No he podido evitar escribir sobre este asunto del diamante de Sierra Leona. Al ver la foto, esa mano negra, la piedra preciosa, el agua sucia… Se me han revuelto los recuerdos de la primera vez que pisé Freetown, el viaje hasta Madina, la selva, la frontera con Conakry, los jóvenes que fueron niños soldados en contra de su voluntad, sus miradas, sus palabras, esa cuneta maldita en la que asesinaron a Miguel Gil. Sierra Leona, donde se libró una de las guerras más repugnantes que conoce la historia. Por los diamantes, los putos diamantes, y todo lo que rodeaba el control de esas piedras, que llevó el país al desastre ante una comunidad internacional que, como casi siempre, llegó tarde.