Próxima estación... (Parte III)
Una oleada de calor subió por el estómago de Amanda extendiéndosele hacia el pecho y el rostro.
Una oleada de calor subió por el estómago de Amanda extendiéndosele hacia el pecho y el rostro.
«Los yoes digitales de nuestra época son cada vez más sofisticados, buscan generar debates fantasma, crear polémicas constantes para generar interacción»
Sexo, mentiras y series. La terapeuta millennial Adriana Royo nos explica en Falos y falacias las trampas del narcisismo contemporáneo.
La frigidez no es un pecado, pero sí una lástima. Ayer salí de ver La seducción, de Sofia Coppola, cargando con una anorgasmia militante -en mi barrio se dice revenía’- y corrí al Burger King a meterme entre pecho y espalda una vulgar pero sincera tendercrisp que me devolviese a la tierra, que me conectase de nuevo con la carne, la saliva y la culpa, con la lascivia del queso americano y la grosera humanidad de dos labios abriéndose. La parte de la vida que me interesa suele alojarse al otro lado de la boca que se desprende, que se ensancha como una flor carnívora llena de fascinaciones, admiración, estupor o apetitos. La película fue como el antónimo: más o menos un rictus.
Algunas de las preguntas más habituales entre los usuarios en Tinder son: ¿Es demasiado publicar seis fotos –el máximo permitido- en mi perfil? ¿Me hace eso parecer desesperado? Y si subo solo dos, ¿creerán que son mis únicas cartas, las únicas en las que salgo bien?
El amor no sólo es un sentimiento, es una necesidad. Necesidad de recibir y dar amor. Necesidad de conectar con una persona. De compartir sentimientos y necesidades con el corazón abierto. Sin juicios, prejuicios ni exigencias.
El género epistolar de alcoba siempre ha tenido su aquel, y yo voto sin miedo por recuperarlo con la dignidad y el lustre que merece. Recordemos aquel bonito «¿Te lleno el depósito?» del Príncipe Charles a su por entonces amiga Camila.
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