Tuve una comida hace poco con la directora de una de las publicaciones para las que escribo. Conversábamos sobre la vida, la rutina de madre monoparental, los hijos con sus deberes y el kilometraje de idas y venidas al colegio, eje de mis planes de diario. En un momento dado, me dijo: “¿Y cuándo tienes tiempo para ti? Necesitas tiempo para ti”. Lo primero que pensé fue… ¿Para mí? ¿Para qué quiero tiempo para mí? Después, me pregunté a qué se refería exactamente: ¿ir al cine con un amigo? ¿Salir a bailar? ¿Comprarme un vestido nuevo? ¿Leer un libro? ¿Viajar sola? Imaginé que eso era lo que se entiende por “tiempo para ti” y me acordé del terrible personaje de Julianne Moore en “Las horas”, que superada por su rol de madre y esposa perfecta que ha de hacer una tarta, deja a su hijo con la vecina y se va a una habitación de un motel dispuesta a suicidarse. Luego no se suicida, regresa, hace la tarta, pero pronto abandona a la familia porque es inmensamente infeliz. Me dije que la literatura y el cine están llenos de relatos de mujeres así, atoradas, infelices, que una vez a la semana desaparecen de sus labores absorbentes como abnegadas madres y esposas para pasar la tarde en una habitación de hotel siendo ellas mismas, pensando, leyendo o teniendo tiempo para sentir algo propio.