Parecerá un topicazo, pero una de las cosas más importantes en la vida es no olvidar el niño o niña o transgénero –¡que nadie se ofenda!– que llevamos dentro. No perder la curiosidad ni las ganas de jugar. Cuando todo nos parece conocido y aburrido, conservar esa inocencia de la niñez ayuda a ver el mundo de una forma virgen, sin el ruido mediático y popular al que somos sometidos. Tampoco sin ser (tan) víctimas de nosotros mismos. De nuestra experiencia o prejuicios.
Hace unos días publicaron en El Mundo un relato sobre un padre y su lucha por salvar a su hija, que sufría una enfermedad rara y mortal. El relato era increíble. El padre había reclutado a los mejores científicos y expertos. Aún mejor: había reclutado al mayor experto en la materia, y éste le había pedido un equipo a la altura. Así que el padre recorrió medio mundo.
Para mí, y espero que para muchos de ustedes, la lucha y la causa de Malala y Leonarda es la misma
Para que no haya problemas las chicas no desfilarán en bikini, cuando el bikini es lo de menos