El joven cuenta a la agencia AFP que cuando los combatientes del ISIS entraron en la ciudad de Bartalla, al este de Mosul, esperaba que algún pariente o amigo viniera a por él y su madre. Pero pasaron dos años y no vino nadie. Los yihadistas les impidieron huir y a Ismail le metieron en la cárcel de Mosul. «Había muchos chiitas en la celda de al lado. Tomaron a uno, le dispararon en la cabeza y tiraron el cuerpo delante de nosotros», cuenta. Cuando los yihadistas invadieron la meseta de Nínive en el norte de Irak en 2014, dieron opción a los cristianos entre convertirse, irse o morir. Alrededor de 120.000 huyeron. Pero los que se quedaron vivieron un auténtico infierno que pasaba por renunciar a sus creencias para someterse a la sharia (ley islámica). «Si constaban que no había ido a la mezquita a rezar, podían haberme dado latigazos», narra el joven. «Uno de ellos me ordenó que escupiera sobre una estampa de la Virgen María y sobre un crucifijo. Me negué, pero me obligó», describe Zarifa Bakoos Dado, de 77 años, otra superviviente.
La ofensiva de las tropas iraquíes y kurdas para liberar Mosul y la totalidad de la provincia de Nínive comenzó el pasado 17 de octubre desde tres frentes -norte, sur y este-, y ha permitido hasta el momento la conquista de varios barrios orientales de la ciudad, considerada el principal bastión del Estado Islámico en Irak. Según el ejército iraquí, desde el inicio de las operaciones militares en el este de Mosul, a mediados de octubre, sus fuerzas han matado a 300 yihadistas