ya o pase algo, y encima se muere Federico Luppi, qué tarde he nacido para tantas cosas que hubiese amado, como charlar con él en un bar de Madrid sobre que el futuro es un cachondeo, no más que una trampa del sistema para que agachemos la cabeza y nos convirtamos en esclavos.