«Peluqueros deben hacerlo para que las mujeres que entren crean que van a recibir un corte de pelo, tomar una ducha, y después saldrán»
«Espero que no solo se estudie el Holocausto, sino todas las persecuciones que ha alimentado en la historia la mezcla letal de política, mentira y búsqueda a cualquier precio del poder»
Mientras finge que intenta ilustrar y convencer, el violento revolucionario se va convenciendo de los poderosos e inocentes que son él y su causa
Sentimos que el Holocausto necesita ser representado, pero al hacerlo nos asalta la sospecha de que no hay imagen que lo pueda hacer sin degradarlo.
Alexander Poskrebyshev era hijo de zapatero.
Grupos neonazis desfilan, arrollan, queman y matan. Grupos neonazis, que ya son hijos y nietos de neonazis. Que ya, de tan antiguo su corte de pelo y sus botas y su violencia, han viajado al pasado de un campo de concentración con los ojos cerrados, sin ver nada, acostumbrados a la verdadera muerte y han escogido sus cuatro símbolos molones: bandera confederada, Dixie, blancura, pistola. Parece que los veo asesinando a Ana Frank. Pero no, qué demonios, no saben ni quién es Ana Frank porque no han leído un libro en su puñetera vida que no esté diseñado para refrendar lo que ya nacieron siendo: hombres defectuosos, sin generosidad ni amor, ni empatía, ni nada. En todo eso consiste la maldad. La maldad no es ser, es carecer.
Alguien dijo, cuando liberaron a José Antonio Ortega Lara, que parecía salido de un campo de concentración nazi. Se horrorizaba de que algo así se hubiera visto de nuevo en Europa. Cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco, la comparación fue con los últimos fusilamientos franquistas: la espera atroz, “al alba, al alba…”.
Joseph Roth fue uno de los primeros escritores en advertir (de) que aquello de los nazis iba en serio. Cuando exquisitos como Zweig todavía quitaban hierro a la supuesta patochada, el autor de La leyenda del santo bebedor señalaba ya el huevo de la serpiente que unos años más tarde, junto al comunismo, decretaría el infierno en Europa. No es baladí destacar que Roth era un socialdemócrata difuso pero duro. Contradictorio, eso sí, y con sus demonios a cuestas. Judío que se hizo católico. Fascinado por el imperio Austrohúngaro. Alcohólico alucinógeno con una lucidez increíble.
Hace algo menos de un año se publicó en Alemania una nueva edición de ‘Mi lucha’, el manifiesto de Adolf Hitler. La edición superó las expectativas más optimistas, y se ha convertido en un éxito de ventas.