El comunicado de Greenpeace empieza desmontando la existencia del llamado arroz dorado (arroz transgénico para expresar la pro-vitamina A). Según la organización, «sus promotores no han podido hacer una formulación viable, pese a casi 20 años de investigación y más de 100 millones de dólares invertidos. Tampoco han demostrado que tenga efecto en aportar vitamina A», sostienen. Los ecologistas defienden que vegetales comunes como la zanahoria, col, espinaca y muchos tipos de quelites –hierbas comestibles comunes que acompañan la siembra campesina y las culturas culinarias tradicionales– aportan mucho más vitamina A que ese arroz. En cuanto al hambre en el mundo, Greenpeace niega que la hambruna esté provocada por la falta de alimentos. «La producción mundial de alimentos sobra para todos los habitantes del planeta ahora y en el 2050. Si existen hambrientos y desnutridos es por que no tienen tierra para producir ni pueden acceder a los alimentos», defienden. Además, acusa a la cadena agroindustrial de alimentos -que detenta los transgénicos- de desperdiciar entre el 33 y el 40% de la comida producida, según cifras de la FAO. «Eso alcanzaría para alimentar a todos los hambrientos del mundo», argumentan.
La organización termina su defensa lanzando una pregunta que incluye una acusación contra los científicos firmantes de la carta, a los que acusa de trabajar al servicio de empresas líderes en el sector de los transgénicos como Monsanto y Syngenta. ¿Cuánta falta de ética y honestidad es necesaria para ocultar que su propuesta de “agricultura de precisión” es el negocio de un puñado de transnacionales, todas con larga trayectoria de violación de derechos ambientales, humanos y a la salud?