Al detenerse, el camión de la basura resopla como un brontosaurio y, tras un lapso imperceptible, se desata un atronar de contenedores que deja la vida en suspenso durante veinte segundos. En verano, con las ventanas abiertas, parece una eternidad, y mis hijas chasquean la lengua sin convicción, como intentando, siempre en vano y a sabiendas de que lo será, poner sordina al estrépito. Una de esas noches, al poco de irse el camión, les hablé de cómo se recogía la basura cuando yo era niño. No había cuatro clases de contenedores: uno para restos orgánicos y otros para vidrio, plástico y papel. De hecho, ni siquiera había contenedores. Cómo, repusieron al unísono. ¿Y dónde se echaban las basuras? En la acera, respondí. Y como quiera que no salían de su asombro, entré en detalles.
Puedes ser nacionalista, separatista, españolista…qué más da. Pero lo de ser «Honorable» hay que ganárselo y aquí el único honorable que existió fue Josep, Josep Tarradellas. El otro que aprenda a reciclar. Dice que está en ello.
Un millonario nunca lleva dinero encima. Por eso lo van a hacer con polímero, para que dure más y después de nosotros puedan manosearlo muchos otros creyendo también que es suyo